viernes, 12 de octubre de 2012

La alegría

http://www.lavanguardia.com/estilos-de-vida/20121012/54352884050/la-alegria.html 

Si tuviera que elegir un estado de ánimo perfecto, me costaría decidir entre la alegría y el entusiasmo. Esto me hace pensar que entre ambos tiene que existir algún lazo subterráneo. Entusiasmo exhibe una etimología impresionante: en-theós. Sentirse como si uno estuviera habitado por un dios. Es una experiencia de energía, de vitalidad, de plenitud. La alegría tiene también esos componentes. Ortega y Gasset creía que está palabra derivaba de un término griego que significa “ciervo” y se preguntaba cómo había podido producirse esta relación. “Quien está alegre, salta, como los ciervos”, concluyó.
Cada palabra es una haz de referencias. Hoy voy a explorar la red de la alegría, y la semana próxima haré lo mismo con el entusiasmo. Quiero llamarles la atención sobre un hecho relevante. Casi todo lo que voy a decirles lo saben ya. Lo saben, pero no son conscientes de saberlo. Es una de las sorpresas que depara el lenguaje. Cualquier hablante de una lengua podría escribir un libro de gramática. Bastaría con que reflexionara sobre cómo lo usa de forma natural. Lo mismo ocurre con el léxico. Las palabras son tan conmovedoras porque incluyen un rico caudal de connotaciones. Al aprender una lengua estamos aprendiendo un mapa del mundo. Me gustaría que me enviaran palabras catalanas que designen la alegría.
Covarrubias, en el primer diccionario de la lengua castellana, llama la atención sobre un sinónimo ­culto de alegría: leticia. Está emparentada con ­lato, amplio, abierto. Y el buen Covarrubias saca una conclusión de enamorado: “Alegría es apertura de ánimo para dejar entrar al objeto amado”. Tenía razón, porque lo contrario de esta expansión del ánimo es la angustia, la angostura, que experimenta la vida como intransitable. Henri Bergson, gran filósofo y gran escritor –ganó el premio Nobel de Lteratura– situó con precisión la alegría en el mapa de nuestros afectos. Según él, la naturaleza se ha tomado el trabajo de instruirnos sobre la significación de la vida y sobre el destino del hombre. “Ella nos advierte mediante un signo preciso que nuestro destino está alcanzado. Este signo es la alegría. Digo la alegría, no el placer. El placerno es más que un artificio imaginado por la naturaleza para obtener del ser vivo la conservación de la vida; nos indica la dirección en que la vida está lanzada. La alegría en cambio anuncia siempre que la vida ha triunfado, que ha ganado terreno, que ha alcanzado una victoria: toda alegría tiene un acento triunfal”.
La alegría no es sólo un estado de ánimo coyuntural, sino un rasgo de carácter. Hay personas alegres y hay personas tristes, depresivas, o pesimistas. Como educador me gustaría saber si es un rasgo innato o es un rasgo aprendido. Los niños nacen con distintos temperamentos, es decir, con diferentes pautas para reaccionar ante los estímulos. Hay niños vulnerables, temerosos, que parecen dotados de unas antenas especiales para captar todo lo amenazador que hay en su entorno. Son niños que tienen más sensibilidad para percibir los castigos que para disfrutar con los premios. Davidson, un gran neurólogo, considera que ese rasgo depende del modo de organización de los lóbulos frontales. Pero también dice que esas características pueden alterarse a lo largo del proceso educativo. Ese es mi campo actual de investigación. Si quieren ayudarme pueden contestarme ¿Conocen a algún niño que haya sido poco alegre desde que nació y luego cambiara? ¿Saben como lo hizo? Escriban a jamarina@movilizacioneducativa.net.


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