martes, 4 de diciembre de 2012

La música en las emociones

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No sé a ti, pero a mí el género defilosofía-de-carretera me ha dado para mucho. He visto parir abundantes criaturas, bellas, insolentes y locas, haciendo ruta.
Me encanta conducir, sobre todo de noche, cuando me atrapa una soledad muy placentera mientras el coche devora curvas y siento una conexión especial con el volante. Son ratos de fluidez que alimentan, y que me producen mucha paz.
El otro día, mientras hacía kilómetros de regreso a Málaga, tuve la radio apagada un buen rato. De pronto fui consciente de un vacío extraño, porque soy de los que llevan siempre la música a toda pastilla, y entonces tuve un instante lúcido, un fogonazo que me trasladó a un nuevo episodio de mis desvaríos on-the-road. La pregunta que me vino fue esta: Si tuviera que componer la banda sonora de mi vida, con piezas de melodías que hayan sido muy significativas para mí, ¿cómo sería?
Estuve recordando canciones que me habían marcado, bien por el momento que las escuché, bien por las personas con las que las compartí, o simplemente, porque me gustaron mucho. Y entonces me di cuenta que la música ha estado siempre presente, de forma rotunda, en las emociones que graban mi memoria.
Es como si los momentos inolvidables tuvieran que tener siempre una banda sonora.Y es normal, porque en definitiva no somos más que unos microbios pequeñitos que vibramos y nos encojemos según los dictados de una memoria selectiva que elige con qué estímulos aderezar cada ocasión. Y si no había música, tuve que crearla en mi imaginario, porque yo tengo la sensación que la hubo siempre.
Así que mientras conducía me puse a recordar algunos de esos momentos donde yo me he visto eufórico o disfrutando como un bellaco, e intenté seguir el rastro a la música que les acompañaba. El ejercicio se las trae, requiere concentración para los que ya nos falla la memoria, pero es lo que tiene la carretera nocturna, que ayuda a diseccionar los recuerdos como nadie. Y lo que no conseguí ordenar en aquel momento, lo hice después al escribir este post.
La primera historia-con-sonido que recuperó mi mente aquella noche tenía que ver con el que todavía considero el viaje de mi vida. Me vi conduciendo en solitario un Toyota de alquiler por una carretera perdida de la isla norte de Nueva Zelanda. Eso fue allá por el año 2006, y lo recuerdo como uno de los subidones más fantásticos que he vivido. Estar literalmente en las Antípodas, dibujando curvas en medio de aquella naturaleza despampanante es algo que no olvidaré jamás. No sólo por la belleza de aquello, sino por la inmensa sensación de libertad que me producía saber que era capaz de sentirme tan bien estando tan solo y tan lejos. Y allí estaba muy presente la música, y no me ha costado nada recordar algunas de las canciones que me acompañaron en aquellos días como When You Were Young (The Killers), Call Me When You’re Sober (Evanescence),  I’m not missing you (Stacie Orrico), Over My Head (The Fray) o Chasing cars (Snow Patrol).
Como curiosidad, parte de ese viaje lo hice acompañado por una chica catalana que contacté por Internet a través del foro de viajeros de Lonely Planet, y que sólo conocí el día que nos juntamos en El Prat para coger el avión a Christchurch. Recuerdo que Eva (así se llamaba la afortunada) tenía, en cuestiones de música, gustos muy diferentes a los míos. Así que me las vi canutas para turnarme con ella. Acordamos que quien conducía mandaba en el reproductor; así que a veces tomaba el volante sólo por poner mi música favorita, o no escuchar la de ella. Por eso, mis mejores recuerdos son de la semana en que estuve solo, conduciendo a mi aire mientras Eva estuvo de visita en casa de una amiga.
También ocupa un lugar especial la banda sonora de la película cubana Habana Blues, de la que ya hablé en este post. Está cargada de significado para mí, igual que la música deCompay Segundo cuando formaba parte del dúo Los Compadres, porque sus canciones me acompañaban todas las mañanas en el internado donde pasé buena parte de mi secundaria y bachillerato en Guantánamo, Cuba.
Era un chico del montón, así que Hotel California de EaglesToto con Africa y Hold the lineCelebration de Kool & the GangLand down under de Men at work o Dust in the wind de Kansas (versionada de fábula por Scorpions) pusieron sinfonía a buena parte de mis movidas juveniles y son canciones que resuenan omnipresentes en mi memoria de aquellos años, como seguro en la de mucha gente.
Dream about me, de Moby,  es una canción que asocio siempre a mi primer retiro de reflexión en la montaña, en el Cerro de Hijar, del que guardo un recuerdo muy especial. Otro flashazo sublime me viene de la mano de Peter Gabriel mientras hacía footing de noche por las calles de Chicago en noviembre de 2008 escuchando con mi mp3 piezas soberbias como Red RainIn Your Eyes o Mercy Street. Molotov con su “Gimme tha power” puede que encarne mi lado más rebelde y militante, porque es una canción que coree muchas veces con amigos mientras celebraba hitos de esperanza que nunca llegaron.Leon Gieco con La memoria me conecta un montón con los años que viví en Argentina, yDonde caen los sueños es de esas canciones tristes como I Grieve de Peter Gabriel que siempre tienen un sitio en mis momentos de recogimiento.
En esa banda-sonora-de-mi-vida entrarían también, sin duda, personajes tan distintos como un señor llamado Silvio Rodríguez con su Ángel para un finalSueño con serpientes (ésta la tocábamos con un grupo musical que formamos en el bachillerato),Fábula de los tres hermanosLa gota de rocío u Ojalá; y esa banda canadiense de rock progresivo de nombre Rush (¡¡Fan total!) con la que disfruté una y otra vez regalos de la talla de Tom SawyerNobody’s HeroTest For EchoCloser To The Heart o Spirit Of The RadioSting tampoco faltaría, porque me ha acompañado siempre, y del que no me atrevo a elegir favoritos porque la lista sería interminable. Por cierto, no te pierdas esta perlita del músico británico que descubrí hace poco: The End of the Game (Live – Berlin 2010, HD). 
Cocaine de Eric ClaptonTalk To Me de Stevie NicksBroken Wings de Mister Mister, o varias canciones de Tears for Fears (un “must”) como ShoutSowing the seeds of love,Head Over HeelsSketches of Pain o The Working Hour entrarían también en esa selección, junto a mi diva por excelencia, la soberbia Annie Lennox. De ella recomendaríaWhyHonestlyNo more I love you’sA Whiter Shade of PalePavement Cracks oInto the West.
Todas esas canciones participaron, de una forma u otra, en momentos trascendentes de mi vida. No es un inventario cerrado, porque a partir de esa ocurrencia de carretera he seguido vaciando el tarro de la nostalgia en busca de nuevos rastros sonoros para añadir a esa lista. Lo recomiendo, es un ejercicio divertido.
Volviendo a mis manías musicales, diré que soy de los que pueden repetir mil veces una misma canción si les gusta. También de los que disfrutan con el volumen bien alto, y si  mezclamos música con alguna copita, ya ni te cuento. Pero si estoy triste, prefiero el silencio. Como la música refuerza la intensidad de las sensaciones, soy más de silencio en la tristeza porque así la destilo mejor.
Es curioso, pero en alguna charla que he dado, cuando he sentido que me fluyen estupendamente las ideas y percibo que todo va genial, he echado en falta tener alguna música de fondo. Sí, de verdad, parece una locura, pero me encantaría dar formación con banda sonora incorporada, que se module según la inspiración y los sentimientos que afloren en el grupo…
En fin, las emociones intensas, en mi caso, tienen melodía, una cadencia, un compás, un ritmo, y a veces una voz. Igual te pasa lo mismo…

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