lunes, 18 de febrero de 2013

El emprendedor temporal como opción de aprendizaje (post-343)

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vitalidad entusiasmo emprendizaje - San Telmo Bs AiresHoy quiero escribir sobre la opción del “emprendedor temporal”, o sea, aquel que decide crear una empresa con el fin de vivir
una experiencia distinta o dar respuesta a una necesidad o inquietud vital en un determinado momento de su vida. No tiene grandes ambiciones empresariales, ni se plantea el crecimiento o enriquecimiento como un fin, ni que la empresa dure muchos años.
Yendo al grano, quiero decir que puede valer mucho la pena crear tu propia empresasolo-para-aprender. Una vez que lo has hecho un tiempo, y te das cuenta después de probar que no es lo tuyo y que te apetece dejarlo, “desemprendes” sin dramas, ni culpabilidad, ni sensación de fracaso. Lo que has hecho es aprender un mogollón, y eso ya no te lo quita nadie.
Mi compañero Juan López Sierras ha escrito un artículo muy interesante sobre el tema: “Aprender a desemprender”, y yo no voy a negar que ese viaje no tenga su coste. De
 hecho lo tiene aunque las situaciones suelen ser muy variadas según el proyecto. Lo más común es que pierdas dinero, pero eso suele amortizarse con todo lo que has aprendido porque en principio debe servirte después para aspirar a un mejor trabajo o salario. Lo peor es si has contratado a personas y te ves obligado a mandarlas al paro. Esto es un problema, sin duda. Se pasa fatal, me consta. Pero la (di)gestión de ese mal rato puede ser más llevadera si has sido honesto/a con ellos, si has enseñado tus cartas sin trampas desde el principio y si te has preocupado de mejorar su empleabilidad en vez de ofrecer seguridad de empleo, que es algo que hoy no puede prometer nadie.
Siempre digo que yo soy emprendedor (de los que crean empresas) por accidente, y no por vocación. Cree la empresa porque las circunstancias me obligaron, o más concretamente, impelido por un cliente que me lo puso como condición para darme un importante proyecto que me ilusionaba mogollón. Después le fui cogiendo el gustillo, y seguí tirando del carro con mucha ilusión, pero a partir de un día empecé a sentir cada vez más su lado negativo en términos de bienestar de vida, lo que me llevó a aceptar que me venía bien un cambio de ciclo.
El “emprendedor temporal” crea una empresa, trabaja X años en su proyecto hasta agotar el ciclo, y después lo deja para volver a trabajar por cuenta ajena, como free-lance, o incluso como funcionario (¿y por qué no?). Todo bien, no hay nada malo en eso. Por eso me gustaría insistir en que al mismo tiempo que las “barreras a la entrada” se han reducido mucho para atreverse a incursionar en el mundo del emprendimiento, conviene verlo igual con las “barreras a la salida”. Tenemos que quitarnos el miedo de lo que significa entrar-y-salir, y eso implica juzgar con naturalidad a todo aquel que decida dejarlo.
Cuento todo esto porque últimamente he leído muchos posts y artículos que hacen un drama de los  emprendedores que cierran su negocio para cambiar de opción de vida. Yo no lo veo así en absoluto porque haber pasado por la experiencia del “emprendimiento temporal” seguro que ha reportado grandes ventajas para quienes lo han hecho, y ahí van algunas razones de por qué lo recomiendo:
  • Se adquiere experiencia en la toma de decisiones, y al menos has aprendido mucho sobre el tipo de cosas que fallan porque te han costado el bolsillo. Destaco en particular la diligencia y rapidez a la hora de tomar decisiones, que es algo que a mí me ha ayudado mucho para ser menos diletante.
  • Se desarrolla un sentido de la iniciativa. Por muy mal que lo hayas hecho, algo te queda de proactividad, de nervio para anticiparte a los problemas, que es una capacidad muy valorada en cualquier organización que después te contrate.
  • Se aprende a relativizar la asunción de riesgos, que suele mejorar después de pasar por la vivencia personal de crear y gestionar una empresa.
  • Se cultiva un mayor respeto por el (buen) empresario, porque empezamos a comprender lo complicado que es. A partir de la experiencia se ve el ruedo desde los dos lados de la barrera, y eso añade justicia y equilibrio.
  • Se aprende mucho, muchísimo, a vender proyectos, productos, servicios e ideas. Es de las habilidades que más tiene que desarrollar un emprendedor, guste o no le guste. Esa al final es una habilidad que siempre viene bien en cualquier ámbito en el que se trabaje.
En fin, como ves, no está nada mal vivir la experiencia de emprender-por-un-tiempo. Lo que aprendas ya no te lo quita nadie.

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