jueves, 9 de junio de 2016

LOUISA MAY ALCOTT

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La autora de la novela “Mujercitas” nació en Germantown, Pensilvania (EEUU), en 1832 y falleció en Boston, en 1888. Al estar sus padres relacionados con influyentes pensadores trascendentalistas como Ralph Waldo Emerson, Margaret Fuller y Henry David Thoreau, accedió a una rica formación, completada en especial por su padre, que también educó a las tres hermanas de Louisa. Estas ideas están plasmadas en sus primeros escritos, “Fábulas de flores” o “Silver Pitchers”.
También, sus crónicas como enfermera, publicadas en la revista Atlantic Monthly, y su novela “Moods” captaron la atención de editores y lectores. Louisa, que trabajó como costurera, maestra y propiamente escritora para ayudar en la economía familiar, ganó de estas experiencias un punto de vista lleno de humanidad y de afecto que emocionaría a sus seguidores.
A pesar de que su éxito más reconocido es por la mencionada “Mujercitas”, Louisa May Alcott compuso obras de géneros dispares, desde las novelitas eróticas y de misterio firmadas como A. M. Barnard a historias infantiles con moraleja. La trama en parte autobiográfica de “Mujercitas” fue continuada por “Aquellas mujercitas” y “Hombrecitos”. La misma autora nunca se casó, y defendió la causa de los derechos de la mujer.
Murió a causa de las secuelas por envenenamiento con mercurio, tras haber sido tratada de unas fiebres tifoideas que había contraído ayudando como enfermera.
Leamos algunas frases de sus libros:
Hazte digno del amor y éste vendrá.

No somos nosotros los que escogemos nuestras aptitudes y talentos; nacemos con ellos, y no conviene paralizarlos porque no nos gusten.

El verdadero talento y bondad no pasan mucho tiempo inadvertidos; aunque pasaran, el conocimiento de poseerlo y de usarlo bien, debe satisfacernos, la sencillez es el mejor encanto de todo poder.

El trabajo es saludable y hay bastante para todas; nos libra del aburrimiento y de la malicia, es bueno para la salud y el espíritu y nos da mayor sentido de capacidad y de independencia que el dinero o la elegancia.

Es un buen libro aquel que se abre con expectación y se cierra con provecho.

Mientras uno encuentra en sí mismo y en lo que persigue, no puede sentirse viejo. El signo más cierto de la vejez es el sentimiento de la soledad.

Hay ancianos que se mantienen jóvenes de corazón a pesar de sus arrugas y canas; pueden comprender los pequeños cuidados y alegrías de los niños.

El amor desecha el temor, y la gratitud vence el orgullo.

¡Ánimo, corazón mío! Siempre hay luz detrás de las nubes.

Hasta las personas más insignificantes ejercen cierta influencia en el mundo.

Feliz semana,
Álex Rovira

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