miércoles, 6 de julio de 2016

Consejos para el aula: invitar a los alumnos a ser parte de su aprendizaje

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Si conseguimos despertar nuestra sociabilidad en los alumnos, alcanzaremos un aprendizaje significativo para ellos y, también, para nosotros los docentes. El aula será, entonces, un lugar en donde reinará la felicidad.



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Los docentes nos enfrentamos a un gran desafío: en los últimos años las nuevas generaciones se adaptaron a un mundo donde los estímulos varían continuamente, e incluso, de forma combinada. Si observamos a un joven, muy probablemente, lo veamos frente a la televisión, a la par que lee los mensajes que recibe a través de Whatsapp, mientras que —entre mensaje y mensaje— chequea su Facebook. Estas situaciones de la vida cotidiana nos llevan a preguntarnos qué podemos hacer nosotros solo con un pizarrón y una tiza en nuestras aulas si ninguno de estos tres tipos de estímulos tan complejos atrae el 100% de su atención. 
Para nuestra tranquilidad, podemos vencer a estos estímulos, puesto que hay algo más fuerte que la tecnología: la interacción persona a persona. Los seres humanos somos individuos sociales por excelencia y el sentirnos parte activa de un grupo es lo que más disfrutamos. 
Pero, para lograrlo, los alumnos deben sentirse importantes en clase. No deben percibirse solo como receptores de información, sino también como emisores de conocimiento, siendo ellos, junto con los docentes, parte del aprendizaje. El alumno es el eje del aprendizaje y, el docente, el facilitador y promotor de la reflexión constante sobre lo que aprende.
Por ejemplo, aprovechando los momentos de mayor atención de los alumnos, al principio de la clase, podemos brindar los contenidos teóricos, pero cuando esta comienza a decaer, una excelente idea es invitarlos a ser parte. 
Un buen recurso es iniciar el año con una breve encuesta acerca de los gustos e intereses de los alumnos con la finalidad de lograr un acercamiento a través de sus propias inquietudes y, de esta manera, encontrar el nexo para aproximarnos a un nuevo aprendizaje. 
“Estamos convencidos de que el aprendizaje del sistema de escritura y del lenguaje escrito tienen lugar, simultáneamente, desde el comienzo de la alfabetización. […] Los alumnos deben estar en contacto con recetas para hacer tortas, con periódicos para informarse sobre algún suceso de actualidad que sea de su interés, con cuentos para entretenerse con las historias y disfrutar del lenguaje literario, con instructivos para realizar experimentos científicos, etc., desde que entran en la escuela, y los irán leyendo y escribiendo de diferentes maneras hasta que puedan hacerlo de manera convencional”. Ana María Kaufman. Leer y escribir: el día a día en las aulas. (2007: 23) Aique.  
Las ciencias sociales suelen explicar, interpretar y comprender los hechos o los procesos haciendo intervenir múltiples variables. Todo hecho social es producto de complejas interacciones entre diversos elementos. En este sentido, es cada vez más frecuente la integración de diversos espacios por la mirada integral de lo social, miradas que, a veces, convergen y otras no, pero que sin dudas aportan desde sus particulares marcos interpretativos. 
Por ejemplo, en una clase de geografía, luego de enseñarles la ubicación de algunos países o provincias, podemos invitarlos a participar, preguntándoles qué conocen de esos lugares, si nacieron allí, si tienen familiares o lo escucharon en algún lado, fomentando que puedan contarles a sus compañeros lo lindo de esas zonas, las costumbres diferentes, las comidas típicas o cualquier detalle que consideren interesante.
Sumarse a sus experiencias cotidianas; por ejemplo: asociar en cursos inferiores sus experiencias de juegos la geografía con ciudades de cuadros de futbol. O sitios donde viva algún personaje favorito, giras de bandas de rock, historias familiares, etc. O en una clase de lengua, preguntarles dónde consideran que se originaron algunas palabras, o por qué naranja es sinónimo de una fruta y de un color, qué sospechan que se originó primero, o por qué algunas letras tienen una forma determinada, y qué cosas de su hogar creen que representan esa forma y, a la vez, demostrándoles que ellos pueden ser parte activa en diversos momentos de la clase. 
En matemática, los niños suelen jugar con cartas con determinados valores, desde allí puede matematizarse la situación. El aprendizaje tendrá sentido en tanto y cuanto el estudiante pueda acceder a la información de una manera que le interese, lo desafíe, lo invite a explorar nuevas situaciones que lo alejen de lo mecánico de una ejercitación vacía. Consideremos lo expresado por Patricia Sadovsky en La matemática es más que un jueguito de ingenio: es desafío intelectual
“La matemática permite producir conocimientos sobre una porción de la realidad a través de sus teorías. Brindar a los chicos y a los jóvenes en la escuela la oportunidad de inventar estrategias para resolver problemas, de discutir sobre la validez de un procedimiento o de un enunciado, de analizar diferentes maneras de encarar una cuestión, de encadenar deductivamente relaciones para producir nuevas relaciones, de elaborar explicaciones para ciertos hechos numéricos o geométricos constituyen actividades altamente formativas, ya que ofrecen la posibilidad de apreciar hasta qué punto el trabajo con las ideas ayuda a cambiar la visión que tenemos de las cosas. La matemática es importante por sus aplicaciones, pero para apreciar su potencia para tratar con problemas de la realidad hay que tener la experiencia efectiva de enfrentar esos problemas. No alcanza con enunciar que la matemática se aplica, es necesario que los chicos la apliquen de verdad y que ellos mismos movilicen sus conceptos. Tienen que poder conquistar una actitud productora”. 
Si los docentes les demostramos a nuestros alumnos que sus palabras son importantes y sus conocimientos valorados, no habrá tecnología que compita con nosotros. 
Como comentamos al inicio de este artículo, los seres humanos valoramos el intercambio con otras personas más que cualquier otra cosa. Somos sociales y la posibilidad de expresarnos nos llena de alegría. El instinto social permitió que nuestra especie prosperara. Por esta razón, sin ser los más fuertes ni los más veloces, logramos adaptarnos a cualquier territorio. Si conseguimos despertar nuestra sociabilidad en los alumnos, alcanzaremos un aprendizaje significativo para ellos y, también, para nosotros mismos. El aula será, entonces, un lugar en donde reinará la felicidad. 
Bibliografía:
Colaboración y revisión:
Lic. Mariela Vestfrid
  • Licenciada en Biología, Universidad Nacional de la Plata.
  • Docente de la Cátedra de Biología Humana y de la Cátedra de Neuroanatomía y Neurofisiología de la Facultad de Psicología. Universidad Nacional de la Plata.
  • Docente de la Diplomatura "Neuroeducación y Aprendizaje", Universidad Nacional del Este.
  • Docente de la Fundación Argentina de Neurociencias y Ciencias Cognitivas "Fundanycc".
Lic. Daniela Zandonadi
  • Licenciada en Ciencias de la Educación, Universidad de Morón.
  • Directora del nivel secundario del Instituto Pizzurno de Enseñanza Integral, Lanús, Argentina.
  • Carrera directiva: Escuela Privada N° 1 "Justo José de Urquiza", 2003 a 2007; Instituto Nuestra Señora del Huerto, 2009 a 2013; Instituto Pizzurno de Enseñanza Integral, 2013 hasta la actualidad.
  • Carrera docente: Nivel primaria: Instituto Pizzurno de Enseñanza Integral; Escuela N° 55; Escuela N° 72; Escuela N° 13; Escuela N° 36. Nivel secundaria: Escuela de Educación Media N° 5; Escuela de Educación Técnica N° 2; Instituto Ricardo Güiraldes; Escuela de Educación Media N° 1; Colegio Nacional de Tandil; Instituto Pizzurno de Enseñanza Integral; Instituto Nuestra Señora del Huerto; Colegio Palermo Chico.
Prof. Patricia Torres
  • Directora del nivel primario del Instituto Pizzurno de Enseñanza Integral, Lanús, Argentina.
  • Capacitadora Docente, especialista en Creatividad y Juego aplicado al aprendizaje.
  • Profesora de Matemática, Física y Cosmografía, Instituto Saenz.
  • Profesora de Enseñanza Primaria, Instituto Cristo Rey.
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