jueves, 14 de julio de 2016

Para abrir boca, os adelanto una de mis reflexiones: A la hora de pedir hay que perder la vergüenza y los miedos. Sin arrogancia pero con determinación. Si crees que reúnes los merecimientos y que ha llegado tu momento, no esperes a que nadie te de el beneplácito. ¡Pídelo! Pilar Jericó

http://economia.elpais.com/economia/2016/07/07/actualidad/1467883220_548586.html

El arte de saber pedir en el trabajo

Solicitar algo a un jefe o a un compañero es para muchas personas un obstáculo casi insalvable


Madrid 
Cuando la investigadora de temas de género Linda Babcock trabajaba como directora del programa de doctorados de una prestigiosa universidad norteamericana, recibió en su despacho la visita de un grupo de mujeres estudiantes. Venían a quejarse de que mientras varios de sus compañeros hombres estaban ya impartiendo sus propios cursos, ellas seguían realizando labores de asistente en las clases regulares. A la profesora Babcock aquello también le pareció injusto y esa misma tarde fue a pedir explicaciones al decano, la persona encargada de asignar esas clases. El decano le explicó que él estaba muy dispuesto a brindar oportunidades docentes a todos aquellos doctorandos que le propusieran una buena idea a un coste razonable. El problema, dijo, estaba en que muchos hombres le habían pedido esa oportunidad, pero las mujeres no.
La anécdota la recoge la propia Linda Babcock en su libro Las mujeres no se atreven a pedir (AMAT Editorial, 2005), un bestseller que analiza las habilidades negociadoras en clave femenina. Pero más allá de las consideraciones de género, ‘pedir’, ya se trate de un ascenso, una oportunidad laboral o un aumento de sueldo, es una de las conversaciones más difíciles a las que se enfrenta cualquier persona en los entornos de trabajo. “Cargamos con una serie de creencias que nos llevan a pensar que al pedir rompemos la armonía. Que molestaremos o que los demás pensarán que somos arrogantes”, explica Miriam Ortiz de Zárate, socia-directora del Centro de Estudios del Coaching (CEC). El temido “¿y si me dicen que no?”, ese “miedo al rechazo tan típicamente español”, es, según Pilar Jericó, presidenta de Be-Up, otro de los grandes obstáculos para esas demandas.

LO CORTÉS NO QUITA LO EFICAZ

Parte de las responsabilidades de un mando consisten en efectuar peticiones a sus colaboradores, muchas relacionadas con las tareas que quieren que realicen. Fernando Botella, socio-director de Think&Action identifica cuatro formas de pedir en función del nivel de destreza y experiencia.
1 Instruir. Si el colaborador nunca ha realizado esa tarea, al tiempo que se hace la petición se le enseña cómo realizarla.
2 Persuadir. El subordinado ya ha realizado esa tarea en alguna ocasión, y la misión del jefe será argumentarle la necesidad de volver a hacerla, que quede convencido de que es imprescindible.
3 Participar. El colaborador tiene bastante experiencia y, de hecho, es mejor que su jefe en esas funciones. Aquí lo más adecuado es pedir su opinión, hacerle partícipe, preguntarle: “¿a ti qué te parece?” o “¿tú cómo lo harías?”
4 Delegar. El profesional es un especialista que ha asumido esa responsabilidad. La mejor manera de pedirle que haga esa tarea es no pedírselo en absoluto, porque él ya sabe de sobra que tiene que hacerla y, probablemente, ya la esté haciendo.
Miedo al rechazo y también orgullo, ya que, en muchas ocasiones, el profesional no verbaliza una aspiración que cree merecer porque piensa que debería ser su jefe quien se diera cuenta por si solo. “Cuando un empleado tiene que pedir es que algo no funciona como debería en la política de gestión de recursos humanos. En una cultura organizativa adecuada la propia empresa tiene mecanismos para premiar o reconocer los méritos de sus trabajadores”, sentencia Richard Mababu, profesor de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones de la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA). Para Gema Monedero, socia-directora en Ackermann Beaumont, el sistema también debería ser lo suficientemente avanzado para ayudar al empleado a hacerse responsable de su propia carrera. “Si hay buenas herramientas todo queda formalizado y ese empleado sabe en qué punto se encuentra su carrera. Conoce el tipo de comportamiento que se espera de él, los huecos que existen para una posible promoción o el nivel de adquisición de competencias que le falta para pasar al siguiente nivel”, comenta.
Pero cuando esas circunstancias ideales no se dan, el silencio del trabajador no ayudará a sacar a la empresa de su ceguera. “Hay muchísimas ocasiones en las que en la organización no tienen ni idea de que a ese empleado le habría gustado participar en un determinado proyecto o trabajar en una de las sedes del extranjero. Porque nunca lo ha manifestado”, asegura Miriam Ortiz de Zárate. Además, añade Pilar Jericó, “para un jefe es muy cómodo tener a un colaborador que no se queja y que nunca pide nada”. En general, concluye Ortiz de Zárate, en la empresa se levanta poco la mano para pedir. “Porque se tiende a pensar, además, que si pedimos algo y nos lo conceden, quedamos automáticamente en deuda y con muchos ojos pendientes de nosotros”.
Pedir auxilio es otra de las conversaciones laborales que suponen todo un trago para muchas personas, porque, “les pone en situación de vulnerabilidad”, señala Miriam Ortiz de Zárate. Para eludirlo, denuncia esta coach, es frecuente recurrir a la manipulación. “En lugar de pedir abiertamente que nos ayuden a terminar el informe, nos quejaremos con amargura de la enorme carga de trabajo que soportamos o de que llevamos varios días saliendo a las tantas de la oficina, hasta que sea el compañero quien se ofrezca a echarnos una mano. Es una forma tóxica de pedir”, opina esta coach.

Objetivo: más sueldo

Otro tipo de solicitud delicada es la referida a incrementos salariales. Ernesto Poveda, presidente de ICSA, aconseja elegir bien el momento, por ejemplo, “después de conseguir un objetivo extraordinario o de traer a un cliente importante”. También conviene estar atento a la situación que atraviesa la empresa, si ese año ha tenido resultados económicos positivos o si acaba de cerrar contratos que los garanticen en el futuro. No hay que olvidar que ese aumento sólo será viable si es sostenible acometerlo para la compañía”. En cualquier caso, advierte este experto, cuando se trata de pedir más dinero, mejor no poner a la empresa entre la espada y la pared. “Jugarse un órdago no suele ser una buena idea, porque aunque inicialmente la organización puede verse obligada a aceptar tus condiciones, a medio y largo plazo es probable que te salga mal”.
Y es que a la hora de pedir no todo vale. Los especialistas recomiendan seguir una estrategia. Algo tan simple como pillar al jefe de buen humor puede tener una importancia capital. Argumentar muy bien la solicitud es otro consejo valioso. “La manera más inteligente de pedir es recordando algunos resultados positivos u objetivos conseguidos que no hayan tenido todavía su merecido reconocimiento”, indica Richard Mababu. Una justificación que, puntualiza Pilar Jericó, también debe procurar que el jefe visualice los beneficios que le reportará a él conceder esa petición. “Hay que explicarle que si me pone ese nuevo ordenador más potente que le estoy reclamando tardaré menos tiempo en hacer mis tareas y podré abarcar otras”. Pero, sobre todo, agrega la presidenta de Be-Up, a la hora de pedir “hay que perder la vergüenza y los miedos. Sin arrogancia pero con determinación. Si crees que reúnes los merecimientos y que ha llegado tu momento, no esperes a que nadie te de el beneplácito. ¡Pídelo!”.

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