miércoles, 10 de agosto de 2016

La escuela del futuro ya está entre nosotros

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PARA LA NACION  

La escuela y su futuro es un tema que ocupa la agenda pública a nivel global. Sobre la "crisis", los resultados educativos y los problemas que la aquejan abundan los diagnósticos y puntos de vista. Sin embargo, mientras se plantean los escenarios de los déficits y el agotamiento del modelo escolar conocido, la escuela del presente -la que se emparienta con las exigencias del mundo contemporáneo- ya está en marcha. 
A comienzos de julio se desarrolló en Barcelona un simposio internacional sobre educación y cambio organizado por la Universidad Blanquerna y la Fundación Jesuitas Educación. Ese encuentro fue una oportunidad para conocer las experiencias que impulsan escuelas estatales, privadas y concertadas en esa ciudad. Más allá de las particularidades de cada una de esas escuelas que abrieron sus puertas y dieron a conocer sus propuestas de trabajo, todas tienen un patrón común: están organizadas con el propósito de preparar a los alumnos de todos los niveles educativos y más allá de sus orígenes sociales y culturales para los requerimientos de las sociedades actuales.
Estas escuelas produjeron un giro copernicano en cuanto a la organización escolar conocida en estas latitudes: han modificado la fisonomía de las clases que en general suponen un docente como centro de la enseñanza dando clase en simultáneo a un grupo de alumnos que desarrollan una actividad única. Por el contrario, las aulas de las escuelas visitadas colocan a los estudiantes como centro de la actividad escolar y los profesores plantean proyectos de trabajo en los cuales son muy explícitos los procesos y resultados que se espera de cada uno. Estos proyectos son diseñados por equipos de profesores y responden a preguntas movilizadoras cuya resolución requiere conocimientos y habilidades de muchas disciplinas. Los alumnos -que pueden llegar a ser 60 en una clase- tienen tareas distribuidas y hay en simultáneo profesores de distintas materias en la misma aula. En síntesis, la idea de "cada maestrito con su librito" o la imagen del profesor que cierra la puerta del aula y es amo y señor se reemplaza por otro ambiente escolar.               
Un capítulo aparte en este modelo es la evaluación. Aquí los propios alumnos, las familias y los profesores conocen de antemano las metas y criterios por los cuales serán evaluados. La evaluación está presente en el transcurso del trabajo y los alumnos ponderan sus logros y aprendizajes pendientes, que tratan uno por uno con sus profesores. La evaluación no se traduce en un examen cuya calificación define el destino escolar, sino que hay retroalimentación permanente acerca del proceso y los productos en la forma de la autoevaluación, evaluación grupal y de los profesores.
Hay un principio inherente al trabajo de estas escuelas: aprender es afrontar desafíos intelectuales, grupales y personales. Y esto no puede acontecer si los actores no viven en un ambiente estimulante. Así, la repetida frase "la letra con sangre entra" es sustituida por el principio "nadie puede aprender si no está a gusto". El eje no es el rigor, sino el saber y la sed de aprender.





 Barcelona nos muestra que la escuela del presente ha despuntado y que la que aún hoy es moneda corriente es la del pasado. La escuela del presente enseña a las generaciones que viven en la cultura audiovisual y digital, a aquellos que pueden aprender y producir mejor cuando son convocados desde el placer por aprender y no bajo la amenaza de la punición. En esta escuela, no se supone que los alumnos tienen que llegar a las aulas con códigos culturales propios de las clases medias ilustradas, sino que todas las personas, más allá de su origen, pueden formar parte de ella. Las experiencias muestran el valor central que tiene un genuino trabajo cooperativo entre profesores y estudiantes, así como la potencia de colocar a los alumnos y los procesos de aprendizaje como centro y protagonistas de la situación de aula.
Son muchos los puntos de contacto que tiene esta escuela con los requisitos que pondera la sociedad de este tiempo. Este modelo posiciona a las escuelas como un hub cultural, artístico y tecnológico. Un modelo que seguramente conecta a la educación de un modo cabal con el futuro. Por eso, y aunque nos parezca una utopía, la escuela del futuro ya llegó.
Dra. en Ciencias Sociales, investigadora del Área Educación, Flacso

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