domingo, 31 de agosto de 2014
carga genética
Claro que existe una carga genética que predispone al talento creativo. Sin embargo, es el factor sociocultural el que juega un rol crucial, pues el acceso a experiencias de distinta naturaleza remodela las conexiones cerebrales necesarias para generar las soluciones innovadoras que resultan de este pensamiento divergente. El contexto y los factores sociales pueden estimular (o no) la explosión de creatividad.
Los Dominios De La Inteligencia
http://www.claseejecutiva.cl/blog/2014/08/los-dominios-de-la-inteligencia/
La evaluación que se haga de la inteligencia de alguien puede influir en la manera de relacionarse con dicha persona. Por ejemplo, si usted considera que alguien es inteligente, buscará su opinión acerca de un problema difícil.
La inteligencia se asocia con la capacidad para aprender con rapidez, adaptarse a situaciones nuevas, emplear el razonamiento abstracto, comprender conceptos verbales y matemáticos y ejecutar tareas en las que sea preciso captar una relación.
David Wechsler la define como “la capacidad global del individuo para actuar en forma deliberada, pensar racionalmente y tratar de manera eficaz con su medio…”
Muchos autores han empezado a subrayar la importancia que las variables emocionales o motivacionales tienen para la conducta inteligente manifiesta, tanto en la vida real como en las situaciones creadas por los tests mentales.
En este sentido, Gardner introduce el término de inteligencias múltiples para resaltar que son un número desconocido de capacidades humanas que van desde la inteligencia musical hasta la aplicada al conocimiento de uno mismo. Este autor pone énfasis en que estas capacidades son tan fundamentales como las que tradicionalmente detectan los tests que miden el coeficiente intelectual (CI).
Gardner está convencido de que es posible desarrollar estas diferentes inteligencias de manera independiente mediante un esfuerzo sostenido.
Se ha definido la inteligencia social como un conjunto de habilidades que permiten comprender a otros y actuar o comportarse en relación a otros, en forma sabia (Thorndike, 1920). Otros autores agregan que se trata de la habilidad para juzgar correctamente sentimientos, estados de ánimo y motivación de otros.
Sternberg (1985) ha propuesto la teoría de la triple inteligencia, la cual sostiene que esta está formada por tres subtipos diferentes: analítico, creativo y práctico.
El tipo analítico es la inteligencia tradicional que se necesita para resolver problemas difíciles. Esta se requiere para tener un buen desempeño en la mayor parte de las tareas académicas.
El tipo creativo permite el surgimiento de nuevas ideas, la imaginación y la combinación novedosa de las cosas.
Y el práctico es el tipo de inteligencia que se requiere para adaptar el entorno a las propias necesidades. La idea de la inteligencia práctica ayuda a explicar por qué alguien a quien le cuesta trabajo la escuela puede ser un empresario, político o atleta exitoso. Este tipo de inteligencia incorpora las ideas del sentido común, la sabiduría y la inteligencia aplicada a lo cotidiano.
Alguien con una gran inteligencia práctica también gozará de buena intuición, una forma de saber o razonar, basada en la experiencia, en la que la ponderación y el equilibrio de los datos se hacen casi en “un cerrar de ojos”.
Algunos ejemplos de una buena intuición incluyen el de un comerciante que tiene el presentimiento de que un cierto estilo será lo más cotizado en la siguiente temporada, el de un entrenador que ve posibilidades en un joven desgarbado y el de un supervisor que tiene la corazonada de que un vecino sería un muy buen empleado en su oficina. También se requiere de intuición para la inteligencia creativa.
En lo que se refiere a la inteligencia práctica, no existen tantos instrumentos de medición como en otros tipos de inteligencia, y quizás esto se deba a que no hay un constructo general que trascienda ciertos tipos de situaciones o tareas.
Uno de los enfoques más conocidos implica la simulación de situaciones de la vida real; por ejemplo, que los sujetos deban enfrentarse a tareas como responder cartas, llamar por teléfono o hacer memos en la mejor forma posible.
La idea básica en este enfoque es que la actuación en las tareas de la vida real implica un conocimiento tácito de un cierto tipo que nunca ha sido enseñado explícitamente y a veces ni siquiera verbalizado.
Entre las inteligencias prácticas que actualmente son tan valoradas en el lugar de trabajo está el tipo de sensibilidad que permite a los líderes efectivos captar mensajes tácitos.
Nos encontramos, entonces, en una intersección entre lo que podríamos considerar inteligencia y lo que es la estructura de personalidad. Así, la coherencia de esta última y el potencial para un comportamiento socialmente inteligente descansa en la tendencia del individuo a detectar las oportunidades para lograr las tareas que se ha propuesto, en los lugares más habituales y rutinarios de la vida diaria, lo que implica a menudo romper con las normas sociales y renunciar a costumbres y estrategias antiguas.
Así, podemos considerar que la flexibilidad para lograr las metas deseadas en la vida puede ser un indicador de la “sabiduría” de los individuos para “modificar sus hábitos” sin dejar de ser coherentes con sus motivaciones esenciales.
La inteligencia emocional (IE) es la habilidad para percibir, imaginar y comprender las emociones, usando esta información para tomar decisiones (Mayer & Salovey, 1995, 1997). Frecuentemente necesitamos hacer juicios complicados y, cuando nos equivocamos, nos vemos en problemas.
Las aptitudes emocionales que con más frecuencia han sido mencionadas en relación con un liderazgo exitoso son:
Conocer las propias emociones: La conciencia de uno mismo —el reconocer un sentimiento mientras ocurre— es la clave de la IE. Los que tienen mayor certidumbre respecto de sus sentimientos son mejores guías de su vida y tienen una noción más segura de lo que sienten acerca de las decisiones personales.
Manejar las emociones: Manejarlas para que sean adecuadas se basa en la conciencia de uno mismo. Incluye la capacidad de serenarse, de librarse de la irritabilidad, la ansiedad y la melancolía excesivas. Los que tienen éxito conservan la compostura bajo estrés y se mantienen serenos en las crisis.
La propia motivación: El ser capaz de ordenar las emociones al servicio de un objetivo es esencial para prestar atención, para la motivación intrínseca, el dominio, y la creatividad. Está relacionada con la iniciativa, el afán de éxito y la adaptabilidad. Los que tienen éxito aceptan la responsabilidad, admitiendo sus faltas y errores y se ocupan de solucionar los problemas sin obsesionarse con el fracaso.
La empatía: Reconocer emociones en los demás es otra capacidad que se basa en la autoconciencia emocional. Los exitosos son sensibles; capaces de ponerse en el lugar del otro, demuestran tacto y consideración en su trato con todos.
Manejar las relaciones: El arte de las relaciones consiste en la habilidad para manejar las emociones de los demás. Los líderes con esta capacidad, fortalecen lazos entre las personas y aprovechan la diversidad en sus equipos. Ser capaz de manejar las emociones de otro es la esencia del arte de mantener relaciones y exige la madurez de otras dos habilidades emocionales, autocontrol y empatía.
Así, ser emocionalmente inteligentes significa conocer las emociones propias y las ajenas, poder manejar las emociones a partir de su conocimiento y, más importante aún, saber en qué situaciones es apropiado la expresión de las emociones y el efecto que causan en los demás. Por lo mismo, requiere de hacerse responsable del impacto que causan las emociones. Todo lo anterior conduce a un incremento en la capacidad de relacionarnos.
Muchos autores subrayan la importancia que las variables emocionales o motivacionales tienen para la conducta inteligente manifiesta.
MÁS ALLÁ DE LO INTELECTUAL
La capacidad intelectual es uno de los orígenes más importantes de las diferencias individuales que afectan al comportamiento y el desempeño en el trabajo. Entender la naturaleza de la inteligencia contribuye a tener relaciones interpersonales eficientes.La evaluación que se haga de la inteligencia de alguien puede influir en la manera de relacionarse con dicha persona. Por ejemplo, si usted considera que alguien es inteligente, buscará su opinión acerca de un problema difícil.
La inteligencia se asocia con la capacidad para aprender con rapidez, adaptarse a situaciones nuevas, emplear el razonamiento abstracto, comprender conceptos verbales y matemáticos y ejecutar tareas en las que sea preciso captar una relación.
David Wechsler la define como “la capacidad global del individuo para actuar en forma deliberada, pensar racionalmente y tratar de manera eficaz con su medio…”
LO COGNITIVO LO EMOCIONAL
Claramente, estas perspectivas enfatizan las variables cognitivas en el estudio de la inteligencia. Pero por cierto esto constituye solo parte del comportamiento inteligente.Muchos autores han empezado a subrayar la importancia que las variables emocionales o motivacionales tienen para la conducta inteligente manifiesta, tanto en la vida real como en las situaciones creadas por los tests mentales.
En este sentido, Gardner introduce el término de inteligencias múltiples para resaltar que son un número desconocido de capacidades humanas que van desde la inteligencia musical hasta la aplicada al conocimiento de uno mismo. Este autor pone énfasis en que estas capacidades son tan fundamentales como las que tradicionalmente detectan los tests que miden el coeficiente intelectual (CI).
Gardner está convencido de que es posible desarrollar estas diferentes inteligencias de manera independiente mediante un esfuerzo sostenido.
SOCIAL Y PRÁCTICA
Más allá de los factores de resolución de problemas y habilidad verbal incluidos tradicionalmente en las teorías, en muchos estudios empieza a surgir con fuerza un factor de competencia social.Se ha definido la inteligencia social como un conjunto de habilidades que permiten comprender a otros y actuar o comportarse en relación a otros, en forma sabia (Thorndike, 1920). Otros autores agregan que se trata de la habilidad para juzgar correctamente sentimientos, estados de ánimo y motivación de otros.
Sternberg (1985) ha propuesto la teoría de la triple inteligencia, la cual sostiene que esta está formada por tres subtipos diferentes: analítico, creativo y práctico.
El tipo analítico es la inteligencia tradicional que se necesita para resolver problemas difíciles. Esta se requiere para tener un buen desempeño en la mayor parte de las tareas académicas.
El tipo creativo permite el surgimiento de nuevas ideas, la imaginación y la combinación novedosa de las cosas.
Y el práctico es el tipo de inteligencia que se requiere para adaptar el entorno a las propias necesidades. La idea de la inteligencia práctica ayuda a explicar por qué alguien a quien le cuesta trabajo la escuela puede ser un empresario, político o atleta exitoso. Este tipo de inteligencia incorpora las ideas del sentido común, la sabiduría y la inteligencia aplicada a lo cotidiano.
Alguien con una gran inteligencia práctica también gozará de buena intuición, una forma de saber o razonar, basada en la experiencia, en la que la ponderación y el equilibrio de los datos se hacen casi en “un cerrar de ojos”.
Algunos ejemplos de una buena intuición incluyen el de un comerciante que tiene el presentimiento de que un cierto estilo será lo más cotizado en la siguiente temporada, el de un entrenador que ve posibilidades en un joven desgarbado y el de un supervisor que tiene la corazonada de que un vecino sería un muy buen empleado en su oficina. También se requiere de intuición para la inteligencia creativa.
En lo que se refiere a la inteligencia práctica, no existen tantos instrumentos de medición como en otros tipos de inteligencia, y quizás esto se deba a que no hay un constructo general que trascienda ciertos tipos de situaciones o tareas.
Uno de los enfoques más conocidos implica la simulación de situaciones de la vida real; por ejemplo, que los sujetos deban enfrentarse a tareas como responder cartas, llamar por teléfono o hacer memos en la mejor forma posible.
La idea básica en este enfoque es que la actuación en las tareas de la vida real implica un conocimiento tácito de un cierto tipo que nunca ha sido enseñado explícitamente y a veces ni siquiera verbalizado.
Entre las inteligencias prácticas que actualmente son tan valoradas en el lugar de trabajo está el tipo de sensibilidad que permite a los líderes efectivos captar mensajes tácitos.
Nos encontramos, entonces, en una intersección entre lo que podríamos considerar inteligencia y lo que es la estructura de personalidad. Así, la coherencia de esta última y el potencial para un comportamiento socialmente inteligente descansa en la tendencia del individuo a detectar las oportunidades para lograr las tareas que se ha propuesto, en los lugares más habituales y rutinarios de la vida diaria, lo que implica a menudo romper con las normas sociales y renunciar a costumbres y estrategias antiguas.
Así, podemos considerar que la flexibilidad para lograr las metas deseadas en la vida puede ser un indicador de la “sabiduría” de los individuos para “modificar sus hábitos” sin dejar de ser coherentes con sus motivaciones esenciales.
Según Gardner, es posible desarrollar las diferentes inteligencias de manera independiente mediante un esfuerzo sostenido.
LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
La teoría de la inteligencia múltiple ha evolucionado, centrándose cada vez más en la emoción misma.La inteligencia emocional (IE) es la habilidad para percibir, imaginar y comprender las emociones, usando esta información para tomar decisiones (Mayer & Salovey, 1995, 1997). Frecuentemente necesitamos hacer juicios complicados y, cuando nos equivocamos, nos vemos en problemas.
Las aptitudes emocionales que con más frecuencia han sido mencionadas en relación con un liderazgo exitoso son:
Conocer las propias emociones: La conciencia de uno mismo —el reconocer un sentimiento mientras ocurre— es la clave de la IE. Los que tienen mayor certidumbre respecto de sus sentimientos son mejores guías de su vida y tienen una noción más segura de lo que sienten acerca de las decisiones personales.
Manejar las emociones: Manejarlas para que sean adecuadas se basa en la conciencia de uno mismo. Incluye la capacidad de serenarse, de librarse de la irritabilidad, la ansiedad y la melancolía excesivas. Los que tienen éxito conservan la compostura bajo estrés y se mantienen serenos en las crisis.
La propia motivación: El ser capaz de ordenar las emociones al servicio de un objetivo es esencial para prestar atención, para la motivación intrínseca, el dominio, y la creatividad. Está relacionada con la iniciativa, el afán de éxito y la adaptabilidad. Los que tienen éxito aceptan la responsabilidad, admitiendo sus faltas y errores y se ocupan de solucionar los problemas sin obsesionarse con el fracaso.
La empatía: Reconocer emociones en los demás es otra capacidad que se basa en la autoconciencia emocional. Los exitosos son sensibles; capaces de ponerse en el lugar del otro, demuestran tacto y consideración en su trato con todos.
Manejar las relaciones: El arte de las relaciones consiste en la habilidad para manejar las emociones de los demás. Los líderes con esta capacidad, fortalecen lazos entre las personas y aprovechan la diversidad en sus equipos. Ser capaz de manejar las emociones de otro es la esencia del arte de mantener relaciones y exige la madurez de otras dos habilidades emocionales, autocontrol y empatía.
Así, ser emocionalmente inteligentes significa conocer las emociones propias y las ajenas, poder manejar las emociones a partir de su conocimiento y, más importante aún, saber en qué situaciones es apropiado la expresión de las emociones y el efecto que causan en los demás. Por lo mismo, requiere de hacerse responsable del impacto que causan las emociones. Todo lo anterior conduce a un incremento en la capacidad de relacionarnos.
Las neurociencias
Las neurociencias estudian las emociones y la conducta de los seres humanos. Y el arte, por caminos disímiles, también problematiza estas mismas cuestiones. Se puede tender un puente que grafique esta relación a partir de una cita cualquiera extraída de alguna de las grandes obras de la literatura. En el tercer acto de “Antonio y Cleopatra” de Shakespeare, Enobarbo dice que “estar furioso es no tener miedo a fuerza de tenerlo”. Cuando las neurociencias hoy intentan arribar al conocimiento de los factores biológicos que predisponen a la conducta agresiva, descubren que la propensión a esta conducta cuando es impulsiva parece estar asociada con una falta de autocontrol sobre ciertas respuestas emocionales negativas y una incapacidad para comprender las consecuencias de este comportamiento. Pero lo que puede sorprendernos aún más es que hoy se sabe que los circuitos neurales implicados en la regulación de la agresión están relacionados con las áreas cerebrales involucradas en el control del miedo. ¿No era justamente esto lo que “intuía” Shakespeare en su obra?
http://facundomanes.com/2014/08/03/shakespeare-el-precursor-de-los-neurocientificos/#more-1905
http://facundomanes.com/2014/08/03/shakespeare-el-precursor-de-los-neurocientificos/#more-1905
“Y entonces miras a tu alrededor: estás con mil personas y tienes la sensación de no tener a nadie contigo”.
http://principiodeuncomienzo.wordpress.com/2014/08/31/en-la-soledad/
Hacía tiempo que no me sentía así. Pensaba que ya lo tenía olvidado unos momentos que viví hace años. Pero me he dado cuento que no es así.
Entraba en el metro. Hora punta. La gente se agolpaba ya en la entrada. Golpes y más golpes. Pero aún así, sentía algo raro. Conseguí entrar en el vago, me senté. Pero esa sensación no se me iba. A pesar que tenía ante mí un viaje largo por delante, sentía que estaba en el vagón solo, absolutamente solo. Y eso que el vagón estaba lleno.
Me sentía solo aunque estaba totalmente rodeado de personas. Pero aunque hubiera estado rodeado de amigos, de familiares, me hubiera sentido igual.
¿QUÉ ME ESTABA PASANDO?
TODOS NOS HEMOS SENTIDO ALGUNA VEZ ASÍ, pero admitirlo es lo más difícil.
Vivimos rodeados de personas. En el trabajo, con los amigos, reuniones familiares, en el gimnasio, pero ¿Por qué cuando estamos solos en casa, lo primero que hacemos es poner la televisión o la radio? ¿Por qué no podemos estar solos en casa ni un día y buscamos insistentemente con quien quedar por no estar en casa? NOS DA MIEDO LA SOLEDAD, ESTAR EN SILENCIO.
¿POR QUÉ? Porque no queremos escuchar a nuestra conciencia, a nuestro corazón. Nuestro corazón siempre nos dicta el camino que tenemos que tomar en cada momento, pero por el miedo, por el qué dirán, le quitamos la “voz”.
Nos dejamos llevar por la inercia que la sociedad impone. Trabajo, metas impuestas por los demás, familia, consejos, recomendaciones…. Nos metemos de lleno en la vorágine de la sociedad, y nos olvidamos de nosotros mismos.
Cuando estamos solos, sabemos que no estamos actuando en ese “tema” de una manera coherente, porque nuestra conciencia nos lo dice. Pero le bajamos el volumen al instante. No queremos oír la verdad.
Sabemos que si queremos poner “solución” a ese tema que la conciencia nos dice, quizá nos tendremos que mostrar a los demás de forma diferente a lo que hemos hecho hasta entonces. Será mostrarte de corazón ante los demás, y eso da miedo, por lo que podría pasar.
Ponemos la televisión, la radio cuando llegamos a casa, por no escuchar lo que nuestro corazón nos esta gritando desde hace tiempo, pero en otras ocasiones, quitamos los espejemos de la casa, porque no nos reconocemos cuando nos miramos ante ellos.
Pensamos que podremos seguir viviendo, que ya se pasará el tema que nos “pre-ocupa“. Que lo que hemos estado haciendo hasta ahora es vivir, pero en el fondo sabemos que no es así. Vivir de verdad, de corazón, no es tratar unos temas y otros ocultarlos.
El silencio que estaba viviendo en esos momentos, a pesar de la multitud que tenía a mi alrededor, me estaba mostrando que había algo que no había solucionado en mí. El silencio te muestra , como te encuentras en esos momentos, si estas a gusto contigo o no.
En soledad, escuchándote a ti mismo , te das cuenta que la conciencia, tu intuición, o como quieras llamarlo , te dice que tienes que solucionar ese tema del miedo que tienes, ese desamor con tu pareja , o el cambio de trabajo que sabes que quieres pero que te da miedo dar el paso.
A mi me estaba diciendo que había que ponerle fin a una situación personal que llevo tiempo arrastrando.
Desde aquí, quiero quitarle el matiz que le damos a ese sentimiento de “soledad”.
Ese sentimiento, me ha hecho darme cuenta que mi vida no era la que estaba viviendo en esos momentos, hace años. Que mi pasión, mi felicidad no estaba en lo que realizaba en esos momentos o que amigos que llevaban muchos años a mi lado, no me aportaban nada, más bien me oprimían. Duele aceptarlo pero ahora doy gracias por haberlo vivido.
Esta vez me ha recordado que algo que sentía que estaba olvidado o más bien, superado, no es así y hay que ponerle solución.
Tenemos que agradecer el silencio cuando este entre nosotros, debemos dar gracias a esas cosas que nos dice nuestro corazón cuando sube el volumen, porque lo hace por nuestro bien. Quiere que llenemos ese vacío que tenemos dentro de nosotros.
No estoy diciendo, que el sentimiento de soledad, de silencio, sea algo bonito y agradable, lo pasé mal. Se pasa mal. Pero si algo duele, es que vale la pena.
Sentía el corazón oprimido, quería gritar pero no podía, tenía angustia y deseaba que el viaje se terminara lo antes posible. Pero ese sufrimiento me ha ayudado a ver el lado positivo, tras calmarme, que había algo que solucionar. Era todo por mi bien.
Otros se vuelven adictos a sufrir, haciendo el “asunto” más gordo con el paso del tiempo. ¿Por qué no mejor cogerlo por los cuernos y solucionarlo?
Yo te invito a que te encuentres contigo mismo. Fuera, en los demás, en acaparar bienes, en el alcohol, no vas a encontrar eso que buscas, eso que sientes que te falta. Eso está dentro de ti. La soledad no ha estado de moda nunca y ahora con las redes sociales, aún menos. Quien está solo de alguna manera, se le tachan de “raro”.
Habrá gente que le guste estar solo, como otros que no, toda opción es totalmente respetable. Pero yo te hablo del silencio, de la soledad contigo mismo.
¿Qué hacer cuando ese silencio te dice que hay algo que solucionar en tu vida?
1.- Aceptar. Duele y mucho saber, sentir que algo en tu vida no va bien. Pero si de verdad quieres poner orden en tu vida, es el paso esencial y primero que hay que tomar.
2.- Comprométete contigo mismo. Cueste lo que cueste, tienes que vivir de corazón, desde el corazón, cosa que tu corazón te está diciendo que no lo estás haciendo. Vivir de corazón es la misión que tenemos todos en la vida, es la de mostrarnos tal cual somos y sentimos.
3.- Da 1 paso. Que sea pequeño, son los más importantes y lo que proporcionan más gasolina para seguir constantemente en el camino
4.- Si te has comprometido contigo mismo y quieres solucionarlo, TE TIENE QUE DAR IGUAL LO QUE OPINEN LOS DEMÁS. ¿Quieres ser feliz por lo que te “recomienden” los demás” o por ti mismo? Tienes que escucharte a ti, a ninguna otra opinión más.
5.- CONSTANTE. Será duro, dolerá. Pero como bien se dice, si duele es porque vale la pena.
El silencio te ayudará a encontrarte de nuevo contigo mismo y eso que lo que voy a hacer. Seguir adelante, pero con una parada para reparar el “bastón” que usa mi corazón.
¿Tienes miedo al silencio? ¿Por qué? ¿Hace cuánto no escuchas a tu corazón de verdad? ¿Por qué si sabes que no estás actuando bien en un tema, lo sigues haciendo? ¿Tu vida se enfoca desde el corazón o desde el qué dirán?.
"Cerebro y experiencia"
El curso dinámico del desarrollo del cerebro resulta uno de los aspectos más fascinantes de la condición humana ya que conjuga la genética y la interacción con el entorno. El cerebro de un recién nacido representa solo un cuarto del tamaño del de un adulto y, en todo el transcurso de su infancia, experimentará un crecimiento intensivo y masivo de neuronas. Pero ese fenómeno eminentemente biológico estará condicionado por la experiencia, ya que será esta la que guíe qué conexiones neuronales se preservarán y qué conexiones se van a eliminar. Facundo Manes
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Cambio de hábitos
http://vstanhamtecnicaalexander.blogspot.com/2014/08/la-receta-para-el-cambio-de-habitos.html?spref=fb
¡Hola! Bienvenido al blog. ¿Cómo estás? Lo pregunto en serio, y la respuesta es para ti. Tomate unos segundos de quietud externa e interna para chequear cómo estás (física, mental, emocionalmente) y para decidir si estás bien dispuesto para leer el blog.
Este es un blog sobre Técnica Alexander en su relación con el cambio de reacciones habituales (físicas, mentales, emocionales).
El propósito de este blog es que experimentes con diferentes ideas sobre cómo hacer las cosas de otra manera, o cómo no hacerlas directamente.
Quien escribe es Victoria Stanham, profesora de Técnica Alexander. Me dedico a investigar y experimentar con esto en mi vida diaria.
Mi objetivo para hoy es que te puedas llevar una experiencia nueva del manejo de tu atención. También quiero brindarte al menos un concepto de organización mental que sea directamente aplicable al cambio de hábitos y que te resuelva una pregunta actual que tengas sobre este tema.
Si te interesa, tomate un minuto para preparar tu pregunta. Que sea concisa y clara.
A medida que sigas leyendo, andá notando los efectos de lo que leés en tu grado de tensión física, mental o emocional. Tratá de notar si lo que leés te pone nervioso, te enoja, te tranquiliza, te confunde, lo que sea.
Notá también si tu atención se va, y leés en modo automático, sin procesar la información. Si te pasa esto, pará, respirá y traé tu atención devuelta al presente. Si tu atención insiste en volarse a otro tema, revaluá si vale la pena seguir leyendo o si tendrías que estar haciendo otra cosa.
La habilidad de monitorear nuestra atención y nuestra reacción corporal a los estímulos del ambiente, es la base del éxito en cualquier cambio de hábitos que queramos lograr.
Una reacción habitual sigue esta secuencia:
1. Percibo estímulo (consciente o inconscientemente)
2. Respondo con una acción automática que no requiere pensar.
A veces esto es bueno y útil. Por suerte no tenemos que razonar cada acción que tomamos. ¡Sería agotador!
Pero a veces, nos damos cuenta que nuestra forma de reaccionar nos está causando problemas, y la queremos cambiar. Esto no es fácil porque el hábito es fuerte y cómodo (aunque nos haga mal).
Para tener éxito, tenemos que aprender a parar antes de reaccionar, y darnos tiempo para decidir la respuesta que queremos dar.
El problema es que los estímulos a veces nos pasan desapercibidos, y nos damos cuenta que estamos reaccionando de la forma habitual cuando ya está todo el pescado vendido.
La solución a este problema es aprender a percibir las señales que nos indican que ya estamos preparando una respuesta.
Nuestras respuestas arrancan mucho antes de lo que nos damos cuenta. Nuestros cerebros anticipan constantemente, construyendo nuestras respuestas en base a experiencias pasadas.
La anticipación se da como un estado simultáneamente físico, mental y emocional. Dónde quizás sea más fácil de notarla es en el cuerpo (cambio en el ritmo cardíaco o respiratorio, tensión muscular, cosquilleo, etc.).
A medida que aprendemos a ser conscientes de nuestras reacciones anticipatorias, empezamos a tener la posibilidad de cambiarlas.
Y para ser conscientes de nuestras reacciones anticipatorias,necesitamos volvernos conscientes de nuestro cuerpo.
¿Qué tenemos que sentir del cuerpo?
Es aquí donde la ayuda de un guía se vuelve valiosísima. Si me acompañás, me encantaría mostrarte los caminos que yo ya recorrí.
En resumen, la nueva reacción que queremos establecer seguiría esta secuencia:
1. Percibo estímulo (consciente o inconscientemente)
2. Percibo reacción anticipatoria… y la suelto.
3. Recuerdo mi propósito.
4. Reevalúo mis opciones de respuesta.
5. Decido una respuesta.
6. Ejecuto mi elección manteniendo consciente mi propósito y monitoreando mi respuesta.
Llegaste al final del blog. Es tu momento de evaluar.
¿Se respondió tu pregunta?
Hasta la próxima.
Victoria
Libre albedrío... ¿libre?
http://www.xatakaciencia.com/biologia/libre-albedrio-libre?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+xatakaciencia+%28Xataciencia%29
Comentarios 3
Cuando tenemos pensamientos o tomamos decisiones siempre pensamos que lo hacemos con total y libre albedrío. ¿Seguro? Para empezar, los magos conocen técnicas por las que pueden convencernos de que hemos escogido, por ejemplo, una carta cuando realmente han sido ellos quienes nos han condicionado para que escojamos la que ellos quieren. ¿Sería esto libre albedrío? Tanto si es como así como si no lo es, no es de este tipo de decisiones de las que os quiero hablar.
Resulta que es posible que virus, bacterias y protozoos pueden manipular el comportamiento y desarrollo de algunos otros animales o insectos sin ser detectados.
Por ejemplo, las hormigas carpinteras son víctimas de un hongo debido al cual sufren convulsiones cayendo de los árboles. Pasados unos días la hormiga se aferra al dorso de una hoja clavando las mandíbulas en ella. La pobre hormiga no puede liberarse de la hoja incluso después de morir, con lo que el hongo aprovecha el cuerpo de la misma para crecer y liberar sus esporas. Hay cuatro especies de hongos adaptados a cada especie de hormiga. Hay ciertos gusanos a los que les gusta chapotear en los intestinos de las aves. Cuando son expulsados en las deposiciones se retuercen hasta acabar siendo introducidos en hormigas, que se tornan rojas como cerezas y toman la apariencia de bayas deliciosas para que las aves vuelvan a ingerirlos, y así los gusanos vuelven a chapotear de nuevo en los intestinos de las aves.
Y luego está la bacteria Wolbachia que infecta a avispas, mosquitos, mariposas, moscas y escarabajos. Sólo puede reproducirse en los huevos de la hembra, así que, como un Herodes de la Biblia, mata a todos los niños que encuentra liberando unas toxinas genéticamente producidas contra los machos. Hay casos en los que incluso manipula los genes que determinan el sexo de los insectos, convirtiendo las larvas de machos en hembras.
Sin embargo, ¿es posible que un ataque de estos vaya al cerebro y nos obligue a cambiar el comportamiento sin que ni siquiera nos demos cuenta de ello? Pues sí: el Toxoplasma gondii es un protozoo unicelular que posee casi 8000 genes. Originariamente estaba asociado a los felinos, pero también se ha adaptado a los murciélagos, ballenas, elefantes, etc.
Entran en sus presas a través de las heces que los contienen o cuando una animal se come a otro que está infectado. Cuando este protozoo invade un mamífero va hacia el cerebro, a la zona de la amígdala, donde forma unos quistes diminutos. Y es en la amígdala donde tenemos el procesamiento de las emociones, placer, ansiedad, etc. Incluso puede alterar el olfato de su presa.
Los roedores que son criados en el laboratorio corren a esconderse en un agujero sólo con oler la orina del gato. Es un miedo instintivo que tienen grabado en sus genes. Pero las ratas expuestas al toxoplasma siguen teniendo miedo al olor de la orina de otros muchos depredadores, excepto la de los gatos. En el resto de sus costumbres y comportamientos es perfectamente normal. En cuanto esos ratones huelen la orina de gato les late la amígdala como si estuvieran delante de una hembra en celo, incluso se les hinchan los testículos.
El Toxoplasma puede clonarse a sí mismo dividiéndose en dos, pero también puede reproducirse sexualmente sólo en el intestino de los gatos y eso es precisamente lo que buscan. La orina del gato les da esta oportunidad, y así los gatos van a cazar a las ratas y comérselas, de manera que el Toxoplasma vuelve al intestino de los felinos.
¿Cómo es posible que puedan hacer una cosa así? Los científicos han descubierto que dos de los ocho mil genes ayudan a sintetizar la dopamina, la que a su vez, ayuda a activar los circuitos de gratificación del cerebro.
Y está muy bien que afecte a roedores pero, ¿puede afectarnos a nosotros? Sólo diré que hay gente que tiene muchos gatos en casa y no notan el olor de su orina. Algunos incluso, admiten que les gusta (no sin cierta vergüenza). Y un caso que se conoce de lo que se podría llamar "adicción" a los gatos es Jack y Donna Wright que constan en el Libro Guinness de los Records con nada menos que 689. ¿Podría el Toxoplasma haber afectado estos cerebros? Por lo menos, no podemos descartar que nuestro libre albedrío podría no ser tan libre como pensamos.
Fuentes:
Sam Kean, El pulgar del violonista.
Foto:
Wikipedia, Scott O'Neill
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