Equilibrio entre la determinación y la paciencia
Otro importante equilibrio en la vida es el que se consigue mediante la determinación y la paciencia. Necesito determinación para conseguir una meta. No dejo que las distracciones me alejen de lo que me he propuesto conseguir. Esa firmeza es muy admirable, sin embargo, llevada al extremo, esa determinación se convierte en cabezonería y, con cabezonería la persona se olvida del arte de escuchar a los demás y no se mantiene ni fácil ni flexible. La determinación, para que sea correcta, tiene que ir equilibrada con la paciencia.
Paciencia significa cambiar y seguir un objetivo pero sin presión. La paciencia me enseña que no todo depende de mí; a menudo tengo que esperar, tengo que tolerar situaciones y personas mientras intento conseguir mi objetivo. La paciencia es calma y quietud, permitiendo que el gran factor del tiempo juegue su parte.
El jardinero tiene la determinación de plantar un hermoso jardín y hace todos los preparativos necesarios, sin embargo necesita paciencia. El sol, la tierra, las estaciones, el tiempo, todos tienen su papel que representar e incluso las semillas mismas germinan en su propio momento. El jardinero no puede forzar que todas germinen juntas y den la misma fragancia.
La paciencia es una gran virtud, pero en su extremo puede convertirse en descuido y pereza. “Mañana, mañana”, “no tengas prisa”, algunas veces tales frases pueden venir de la pereza más que de la sabiduría. Así, podemos ver que para conseguir éxito en nuestros objetivos necesitamos de ambas: determinación y paciencia.
Para mantener cualquier equilibrio es importante interiorizarnos y tomar poder de nuestras fuerzas interiores y después utilizar ese poder en los patrones de pensamientos, palabras y acciones que creamos. No vamos hacia dentro para quedarnos allí, sino para descubrir aquello que falta en nuestras vidas. Es en el verdadero y profundo silencio que emergemos de nuevo el poder para mejorarnos a nosotros mismos.
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