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Llevo bastante tiempo sin escribir para el blog. Desde antes de verano, me he dedicado a colgar referencias de artículos para los que había hecho alguna declaración. Me he recreado en pensar por qué y mil excusas surgían en mi cabeza, primero que si tenía mucho trabajo, después las vacaciones, luego el síndrome post vacacional… como digo, excusas para no aceptar lo que en realidad me pasaba. No tenía ganas de escribir… para que suene más bonito, no me sentía inspirada. Ahora me doy cuenta de que durante este tiempo, he vivido inmersa en emociones que no me animaban a la acción, sino a todo lo contrario a parar, recogerme y reflexionar. Sin embargo, de nuevo, de repente tengo la necesidad y el deseo de escribir y quiero hacerlo sobre una técnica que a mi me ayuda a conocerme y entenderme y, en ocasiones a ser más tolerante con los demás. Es la Dialéctica Emocional©, un diálogo interno con nosotros mismos a través de preguntarnos sobre nuestras emociones. Lo que buscan las preguntas es identificar el “para qué” y no el “por qué” de la emoción. Esta técnica me ha ayudado a no “agobiarme” ni “juzgarme” por no haber escrito nada durante estos meses, he conseguido aceptar que simplemente no era importante para mí hacerlo y que no estaba comprometida con la tarea de escribir durante ese tiempo, sino con otras, por eso no me he forzado y he respetado mi necesidad.
Las emociones son una guía, como una brújula que puede ayudarnos a marcar nuestro rumbo. Sirven para algo más que hacernos sentir. Proporcionan información valiosa sobre cómo nos afectan las cosas y nos ponen en movimiento. Esto las convierte en una interesante herramienta para tomar decisiones, que no siempre tenemos en cuenta ya que pensamos erróneamente que pueden despistarnos o desviarnos de nuestro objetivo. Esta creencia sobre las emociones, es real si vivimos las emociones sin conciencia. Obviamente no se trata de estar siempre pendiente de qué sentimos o indentificar qué emociones tenemos en cada momento, ya que sería agotador… de lo que se trata es de poner atención en ellas en momentos cruciales o cuando no entendamos qué nos sucede. Las emociones nos ayudan a conocernos mejor a nosotros mismos.
A modo de ejemplo, podemos decir que la tristeza nos da información sobre aquellas cosas que son importantes en nuestra vida. Acontece cuando nuestros valores se tambalean. La vida moderna que nos anima a vivir estresados hace que en ocasiones descuidemos nuestros valores y seamos incoherentes al no poder dedicar el tiempo que nos gustaría a mantenerlos vivos. La tristeza también aparece cuando vivimos una pérdida, o incluso cuando prevemos que va a ser así, es capaz de anticiparse a la situación. La tristeza tiene que ver con nuestras necesidades. Cuando te sientas triste y no sepas qué sucede, pregúntate: ¿Qué cosa importante en mi vida estoy descuidando?, ¿Qué estoy perdiendo o voy a perder? La técnica de la Dialéctica Emocional© también añade preguntas que tienen que ver con el contrario: por ejemplo en el caso de la tristeza hablaríamos de su peor enemiga que es la alegría o la felicidad ¿Qué es lo que no te permite estar alegre? ¿Qué necesitarías para sentirte más feliz? ¿Qué añadirías? ¿Qué cuidarías en este momento?
El caso de la alegría es bien diferente, nos habla de lo que sí tenemos en nuestra vida y de lo que queremos. Nos hace disfrutar y lo que queremos en la vida. A veces es ruidosa, a veces es silenciosa, pero cuando llega sabemos claramente que es ella. Es una emoción muy placentera, que además nos hace mantenernos más jóvenes y con energía. La alegría tiene que ver con nuestros deseos. Lo que me parece más interesante de esta emoción es que nos anima a la acción y sobre todo, que funciona como un indicador de compromiso. Aquello que realmente nos mueve a comprometernos, no nos agobia, ni enfada, ni nos pone tristes… nos hace sentir alegría. Algunas preguntas para la alegría: ¿Qué quiero mantener de lo que me está sucediendo?, ¿Qué quiero repetir de lo que estoy viviendo? ¿Cómo puedo tener más de esto en mi vida? Las preguntas sobre lo contrario, tendrían que referirse a la tristeza: ¿Cómo sería esta vivencia desde la tristeza? ¿Qué suceso o acontecimiento te pondría triste de esta situación?
La ira nos da información sobre hasta dónde pueden llegar los demás. Nos ayudan a entender dónde están nuestros límites y a ponerlos (si la hacemos caso, claro) Muchas personas no registran la ira, han aprendido a no enfadarse… y por eso, no saben dónde están sus límites y tienen dificultades para decir “no” a los demás. El primer paso para ser asertivo es identificar qué cosas nos enfadan, si no lo hacemos ¿Cómo podemos saber lo que sí y lo que no queremos? Cuando estés enfadado o iracundo, pregúntate ¿Qué ha sucedido que yo no quería? ¿Qué límites he o han sobrepasado? La pregunta contraria tendría que ver con emociones relacionadas con la paz y la tranquilidad: ¿Cómo me sentiría más relajado en esta situación? ¿Qué necesito para calmar la ansiedad? ¿Qué tendría que desaparecer o aparecer en este momento para poder experimentar ternura?
Lo interesante de utilizar las emociones de esta manera, a través de la identificación (conciencia emocional) y de hacernos preguntas a favor y en contra de ellas (dialéctica emocional), es que nos proporcionan información actualizada, en tiempo real sobre nosotros mismos y nuestras circunstancias. La Dialéctica Emocional© puede utilizarse de manera individual o con la ayuda de un coach, también puede aplicarse en dinámicas grupales para analizar y resolver conflictos.
Cuando nos enganchamos en una emoción, entre otras cosas puede ser porque no entendemos lo que nos quiere transmitir, no sabemos interpretarla. Por eso, transitar por el abanico emocional sin engancharnos, pasar de una emoción a otra sin problema, es saludable, es un indicador de que nuestra brújula interior funciona y que podemos fiarnos de ella. Porque una brújula que siempre marca el norte, no sirve para nada. Deja de ser útil para informarnos del cambio de rumbo.
Dialéctica Emocional©, Marta Romo.
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