Serendipidad o casualidad buscada
Por: Amalio A. Rey
Palabra rara (y fea) como pocas, pero sugerente. Me veo usándola cada vez más en las charlas con emprendedores y con gente que se dedica a la innovación. No es fortuito porque la complejidad de los tiempos que corren encaja bien con la serendipidad.
Proviene del término anglosajón “serendipity” y suele ser traducida de muchas maneras: “serendipia”, “serendipismo” o como titulo este artículo: “serendipidad
Ejemplos de serendipidad hay muchos, incluidos innovaciones tan determinantes como la Penicilina. La Wikipedia achaca a este fenómeno inventos tan variados como el dulce de leche, el celuloide, la estructura del átomo, el principio de Arquímedes, el Teflón e incluso, el mismísimo descubrimiento de América (recordemos que Colón buscaba la India cuando “se encontró” con el Nuevo Mundo).
Por cierto, Nicholas Carr dice que Internet es probablemente “the greatest serendipity engine in the history of culture” por la capacidad que tiene la web de descubrir caminos inesperados y llevarnos por senderos de información que no habíamos previsto.
Pero… ¿Y por qué hablo de “casualidad buscada”? Suena contradictorio, pero la serendipidad bien practicada, como estrategia, es precisamente eso: crear condiciones para que las “casualidades afortunadas” se produzcan con más frecuencia en tu vida, o en tu organización. De eso trata este artículo.
Una pequeña historia…
Me he inventado una historia para explicar lo que es la serendipidad, y que me funciona bien en mis talleres.
Resulta que María José quiere cobrar una Letra atrasada que le debe Julián desde hace 6 meses. Se entera que éste irá al próximo curso de formación que celebra la Asociación de Empresarios de su localidad, así que ha decidido ir para presionar por el cobro. El teléfono ya no funciona porque su deudor no le responde nunca. El día del curso no consigue sentarse cerca de Julián pero no le quita ojo, porque María José está decidida a cumplir el plan por el que se decidió a asistir. La temática del taller, en principio no le interesa para nada.
Apenas comienza el curso, como es curiosa, empieza a darse cuenta que el tema le gusta y que era algo muy distinto a lo que esperaba. Además, le sugiere una nueva línea de negocio muy prometedora que ella podría acometer en su empresa, y en la que no había pensado. Rápidamente se olvidó de Julián y puso atención en lo que escuchaba. Después, su vecina de asiento (Luisa) hizo una intervención que le llamó mucho la atención y entonces aprovechó para hacerle unas preguntas y proseguir la conversación con ella en el café.
Pues eso, María José cambió rápido su plan (por cierto, ya Julián había desaparecido y ella ni se dio cuenta), y empezó a darle vueltas a la idea del ponente, y a conversar con su compañera de asiento. No cobró su préstamo, pero allí nació una idea de negocio (y una socia para acometerlo) que le reportó diez veces más ingresos que los que pretendía cobrar ese día si se hubiera cumplido el plan previsto.
Vale, hay un poco de suerte en todo esto: enterarse que Julián iría precisamente a esa charla y también, que se sentara a su lado Luisa, su nueva socia. ¿Pero es solo fruto de la casualidad? Por supuesto que no. María José tuvo la curiosidad de “perder el tiempo” poniendo atención en algo que inicialmente no se aplicaba a su negocio, y también la flexibilidad necesaria para abandonar su plan original (cobrar, cobrar, cobrar) y dedicar todas sus energías a atrapar un tren que se le había cruzado inesperadamente. Otros se hubieran obsesionado en vigilar a Julián o en tragar minutos consultando el móvil porque aquello no iba con ellos.
John Adair, en su excelente libro “The Art of creative Thinking”, dedica todo un capítulo a la “práctica de la serendipidad”. Comienza su exposición citando a Marcel Proust: “the real magic of discovery lies not in seeking new landscapes but in having new eyes”, lo que nos recuerda que la serendipidad nace de la curiosidad y del foco abierto. Hay que estar preparados, nos dice, para esperar lo inesperado.
Esa predisposición, por cierto, se manifiesta más en personas con un amplio rango de intereses. Me recuerda en cierto modo al “hombre del Renacimiento”, que estaba abierto a explorar nuevos territorios y al que nada le era ajeno. Estar dispuesto a “perder el tiempo” en cosas que no tienen una utilidad inmediata aumenta las posibilidades de producir serendipia. Esa actitud aventurera facilita mucho el encuentro con la casualidad buscada.
Serendipidad y planificación
La serendipidad refleja algo que el viejo management se ha empeñado en desdeñar siempre: el fascinante po- der de lo aleatorio en los procesos de innovación y creatividad, y que cristaliza desde una actitud de “dejarse llevar” que niega la sobreplanificación y cree en la magia de las conexiones espontaneas.
Siempre se nos ha dicho que hay que planificar, prever, definir caminos, fijar objetivos y en definitiva, identificar con claridad qué buscamos y cómo en cada momento. No es un mal consejo, pero se ha abusado de ello, hasta el punto que la obsesión por la planificación ha llevado a construir modelos tan eficientes como rígidos y poco creativos.
Detrás de la planificación suelen haber muchas barreras asociativas. Una especie de path dependence (dependencia del pasado) que genera automatismos del tipo “lo que has visto hasta ahora condiciona tu forma de ver el futuro”. La experiencia fija con cierta rigidez hacia dónde deberías mirar con más atención, pero a riesgo de que te pierdas mirar en otras direcciones.
Quién no conoce la famosa cita de Picasso que dice “yo no busco, encuentro”. Pues mira, si bien las organizaciones no pueden funcionar así (conviene, ciertamente, tener unas pocas ideas claras), sí que es positivo crear condiciones no solo para “buscar” sino también para “encontrar”. De hecho, concentrarse en el proceso (sin un objetivo tan predeterminado) y no en los resultados conduce, a veces, a mejores resultados.
Un ejemplo útil, aunque algo manido, de serendipidad en el proceso de innovación es el Post-it de 3M. No se buscaba un pegamento así pero se encontró uno mejor, y fue posible gracias a que había una persona, y sobre todo un sistema, que estimulaba la innovación espontánea y estaba preparado para “ver” más allá de lo previsto. Lo que puede parecer un simple golpe de suerte es a menudo una cultura que se estimula conscientemente.
Sí, comprendo, parece un contrasentido que recomiende “políticas de más aleatoriedad”, algo que suena precisamente a no-política, pero ya veremos en los siguientes puntos a qué me refiero.
Serendipidad en el diseño de redes
La serendipidad adquiere cada vez más significado en el diseño y promoción de redes.
Algunos decisores públicos se empeñan, por ejemplo, en sobreorganizar los clusters y las redes de innovación, poniendo múltiples normas y definiendo una retahíla de objetivos sosos e inalcanzables. Se pretende con ello generar “lazos fuertes”, casi orgánicos, en forma de alianzas, fusiones y contratos, y es así como tienden también a medir los resultados de forma maximalista.
Sin embargo, la gracia de las redes no está solo en esas expresiones tan formales de las conexiones, sino también en los llamados “lazos débiles”, que se tejen entre personas que consiguen sintonizar en medio de la fiesta gracias a que pueden compartir con libertad en un espacio abierto y sobre todo, pensado para la conversación.
En la creación de una red subyace una lógica, la de que hayan sinergias potenciales entre sus miembros. Pero a partir de ahí, si creas las condiciones para la conectividad aleatoria, seguro que se destapan asociaciones insospechadas.
Esos lazos débiles no se forjan alrededor de un propósito o resultado definido a corto plazo, pero ayudan a construir la confianza necesaria para que aumenten los contactos y las probabilidades de que se termine descubriendo una oportunidad de colaboración.
Las buenas redes son como los bazares, donde prospera el caos creativo, la iniciativa bottom-up y el sentido común.
El regulador se echa a un lado para dar paso al facilitador, que intenta conectar a potenciales complementadores (de ese modo “busca”), pero al mismo tiempo crea espacios donde la aleatoriedad se abre camino para propiciar encuentros fortuitos e inesperados (así se “encuentra”). Conexiones que nadie, pero nadie, podía prever, y que por imprevistas suelen ser las más innovadoras.
¿Cómo aumentar la conectividad aleatoria en las redes?
Generar estos “espacios para la serendipidad” tiene su dificultad y no basta con abandonar el hábito de la sobre- planificación. A mí se me ocurren algunas cosas que se pueden hacer para acelerar el proceso:
1. Enlaces fortuitos: Provocar combinaciones aleatorias entre los miembros de la Red, por ejemplo, formando parejas al azar para que se reúnan a hablar sin objetivos predeterminados.
2. Sensibilización: Concienciar a los participantes de la importancia de los “lazos débiles” como estrategia para construir redes sostenibles, lo que implica desmarcarse de la “ansiedad por los resultados” que a menudo imprimen estas iniciativas.
3. Voluntariedad: Insistir en que la participación es voluntaria, y solo deben estar los que realmente quieran estar. No forzar a nadie para que esté, porque entonces solo va a molestar.
4. Casos de éxito: Difundir los primeros éxitos que salgan de las combinaciones aleatorias para contagiar optimismo a los que participen en el “juego”, demostrando que es viable.
5. Espacios para conversar: Concebir entornos y espacios de encuentro relajados que estimulen a conversar sin prisas, pues se necesita estar cómodos para alargar una conversación que despeje el camino al descubrimiento.
6. Dinamizadores: Utilizar “agentes-conectores” que hagan la función de “nodos de serendipidad”, es decir, personas inquietas y curiosas que pongan en contacto a otras más tímidas, e inyecten vitalidad a la red.
Hablo de pocas reglas pero, como se aprecia, habrá que hacer algo más que simplemente “dejar-hacer” para multiplicar los chispazos. El papel del dinamizador de la Red es juntar, motivar, crear entornos cómodos, provocar el inicio de la conversación e incluso (si se atreve), sugerir pistas; pero del resto se encarga la gente.
Serendipidad en las iniciativas de transferencia de tecnología
Esto tiene mucha aplicación en las iniciativas de transferencia de tecnología. A veces retrasamos en exceso las reuniones entre empresarios e investigadores universitarios, pretendiendo anticipar con la exactitud del francotirador las tecnologías que interesarán a ambas partes. Después, según mi experiencia, casi nunca se cumple lo que preveíamos, y los acuerdos se consiguen en puntos totalmente inesperados.
Eso es así porque resulta muy complicado emparejar (y peor aún, “sincronizar”) oferta y demanda desde el despacho de una OTRI. Por eso mi recomendación es siempre la misma: ¡¡que se reúnan, que conversen!!
De hecho, el principal indicador por el que se debería medir el trabajo de una OTRI (Oficina de Transferencia de los Resultados de Investigación) es el número de reuniones o encuentros que consigue cerrar entre investigadores y empresarios. Aunque no haya una agenda tan clara, ni una oportunidad tan bien identificada, el solo hecho que se vean y conversen, abre la oportunidad para que se inicie el chispazo y pueda producirse la serendipia.
Nunca seremos tan listos para anticipar lo que de ahí puede salir, y si intentamos planificar las conexiones, estaremos haciendo un flaco favor a la innovación.
Hábitos sanos para provocar serendipidad
Antes de terminar quiero comentar algunas prácticas que pueden ayudar a provocar situaciones aleatorias afortunadas. Son “juegos” o hábitos que se pueden incorporar en la vida diaria y que recomiendo seguir:
1. Renuncia a las etiquetas antes de entablar relaciones. Si etiquetas por anticipado, es difícil que descubras aspectos interesantes de la otra persona porque la percepción se estrecha.
2. Siéntate en cualquier mesa, por azar, en las comidas que se organizan en los eventos. No “busques” la mesa de tus amigos y afines, sino prueba “encontrarte” con gente inesperada eligiendo (por ejemplo) la “cuarta mesa que quede a la izquierda” (esta práctica me funciona de maravilla, la aconsejo).
3. Resérvate algún día de tus viajes turísticos para patearte las calles sin rumbo, sin destino preciso. Déjate llevar por la intuición y la curiosidad, sin saber bien lo que te vas a encontrar.
4. Abre un libro cualquiera en una página cualquiera, y elige la tercera palabra de la quinta fila (por ejemplo), entonces úsala para despertar tu imaginación o para combinarla con un problema que tienes que resolver a ver qué sale. Este juego lo practican muchos escritores para encontrar la musa perdida.
5. Entra a una biblioteca, o a una librería, y elige un punto aleatorio de donde sacar un libro, y disponte a echarle a un vistazo, incluso intenta leerlo. Lo mismo descubres un autor formidable que no conocías o te sale el negocio de tu vida, como la historia que he contado antes de María José.
6. Prueba a rotar un globo terráqueo poniendo el dedo en un punto a ver en qué lugar se detiene. Si estas dudando a dónde irte de vacaciones, y te alcanza el dinero para salirte de las opciones de siempre, este juego puede sugerirte nuevos destinos en los que nunca hubieras pensado.
7. Resérvate un 10% de tus ponencias y conferencias para aceptar invitaciones que, en principio, no te gustan, y rechazarías si no estuvieras abierto a la sorpresa (eso suponiendo que pudieras elegir).
8. Practica el 70/30 en la gestión de tu organización: “busca” un 70% del tiempo (con la mirada puesta en ciertos objetivos), pero siempre deja como mínimo un 30% abierto a “encontrar”, no sujeto a planificación.
Recuerda, las verdaderas oportunidades (esos trenes que pasan una sola vez) casi nunca lo parecen. Hay que ser muy inquieto y curioso para sacar provecho de situaciones inesperadas. Déjate llevar y cambia el plan si vale la pena. Las casualidades se buscan, sí señor.
http://www.emotools.com/conocimiento/innovacion-20/open-innovation-lista/
Open Innovation: Lista de tareas
Por: Amalio A. Rey
Aporta un listado de 25 recomendaciones o tareas prácticas que puede seguir un promotor de innovación para adoptar este modelo en cualquier organización. Demuestra, además, que la Innovación Abierta ofrece un amplio margen para la creatividad, dentro de la cual es posible acometer proyectos de naturaleza muy diversa.
Este artículo está escrito con dos fines: 1) sugerir tareas prácticas que se pueden acometer en las empresas para practicar la Innovación Abierta, 2) demostrar que esta forma de gestionar la innovación ofrece un amplio margen para la creatividad, dentro de la cual es posible acometer proyectos de naturaleza muy diversa.
Si todavía no eres un entendido del tema, antes de seguir te propongo que leas el artículo FAQ sobre Innovación Abierta, que puede servirte de amplia introducción al concepto, y te ayudará a poner en contexto todo lo que aquí cuento.
Tres dimensiones de la Innovación Abierta
El carácter “abierto” de la Innovación Abierta (IA) se puede resumir en la capacidad de la empresa para buscar fuera sin complejos e interactuar más y mejor con su entorno a fin de extraer el máximo valor de él.
Desde la perspectiva de eMOTools, y su modelo de “innovación 2.0”, el propósito anterior se sustenta, en tres principios que efectivamente sugieren apertura en su sentido más amplio:
1. CAPILARIDAD, entendida como la disposición y capacidad de una empresa de “escudriñar afuera” con inteligencia para absorber y aprender de su entorno. Sobre este punto, te invito a que leas el artículo “Capilaridad, Exteligencia e Innovación Abierta”.
2. EMPRESA-RED, que consiste en relajar los límites (físicos y mentales) de la organización para concebirla en red, superando hábitos endogámicos y concediendo a las fuentes externas tanta importancia como a las internas, hasta el punto de sacar afuera lo que se haga mejor que adentro o que sirva para potenciar los recursos propios
3. DISEÑOS ABIERTOS, que sugiere la necesidad de combinar, en sus dos variantes: 1) aprovechando partes y piezas que existen en el mercado con el fin de conformar productos propios, y/o, 2) facilitando a otros fabricantes el uso y manipulación de los productos propios para generar nuevas combinaciones que contribuyan a mejorar la experiencia de usuario. Sobre este punto, tienes más información en: “Diseños abiertos”.
Los principios antes apuntados enlazan necesariamente con dos premisas básicas: 1) abrir las puertas de la empresa a lo que ocurre afuera para que entre aire fresco, 2) aprovechar al máximo los recursos externos para apalancar los propios.
Agenda para la acción: ¿qué cosas puedes hacer?
A continuación voy a listar un conjunto de recomendaciones que se pueden traducir en acciones concretas, posibles proyectos o tareas que podrías impulsar en tu organización para “aterrizar” el concepto de IA, y desplegarlo en las tres dimensiones antes señaladas.
CAPILARIDAD
1. Dedica tiempo para gestionar el “Know-who” (“saber-quién”) que más interesa a la empresa. Identifica las fuentes externas de conocimiento más prometedoras y úsalas con una sistemática.
2. Sal de la empresa, levanta la cabeza del laboratorio, asiste a eventos, jornadas y ferias para exponerte y sobre todo, lo más importante, para conversar (¡¡y escuchar!!) el mercado.
3. Re-piensa la organización para sembrar “antenas” (tanto roles como prácticas) que ayuden a identificar, incorporar y añadir valor de las fuentes de conocimiento externo.
4. Crea una red de “ojeadores”, sensible y con mente-abierta, que rastree el mercado buscando oportunidades de innovación en forma de “demandas” u “ofertas” que sean prometedoras (salvando las distancias, puedes inspirarte en la creada por P&G = C&D).
5. Construye “redes de confianza”, formadas por gente competente y de probada capacidad, que te ayude a monitorizar y cribar información, y sobre todo, a detectar patrones de tendencias.
6. Usa las herramientas 2.0 (software social) para “escuchar” la gran conversación que se produce ahora mismo en Internet, mientras lees este artículo, sobre tu empresa, tus productos, tu sector y todo lo que afecta de algún modo el presente y futuro de lo que haces.
EMPRESA-RED
7. Educa para apreciar positivamente las innovaciones traídas desde fuera. No solo vale reconocer que “esto-se-inventó-aquí”, sino que también tiene mérito comprobar que “lo-supimos-traer-de-fuera”. No hay nada malo en ello si genera valor para tus clientes.
8. Valoriza activos “dormidos” (patentes, etc.) por cualquier canal posible con el fin de generar ingresos adicionales o mejorar tu posición en el mercado. Limpia tu cartera de activos tecnológicos, ponla en valor, crea spin-off, incluso dona tus patentes pero… ¡¡haz algo, por favor!!!
9. Colabora con tus usuarios y clientes para que se integren motivados en tus procesos de innovación. Cultiva una cultura de “co-creación” dentro una lógica coherente de “comunidades de innovadores”.
10. Trae gente “rara” de fuera y júntala a trabajar con tus equipos. Mientras más diferentes, y complementarias, mejor!!! (Inspírate en este artículo que trata sobre el proyecto “Disonancias”)
11. Enlaza bien lo que viene de fuera con tus recursos internos. Tendrás que aprender a gestionar mejor la diversidad, las paradojas, e incluso los conflictos e ineficiencias que acompaña este mestizaje.
12. Invierte en Centros Públicos de Investigación para que te ayuden a generar conocimiento
13. Implica a tus proveedores en los procesos de innovación. Tendrás que ser muy persuasivo para motivarlos a que aporten valor en algo que, en principio, no es suyo.
14. Potencia una cultura de compartir en toda la organización, para que la colaboración con otras empresas y entidades sea vista siempre como una oportunidad para aprender.
15. Adopta una visión global de las cosas, buscando talento en cualquier lugar donde esté, porque te mueves en un espacio geográficamente ilimitado de oportunidades.
16. Aprovecha los “marketplaces” o “ideagoras” de tecnologías e ideas para abaratar el acceso al talento mundial. Publica “desafíos tecnológicos”, para propiciar que “vaya a ti el talento” de un modo más eficiente. La clave está en ¿Cómo encontrar rápido al mejor talento posible esté donde esté?
17. Adopta una visión flexible al filtrar proyectos e ideas, tomando el modelo de negocio como criterio de filtrado pero implementando al mismo tiempo “segundas revisiones” para extraer valor de los “descartes”
18. Gestiona proactivamente la IP, y no con el exagerado sentido defensivo que se ha venido haciendo hasta ahora. No te preocupes tanto por “evitar la copia” de tus competidores, y mejor dedícate a “valorizar” los activos que tienes.
19. Implementa nuevas métricas para medir tus esfuerzos y resultados de innovación. Los modelos abiertos ponen en entredicho, como era de esperar, los parámetros que hemos usado hasta ahora para medir el grado de innovación de una empresa.
DISEÑOS ABIERTOS
20. Adopta estándares en lugar de tecnologías propietarias = “Todo lo que no habla con lo demás acaba muerto” (Andreeseen, co-fundador de Netscape).
21. Inspírate en el modelo-APIs: En caso de usar tecnologías propietarias, provee soluciones de interfaz tipo APIs para hacer que sean compatibles con otras plataformas y facilites la remezcla por parte de los usuarios o de otros proveedores
22. Adopta el modelo-Mashups: En lugar de diseñar todo nuevo y con tecnologías propias, aprovecha datos, aplicaciones y piezas que ya existen en el mercado, incluso de posibles competidores = “Hay demasiado hecho por ahí para cometer la tontería de no aprovecharlo”.
23. Facilita la combinación de productos propios con piezas y soluciones de otras marcas (precisamente lo contrario que hace LEGO)
24. Sigue el modelo-Widgets: Propicia el libre desarrollo por otros fabricantes de complementos o plug-in que enriquezcan tu producto-base.
25. Apuesta por la modularidad: Esfuérzate siempre por adoptar una arquitectura modular en tus productos que permita conciliar flexibilidad con eficiencia.
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