Antes que surgieran los archivos, el hombre creó la mnemotecnia para vencer al olvido. Los antiguos distinguían la memoria natural y la artificial que usaban para los discursos. El golpe a la mnemotecnia fue la invención de la imprenta que la convirtió en un artificio.
Newton fue el propulsor del aprendizaje de segunda mano, cuando dijo: “No soy un genio, estoy parado sobre la espalda de gigantes”. Es muy costoso aprender de la experiencia. La segunda mano que brinda la lectura es un gran acelerador del aprendizaje.
La escritura hizo que, en lugar de recordar algo, se lo registre en la agenda. Pero vida nos examina continuamente y no nos da tiempo para buscar lo que vinimos anotando.
Internet cambió el uso del cerebro. La Web sustituyó a la memoria, que se desplazó hacia Google, así como las tablas de multiplicar desaparecieron con la calculadora.
Hoy la gente controla al mismo tiempo su correo electrónico, navega por internet y habla por el celular. Así no puede concentrarse, organizar la información y hacer su tarea. Una consecuencia cognitiva nefasta es la incapacidad para separar lo importante de lo accesorio.
En los últimos 30 años la información aumentó 3 veces y hoy la pantalla cambia 40 veces por hora exigiendo respuestas rápidas para las cuales no estamos preparados, ya que procesamos en cadenas neuronales y no podemos maniobrar con varias a la vez.
Visualice un caballo blanco, imagine una hoja blanca, concéntrese en una heladera blanca. Responda con rapidez, ¿que bebe la vaca? Si dijo leche su cerebro hizo agua bajo presión.
Una parte del cerebro es la torre de control, fija prioridades y obliga a concentrarse. Pero si las partes primitivas lo saturan se atasca. Estar atento es una tentación que genera dispersión, olvidos y estrés. Nos hace impacientes, impulsivos, olvidadizos y narcisistas.
Procrastinación. La tecnología permite guardar y ver después, la memoria no se usa y se recargan tareas para un después que quizás nunca llegue. El multitasking libera hormonas del estrés que producen problemas de salud y aprendizaje. Se entrena el núcleo estriado –de los movimientos- y el concentrado, el del hipocampo, que favorece la permanencia del saber, se hace menos flexible. Estamos diseñados para hacer sólo una tarea a la vez.
Procrastinar es postergar actividades por otras más irrelevantes y agradables. Evitarla demanda autorregulación y organización del tiempo para concentrarse en la fórmula de Pareto, según la cual “el 20% de los factores producen el 80% de los resultados”.
El que difiere lo hace porque no se siente preparado y espera que se resuelva sin hacer nada. Se enfrentan áreas dedicadas a las tareas mecánicas con las de control, y el cerebro es exigido a reorientarse continuamente. La solución es dividir las tareas. Así aumenta la concentración y disminuye la fatiga. El tiempo es inmodificable pero podemos mejorar lo que hacemos. Para Nietzche “Los métodos constituyen la mayor riqueza del hombre”.
La memoria externa es internet. Los motores de búsqueda de Google se han convertido en una memoria externa del cerebro cada vez más dependiente de internet. El doctor Daniel Wegner elaboró la teoría de la memoria transactiva. Es la capacidad de dividir el recuerdo de la información compartida. Almacenamos datos en la cabeza de quienes pertenecen a nuestro entorno. Son sistemas de memoria en equipos, basados en la comprensión tácita de quiénes pueden recordar mejor. Así un marido confía en que su esposa recordará fechas importantes, mientras que ella confía en que él recuerde otros temas, de modo que no duplican datos ni ocupan memoria. La memoria transactiva surge de la intimidad y el olvido de recuerdos de pareja hace traumático un divorcio. Divorciados o viudos sufren trastornos cognitivos por la pérdida de su sistema externo de memoria.
El dejar de contar con la información del cerebro de su ex, es como perder una parte de la de sí mismo y de la propia vida. Como la energía mental es un bien escaso, cada miembro de un grupo se concentra en lo que sabe hacer mejor, la especialización es inevitable.
El conocer bien al otro, es necesario para tener la certeza de cuáles son las cosas de las que se ocupará cada uno y comprender que si el otro falta, nos faltará una parte.
Internet, la memoria colectiva. Hoy cuando no se sabe algo se piensa en internet. Saber que estará disponible evita el esfuerzo de recordar. Internet es un banco de datos, un sistema de memoria externo al que se accede a voluntad y al que nos estamos adaptando.
No es necesario memorizar lo que se puede recuperar, y se busca perfeccionar la habilidad para la búsqueda. En las empresas la memoria transactiva se usa para hacen conexiones en flujos de comunicación abierta y permanente, para qué, si alguien se retira, el grupo pueda cubrir la falta. Los equipos de conocimiento integran los programas de gestión.
Antes de Internet, ¿cómo resolvíamos los problemas? Contábamos con amigos o especialistas en ciertos temas. Sabíamos a quién consultar. Ahora la gente sabe buscar la información en la Red. Esto supone un cambio en la forma de administrar los recuerdos.
La delegación de la memoria en soportes tecnológicos hace que se utilice menos la propia y se confíe menos en ella. Con la creciente información que se precisa para vivir y a la sobreabundancia de datos, bibliotecas e internet; la retención es cada vez menor. El círculo vicioso aumenta buscando dispositivos que extiendan la memoria. El problema existió siempre pero se potencia con las nuevas tecnologías.
El tiempo no vuelve atrás, negar el progreso sería un retroceso. Hay que advertir lo que se pierde quitando memoria del cerebro, no para dejar de hacerlo sino para hacerlo bien, sin abusar. El problema no es confiar en la tecnología, sino desconfiar de uno mismo.
La tecnología facilita procesos complejos. La computadora es la extensión natural del cerebro humano La inteligencia artificial parece superar la inteligencia humana, pero sólo imita y amplifica una parte de ella, como prolongación de sus virtudes. Disponer de tantas opciones para extender su memoria no hace al hombre menos inteligente, representa el desafío de utilizarlas sabiamente para progresar en temas importantes, como por ejemplo en aspectos morales. De lo que se trata es de aprender a conectar la memoria interna con las memorias externas, a sintonizar el sistema nervioso humano con el sistema nervioso digital.
Aprender a hacer. Elliot preguntó: ¿dónde está el conocimiento que se perdió con la información? ¿Dónde está la sabiduría que se perdió con el conocimiento? El carbón en la mina es un dato. La bolsa de carbón es la información: convierte al dato en un producto útil. El carbón convertido en acero es la información colonizada por el conocimiento.
La sabiduría suma profundidad, perspectiva, intuición, significado. Usa el acero para construir un puente, une la memoria externa (conocimiento), con la interna (experiencia). Lo que no puedo hacer no lo sé, y si no intento no aprendo. En un cirujano importa su pericia y no que conteste bien una prueba. Aprender no puede separarse del trabajo.
Hay que reconocer que no se sabe, que pedir ayuda no es malo y que ofrecer ayuda es un mérito. Innovación y aprendizaje proyectan hacia el futuro la memoria con la curiosidad y la voluntad de mejorar. El conocimiento es una certeza paralizante que traba. La innovación pide reinventar la rueda, para la memoria ya está inventada. Aprender a innovar a la medida del cambio es una tarea para toda la vida. La virtud del que sabe es que analiza lo que ve mal para mejorarlo. Innovación viene del conocimiento que surgió de la innovación y los conecta el aprendizaje. Para aprender sirve el descontento productivo. El que está contento no aprende y el triunfo se nutre del fracaso. Como el futuro no espera, debemos inventarlo.
Dr. Horacio Krell. Director de Ilvem, contacto horaciokrell@ilvem.com
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