La ética no puede captarse como un valor intelectual, sino que debe ser abordada desde lo emocional, pues es desde este ámbito que el Ser Humano puede sentir y percibir al prójimo. Lo que la inteligencia transmite tiene que transformarse en sentimiento de responsabilidad.
El individualismo, característico del siglo XX, produjo el aislamiento y el solipsismo de las personas quienes, a partir de un Estado Benefactor y de un Sistema de Producción Industrial, se transformaron en dependientes y perdieron el don de la generación de proyectos propios.
Las comunidades humanas llegan a desintegrarse sin el impulso innovador y creativo de los individuos, por ello el tejido social comunitario se fue resquebrajando hasta casi desaparecer.
Etica no es teoría sino que se identifica plenamente en la acción, el ser humano actúa y debe actuar, pues de esta manera expresa permanentemente su voluntad.
Por ello podemos afirmar que el verdadero poder que existe en la vida es el PODER HACER y este poder lo traemos desde nuestros orígenes y lo poseemos hasta el último minuto de vida, pero para poder hacer, primero debemos SER.
El poder hacer, hoy, la comunidad lo tiene adormecido y necesita despertarlo para recuperar su identidad, su SER creador y emprendedor que pueda bajar a la acción.
Este cambio de una comunidad individualista hacia una comunidad integrada, exige que la ética se convierta en un fenómeno social y se desarrollen actores colectivos y no más actores individuales, objetivo que no se consigue sólo con educación, pues no puede ser inculcado
desde afuera, debe ser autogenerado.
La socialidad se alcanza con la cooperación y la integración, saliendo del sí mismo a protagonizar una vida comunitaria y no en la soledad del saber y del conocimiento.
Podemos afirmar que vida ética es toda vida que se gobierna a sí misma y que puede ejercer su autorresponsabilidad.
Yo existo en la medida en que existo para los otros y en el fondo Ser significa, ser para el OTRO. La persona sólo existe en la medida que se dirige hacia los demás.
Emmanuel Levinás “el filósofo de la ética”, en su libro “Etica e Infinito” dice que “vivir humanamente significa desvivirse por el otro hombre y que, desde el momento en que el otro me mira, yo soy responsable de él, su responsabilidad me incumbe. Hacer algo por otro.
Dar. Ser espíritu humano es eso”.
Es enorme la pérdida de autonomía que ha sufrido el individuo durante la era industrial, de dependencia y sumisión y la presión psicológica que ahora lo conmueve frente al desempleo y la exclusión de fin de siglo.
El dinamismo tecnológico ha tomado un rumbo que podría conducirnos a una catástrofe universal y su ritmo parece escapar a todo control. Por ello es imperioso diseñar una nueva ética para la transformación humana, una ETICA PARA LA ALTERIDAD.
Los grandes cambios no se podrán lograr sin cambiar al ser humano concreto: hombres, mujeres, niños, jóvenes y ancianos. No podremos transformar el mundo si no nos volvemos nosotros, todos y cada uno, sujetos de la transformación de la vida.
Como punto de partida debemos tomar la capacidad de autoconciencia, en el sentido de la autorreflexión, de los actos personales de autoconocimiento, autovaloración y autodeterminación.
En esta nueva era de la autonomía y la autogestión, de la aparición del emprendedor como autoproductor de su propia realidad, el cambio se vincula con las experiencias participativas de la gente para solucionar los problemas de sus vidas.
Emprender significa crear, proyectar, innovar, acometer la experiencia de la vida, desarrollando nuestro autoconocimiento y la confianza en uno mismo para poder imprimirle sentido a nuestra existencia. Debemos generar propuestas participativas creadoras, autogestionadas, que nos
libere de todo lo que nos oprime, o sea generar verdaderos procesos democráticos.
En una sociedad en la que se sobrevive a través de la innovación, la creación debe ser el objeto fundamental de la educación. Desarrollando la intuición, la sensibilidad, el discernimiento, la responsabilidad y la libertad.
Es necesario preparar a las personas en actitudes y valores necesarios para vivir en un mundo en cambio permanente.
Cuando la clave de la supervivencia no es la estabilidad, sino el cambio, la mayor parte de los instrumentos utilizados por la humanidad entera quedan obsoletos como creadores de orientación y de sentido.
El ser humano necesita algo por qué vivir. El sentido de la existencia no se inventa sino que se descubre, se encuentra un día frente a frente con una “misión”.
El empresario inmerso en la economía neoliberal no ha comprendido todavía hoy cuál es su misión. Abre o cierra sus puertas de acuerdo a parámetros medibles en dinero.
Por ello incorpora gente, en forma cada vez más precaria, sin tener en cuenta: deseos, habilidades, necesidades y los expulsa con la misma desconsideración cuando ya no le resultan más de utilidad, sin ninguna contemplación hacia su organización familiar y/o su equilibrio
psicofísico.
El vacío provocado por el desempleo es ocupado por consecuencias inevitables de la desocupación y la exclusión: Enfermedades físicas y mentales, alcohol, droga, violencia familiar y
violencia social.
Y aquellos que aún tienen su puesto de trabajo, lo realizan en su gran mayoría en condiciones tales que no les deja espacio más que para la mera supervivencia.
Por ello, resulta imprescindible formar al “nuevo emprendedor” que a partir de valores éticos genere la responsabilidad social de los emprendimientos que dirija. Que pueda asumir la responsabilidad por el “ser colectivo que lo acompaña en su camino empresarial.
Necesitamos hoy más que nunca “humildad” frente a nuestra inmensa capacidad de hacer, el bien o el mal. El eventual saber de unos pocos puede influir terriblemente en todos los demás.
El sacrificio del futuro en aras del presente no es lógicamente más atacable que el sacrificio del presente en aras del futuro. La diferencia consiste sólo que en un caso la serie continúa y en el otro no.
Hoy la tecnología se ha transformado en el impulso hacia el futuro, por ello debemos prever el futuro y la misión de la humanidad. La tecnología permite bajar a la acción las utopías, por lo cual este trastocamiento de las acciones humanas, exige un cambio proporcional en la concepción ética del mundo.
La inteligencia ha de ir ligada a la moralidad pues ésta es el alma de la existencia humana.
Emmanuel Kant, en su Fundamentación de la Metafísica de las costumbres dice que el fundamento de la moral está en la razón. También nos dice allí que lo único realmente bueno es la buena voluntad, que se visualiza a través de nuestros actos.
El imperativo categórico de Kant dice: “obra de tal modo que puedas querer también que tu máxima se convierta en Ley Universal”. Este imperativo se dirige hacia el individuo.
Hans Jonas en “El principio de Responsabilidad, ensayo de una ética para la civilización tecnológica”, dice que la acción se realiza con vistas a un futuro que nadie disfrutará, pero que existirá si lo creamos y sostiene que la ética debe estar orientada al futuro y ser
independiente de toda reciprocidad.
Para este filósofo un imperativo adecuado al nuevo tipo de acciones humanas sería “obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la tierra”. Para Jonas el actor es un actor colectivo.
Jonas sostiene: “Debes, puesto que haces, puesto que puedes” Para él la ETICA es RESPONSABILIDAD y responsabilidad es el cuidado reconocido como deber, por otro ser, cuidado que, dada la amenaza de su vulnerabilidad, se convierte en preocupación.
Martín Heidegger en su obra fundamental “Ser y tiempo” se pregunta todo el tiempo sobre el “olvido del Ser” y sostiene este ser en base al significado del “cuidado” por este Ser Humano que somos cada uno de nosotros y que somos en el mundo.
Emmanuel Levinás es el filósofo de la ética, “El sostiene que el acceso al rostro es de entrada ético. El entiende la responsabilidad como responsabilidad para con el otro. Desde el momento en que el otro me mira, yo soy responsable de él sin ni siquiera tener que tomar responsabilidades en relación con él, su responsabilidad me incumbe.
El otro no es próximo a mí simplemente en el espacio, sino que se aproxima esencialmente a mi en tanto yo me siento responsable de él.
Mi responsabilidad es intransferible, nadie podría reemplazarme”
Conclusión: Tenemos que trabajar, todos juntos para la inclusión, para recuperar al ser humano de su dependencia, de su “no ser” para que pueda reencontrarse consigo mismo, volver a reconocerse como persona y autovalorarse.
Ser persona significa tener sentimientos y valores que nos permitan volver a ser, a existir y a partir de ello, reconocer a los demás, en su alteridad, en su estar próximos. En que somos un “yo futuro” que debemos construir.
Que debemos generar un espacio vivible para los que nos siguen, sin esperar nada a cambio, pues el sólo hecho de dar produce felicidad.
Que debemos ser emprendedores éticos de nuestra propia vida!
Lic. Marité Salvat
La responsabilidad de no esperar de... (dependencia), sino IR hacia, la generación de lo propio (autonomía), como individuo responsable y de voluntad ética para brindarse e interactuar en lo social, pero "promocionando" un horizonte que implique esta misma "duplicación".
ResponderEliminarExcelente reflexión, Marite.
Saludos.
Juan.