El ejercicio creativo del cerebro se ha vuelto hoy día tan necesario como finalizar la escuela primaria en 1920.
A diferencia de las escasas 300 neuronas de los gusanos nuestro equipamiento está dotado de más de 100 mil millones de neuronas. Las posibilidades combinatorias sinápticas son infinitas.
Además, si nuestras interconexiones equivalen a 100 mil kilómetros, varias veces la vuelta a la Tierra, no tiene sentido que nuestras neuronas sigan “caminando la misma cuadra y repitiendo la misma vuelta al perro”.
La nueva revolución intelectual estará en los no intelectuales, aquellas personas de mínima formación pero de escasa contaminación. Ojos puros para mirar como se destiñe el pasado y como se garabetea el futuro.La clases menos pudientes van a encender con sus ideas, si son escuchadas, los imputs que necesitan aquellos que tienen los elementos para tomar las grandes decisiones.
Busquemos las ideas, también, en nuestro sereno, en el personal de mantenimiento, en ascensoristas, en el encargado del estacionamiento, en la cajera del supermercado. Su potencial es tan rico como cualquier otro mortal.
Es que, en nuestra cultura va desapareciendo el núcleo tradicional de generación de conocimiento. Unos pocos producían mientras el resto consumía de manera acrítica y sometida.
En mayor o menor medida, hoy somos todos productores-consumidores de conocimiento. Hoy somos todos hacedores de cultura.
La discrepancia estadística del cerebro (pesa un 2% pero consume un 25% de la energía de nuestro cuerpo) carga de valor y significado al mismo. Tenemos posibilidades ilimitadas para la creación, potenciadas por este fenómeno tan reciente de la co-creación.
El cerebro sin nuevos estímulos se aburre, se vuelve anodino y acomodaticio. Lento y holgazán. Son los estímulos diversos y constantes los que provocan agilidad de interpretación heurística y velocidad de respuesta en disruptivas ideas.
Estamos asistiendo al momento más creativo de la historia. Existe una aceleración creativa producto de la combinatoria cultural de producciones del pasado. El Homo Erectus elaboró la misma hacha durante más de un millón de años. No es nuestro caso. Estamos impelidos a la creatividad y a la innovación casi con la misma necesidad de supervivencia con las cuales nuestros ancestros crearon armas (en definitiva, tecnología) más pequeñas como la lanza.
Mi receta (término que aborrezco por su apelación a la copia indiscriminada de experimentos de otros) para un cerebro activo y creativo se compone de múltiples estímulos. Ahora mismo estoy con la escritura de mi tercer libro y con el prototipo de lo que será el próximo “Carrera de Mente del siglo XXI”. A su vez estamos desarrollando con mi socio en nuestro laboratorio de software un nuevo camino de monetizar publicidad en internet (Sí! hay cosas que Adsense de Google no hace! ¿por qué no?), aplicaciones para monetizar en Twitter y agregar valor a su masa crítica (Sí! Hay modelo de negocios que Twitter no ha explotado. ¿Por qué no?), juegos para celulares que activen la mente y otras iniciativas relacionadas con la programación en ceros y unos. Por último con una docente estamos desarrollando un proyecto que coordine las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner con el pensamiento creativo en el ámbito educativo. La idea es detectar los talentos del futuro y fortalecerlos con las herramientas indispensables para el nuevo mundo. Y el último gran desafío… te lo cuento la semana que viene!.
En definitiva no dejo nunca de leer, de escribir, de hacer prototipos, de generar ideas, de llevar adelante proyectos, de participar en comunidades potentes (el Master de Innovación en la Universidad de Salamanca es una de ellas), de jugar y mantenerme muy curioso. No me asusta que algunas terminen en el olvido. Me reconforta saber que otras estarán en las manos, el cerebro y el corazón de la gente.
Esa es mi receta. Tan básica como útil.
CONSULTORIO DE CREATIVIDAD
Prof. Germán Castaños.
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