Concepción bastante alejada de la que uno encuentra en
Silicon Valley, donde, por lo general, se asocia a la comercialización
de nuevos productos o de procesos mejorados y más eficientes. La
paradoja de este modelo dominante consiste en que incluso las
innovaciones más aclamadas, más populares, son aquellas que solucionan
problemas que aún no existen y por tanto crean necesidades que hasta
ahora no teníamos.
Es grande la tentación de aventurar que, por
tratarse de problemas de otras latitudes, las innovaciones africanas no
nos conciernen y habría que ignorarlas. Grave error: en primer lugar,
porque existen; segundo, porque se asocian a un mercado de más de mil
millones de personas (el que más rápido crece), y por último, porque las
innovaciones de África pueden revelarse extremadamente útiles en otras
partes.
Tomemos el caso de la tan común tarjeta de crédito.
¡Apenas si ha cambiado desde los años cincuenta del siglo pasado! Si los
ejecutivos de Visa, MasterCard, American Express y otros quisieran
hacernos la vida más fácil, les convendría darse una vueltecita por
África.
M-PESA
A cualquiera de esos titanes de la economía le sorprendería la aparición de
M-Pesa
en Kenia: una plataforma que abre nuevos horizontes para la circulación
de dinero en la cual podrían inspirarse. No se trata -como creía- de un
sistema de banca móvil, sino de una tecnología que permite transferir
dinero entre teléfonos. La diferencia es radical: no requiere de una
cuenta bancaria.
Justamente de la carencia de instrumentos
crediticios partieron los innovadores kenianos. "Hace cuatro años,
cuando lanzamos M-Pesa [pesa significa dinero en swahili, y M-Pesa,
dinero móvil], solo una pequeña fracción de la población disponía de
cuenta bancaria, ya que abrir una cuesta caro", me dijo Waceke Mbugua,
responsable de mercadeo en
Safaricom.co.ke, primer operador de telefonía móvil en Kenia y promotor del proyecto.
"Un
gran número de habitantes viven en las grandes ciudades y envían cada
semana dinero a los familiares que radican en el interior. A falta de
acceso al sistema bancario, debían llevarlo ellos mismos o confiar en
que el fajo de billetes que entregaban al conductor de un autobús
llegaría íntegro a manos de sus parientes cuando pasara por su pueblo".
Lanzado
como proyecto piloto en marzo de 2007 (gracias a una inversión de
Vodafone y a la ayuda del Gobierno danés), el servicio ya suma 15
millones de usuarios, el 80% de la base de Safaricom, que detenta el 75%
del mercado de voz en el país. Más impresionante aún: "Los fondos que
hoy circulan a través de M-Pesa equivalen al 25% del PIB", asegura
Sitoyo Lopokoiyit, economista de la empresa. La mayoría, en
transacciones de medio dólar estadounidense. Y añade: "Desde el inicio,
nuestro servicio ha transferido 11.500 millones de dólares. No se
aplican intereses ni se hacen préstamos, y las transacciones se realizan
de manera instantánea. En raras ocasiones el dinero disponible
permanece intacto más de una semana".
Hoy día, los kenianos lo
utilizan para pagar cuentas de electricidad, agua, televisión por cable,
los pagos del colegio de sus hijos y hasta pueden comprar en varias
tiendas, incluso algunas muy pequeñas. Retiran o depositan dinero
gracias a una red de más de 2.000 puntos de venta distribuidos en todo
el país donde compran esas tarjetas que, al rascarse, revelan el código
con el que alimentarán sus cuentas.
"M-Pesa facilita la vida de la gente y le ayuda a ahorrar dinero en desplazamientos", puntualiza Waceke Mbugua.
Safaricom
equipa en la actualidad cajeros automáticos (ATM) capaces de entregar
dinero a una persona, cuya instrucción es enviada desde un móvil. Hace
poco lanzó una tarjeta de débito que puede cargarse desde un teléfono,
desvinculada de bancos, pero utilizable fuera del país.
"Tengo
cuentas bancarias (nada cuantiosas) y tarjetas de crédito de las que la
mayoría de los kenianos carecen, pero la verdad es que cuando un usuario
llegó a recargar su móvil a uno de los puntos de venta en Nairobi y me
explicó que compraba verduras y pagaba la electricidad con su aparato,
tuve la certeza de que el más moderno no era quien uno habría pensado".
SHOPAFRICA53
Lo
que más deslumbra, obviamente, es cuando la innovación proviene de los
propios africanos. Ahí proliferan las pequeñas iniciativas, muchas con
base en el uso de SMS que suple los servicios que normalmente se
consiguen en la web -ver el artículo
Los insospechados recursos de los SMS a continuación -.
Pero existen además iniciativas muy ambiciosas, lanzadas por individuos con perfil continental.
A Herman Chinery-Hesse me lo presentaron como el
Bill Gates de África. No posee ni por asomo la riqueza ni el poder del fundador de Microsoft. Aunque hace 20 años creó una gran compañía de
software
para las PME en Ghana. Y en la realidad es mucho mejor de lo que la
mala comparación pudiera sugerir: abierto, cálido, dueño de una visión
clara de lo que aspira a hacer por su país y su continente.
Después de graduarse de ingeniero en Estados Unidos, Chinery-Hesse regresó a su tierra en 1990 para fundar
SoftTribe.com, que vende
software
para empresas. Les facilita administrar sus puntos de venta, sus
relaciones con los clientes o el trámite para reservar pasajes (en el
caso de empresas de transporte). Hoy gana "millones de dólares",
reconoce sin entrar en más detalles.
Su éxito, sin embargo,
alcanzó el punto donde ya no era viable crecer más. ¿Por qué? El 70% de
la economía está bajo control del Gobierno, y las multinacionales
cuentan con los medios para ejercer presión a fin de poder servirse con
la cuchara grande, valiéndose incluso de sus embajadores de ser
necesario. Situación empeorada por el modelo tradicional de contratos
anuales y de grandes equipos técnicos. "A esto nos enfrentamos cuando
quisimos construir un Microsoft ghanés", me explicó.
Para sortear tales inconvenientes subió SoftTribe a las nubes. Su
software
está disponible en la web, y sus clientes apenas necesitan un ancho de
banda muy limitado para bajar los módulos que necesiten.
En vez de un contrato anual, les solicita una módica cuota (50 dólares) y/o un pago en función de su utilización (
pay as you go).
A una compañía de autobuses, por ejemplo, le propone apenas un cargo
extra del 1% por boleto. Es menos oneroso para el cliente y, con
márgenes pequeños en cada transacción, genera una cantidad apreciable de
dinero. "Para cambiar África hay que cambiar la mentalidad de la
mayoría de los africanos, dirigiéndose a la base de la pirámide". La
pirámide de su interés es la de las empresas.
No satisfecho con sus éxitos, Herman Chinery-Hesse está lanzando un proyecto todavía más ambicioso. Se trata de
ShopAfrica53.com,
una especie de centro comercial en línea, cuyo objetivo es "servir de
intermediario a las pequeñas empresas africanas", me contó en su
veranda.
El sistema se basa en tres pilares. El primero, un
sitio web por país, que permite a los comerciantes anunciar sus
productos, y a los clientes, ordenarlos. Todas las transacciones se
realizan a través de SMS.
El segundo es un sistema de crédito bautizado Tarjeta de Libertad Africana,
africanlibertycard.com.
Esas tarjetas que se raspan, pueden adquirirse en distintos puntos de
venta para transferir dinero entre móviles, pagar facturas y disponer de
fondos para gastar en ShopAfrica53.
El tercero es una de las
enormes astucias de Chinery-Hesse. Toda la logística se apoya en los
correos tradicionales (DHL y otros Fedex), adiestrados en ir a buscar un
producto al monte y despacharlo a Zaragoza, Toulouse o Miami. En esa
rúbrica, todo se hace también a través de SMS. ShopAfrica53 solo tiene
que poner el dinero a disposición de los proveedores a final de mes.
Cuando inquirí sobre el coste de sus operaciones, Chinery-Hesse
respondió con una sonrisa de oreja a oreja: "La diferencia entre los
salarios de África y los de Europa o Estados Unidos nos deja un margen
respetable, del que sacamos provecho".
Reconoce que hará falta
cierto tiempo para que su proyecto se imponga: "Tal vez cinco años",
pero será una cosa enorme. Más efectivo que lo que cualquier ayuda del
exterior habría logrado durante el mismo lapso. "No sé de ningún país
que se haya desarrollado gracias a la ayuda externa. Es una cortina de
humo. Nosotros lo haremos mejor y, además, con dignidad", afirma
rotundo.
La palabra 'dignidad', soltada en medio de una amena
conversación, revela una conciencia social, política, presente en todos
mis interlocutores. De hecho parece que hoy en África no puede
emprenderse nada... sin ser emprendedor social y, en muchos casos, hasta
activista.
SI STEVE JOBS HUBIERA SIDO AFRICANO...
Los
elementos para entender la convergencia cada vez más creciente entre
activistas y empresarios me los dio Bright Simmons, un empresario ghanés
de 29 años.
Con
Mpedigree.org,
Bright innova en un ámbito que podría salvar miles de vidas: detecta
medicamentos falsos gracias a los SMS enviados directamente por los
compradores a una base de datos que se mantiene rigurosamente al día.
Estima que en su país el 60% de las medicinas en venta son o placebos o
veneno, un fenómeno muy común en África. Mpedigree se encuentra todavía
en su fase inicial, pero estima que para finales de año cubrirá el 8% de
los medicamentos en el mercado nacional.
Se trata de una
empresa sin fines de lucro basada en un modelo económico sencillo: tomar
muestras entre el 0,5% y el 1% de cada caja de medicinas. Los
laboratorios están encantados de participar en un sistema que evite la
falsificación.
Lanzar en África un proyecto de tal naturaleza
toma demasiado tiempo. De hecho, agrega Simmons, "hace falta crear todo
un ecosistema que allane el terreno donde una innovación florezca". En
su caso, por ejemplo, tuvo que luchar para obtener un mismo y único
código de acceso para todos los operadores de Ghana y el resto del
continente. Los laboratorios farmacéuticos han aceptado revisar las
cajas de sus medicamentos y añadir un código oculto bajo una superficie
que, al rasparse, revela un código que el consumidor envía por SMS para
verificar si se trata de una falsificación.
La mayoría de las
veces, infraestructura y valor (capital) son insuficientes. Esta
limitación explica por qué África requiere de emprendedores sociales
para innovar. "La gente detrás de Mpedigree han sido activistas. Está en
el ADN de nuestra compañía", explica. Y añade: "Si Steve Jobs hubiera
sido africano, habría sido un emprendedor social".
LOS INSOSPECHADOS RECURSOS DE LOS SMS
Esta
primera vuelta por África me muestra una gran verdad: las nuevas
tecnologías cuentan menos que los problemas que resuelven. Todos mis
interlocutores africanos coinciden al respecto.
El ejemplo más
impactante es, sin duda, el uso sistemático y extremadamente ingenioso
que hacen de los SMS, esos mensajes de texto corto que casi todos los
teléfonos del mundo pueden enviar y recibir.
La idea general
consiste en poner al alcance de quienes no pueden comprar un smartphone
los servicios más avanzados, por lo regular a disposición de cualquiera
en la web. Una idea que comienza a ser fuente de inspiración en los
países desarrollados.
He aquí tres casos tomados de Senegal,
Ghana y Kenia, países donde la penetración de la telefonía móvil todavía
está lejos del 100%, pero el número de
smartphones asciende apenas a miles o decenas de miles.
En Senegal,
Manobi
ofrece tanto servicios de geolocalización a los productores de cacao
como a la infraestructura hidráulica. "Es casi imposible acceder a
Internet en las zonas rurales", explica Emmanuel Bocquet, director
técnico de la empresa, "pero los SMS llegan a todos los lados". Basta
con asegurar la interfaz entre los teléfonos y las bases de datos. Una
vez configurado, el sistema permite el intercambio de información. "Si
se descompone una de las bombas de agua donada por Unicef, alguien envía
un SMS a la base de datos de Manobi, la cual inmediatamente avisa a un
especialista", agrega Bocquet.
La tecnología de
NandiMobile,
una compañía ghanesa, facilita que las empresas conozcan la opinión de
sus clientes y se comuniquen con ellos. "Relaciona las preguntas
formuladas por el usuario a respuestas previas o grabadas de antemano.
Poco a poco aprende a responder por sí misma", dice Edward Tagoe,
director de negocios y desarrollo. Esta facultad permite que las
empresas permanezcan atentas a los comentarios de sus clientes, igual
que sus homólogas estadounidenses o europeas. NandiMobile recibió este
año el Premio a la Mejor Empresa en la conferencia Launch celebrada en
San Francisco.
En Nairobi,
m-farm
ayuda a los granjeros a saber el precio vigente de sus productos, tanto
en el mercado interno como en otros sitios del país. "El agricultor
envía un SMS al código 3535 con el nombre del producto y la ubicación de
su interés, y en menos de 10 segundos recibe el precio, que le ayuda a
decidir dónde vender", me explicó Linda Kwamboka, cofundadora de m-farm.
Un SMS que dice: precio, col, Embu (una ciudad), obtiene el
precio de un saco normal -de 126 kilos de col- en Embu. Pero si luego
redacta: precio, col, Nairobi, sabrá si le conviene más ir a vender a la
capital. Los otros dos módulos permiten 'comprar juntos' o 'vender
juntos', siempre por SMS.
DICHO SISTEMA NO ES EXCLUSIVO DE ÁFRICA
La empresa
Dotgo.com
acaba de internarse en la misma brecha... pero en Estados Unidos. Si el
usuario envía un SMS a The New York Times, recibe los títulos de la
sección de su interés. Funciona de modo semejante para conocer los
horarios de los próximos trenes de Nueva Jersey. Y parece ser la mejor
manera de registrarse en Foursquare cuando uno llega a algún sitio.
Gracias a los SMS, los propietarios de un
smartphone obtienen
respuestas más rápidas y otros ganan en posibilidad de interacción sin
el elevado coste de aparatos sofisticados y planes de precios
descomunales.
Lindo ejemplo de cómo las tecnologías utilizadas en África pueden resolvernos problemas.
Autor: Francis Pisani
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