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Nosotros no nacemos con ellas, las copiamos de la gente mayor que nos
rodea. Se alimentan de la identificación con el No-Yo; consumen toda
nuestra energía nerviosa, lo que impide que podamos sentir emociones
positivas. No nos queda combustible energético para sentir verdadero
amor fraterno, verdadera religiosidad. Lo que llamamos amor al prójimo,
amor a Dios, son sólo caricaturas.
Como son adquiridas, tenemos esperanza de librarnos de ellas. No
estamos condenados a seguir sintiendo esa antipatía, ese odio, ese
disgusto, ese aburrimiento, esa depresión, que siempre hemos sentido. No
estamos obligados a reaccionar a las impresiones como hasta ahora lo
hemos hecho. Podemos tener un espacio libre dentro de nosotros donde no
entren emociones negativas.
Por encima de todas las cosas, buscamos la luz y la luz significa
consciencia. Vivimos en la oscuridad debido a la falta de esa luz, que
es la luz sobre nosotros mismos. Toda esta lucha con las emociones
negativas tiene como meta hacer al hombre más consciente, dejar que la
luz se haga en él e ilumine sus zonas oscuras.
Las emociones negativas son recurrentes, o sea, se repiten a ciertos
intervalos. Cuando una persona tiene práctica en observarse, puede
prever lo que ocurrirá más adelante y detener la aparición de una
emoción negativa. “‘Esta persona siempre me irrita…” Antes que se
dispare una emoción negativa, uno la detiene pensando: ”Tengo derecho a
no ser negativo” o ”Es mi culpa y no la del otro si soy negativo”.
Para luchar contra las emociones negativas, primero debemos cambiar
nuestra actitud mental hacia ellas. Debemos cesar de creerlas
necesarias, hermosas, excitantes, etc. Cuando hayamos limpiado algo
nuestra mente de estos conceptos errados (metanoia = cambio de mente)
poco a poco podemos empezar a conocer cada una separadamente. Uno debe
empezar con las más fáciles.
Hay personas más inclinadas hacia un grupo de emociones relacionadas
entre sí y otras, hacia otro. Siempre esta preferencia tiene por base
una especie de auto indulgencia: uno se permite a sí mismo algo. Algunos
no se permiten el miedo, pero se permiten la ira, y los que no se
permiten la ira, se permiten la autocompasión. La gente se siente
orgullosa de sus emociones negativas. No hay ninguna de ellas que no
pueda ser motivo de placer, de satisfacción o de autoafirmación, y eso
es lo más difícil de vivenciar.
Todas las emociones negativas provocan un estado de atascamiento, esa
perturbación interior que nos impide pensar y que nos empuja a hacer lo
que no queríamos hacer.
Observación de Sí:
Es como una flecha de dos puntas: YO <————–> NO YO, y significa
estar atento a un hecho externo y a uno interno a la vez. No se da
espontáneamente, salvo en la niñez. Es un esfuerzo consciente, un ”darse
cuenta” simultáneo: veo el hecho externo y me veo yo por dentro al
mismo tiempo, tomando nota de mis reacciones frente a ese hecho.
Para podernos observar, tenemos que comprender que lo que llamamos YO
no es de una sola pieza. Si fuera así, sería imposible observarnos.
Para efectuar un trabajo se necesita un sujeto – trabajador – y un
objeto u objetos – el material sobre el cual se trabaja – Si yo fuera un
Uno indivisible quién observaría a quién? El ojo no puede verse a sí
mismo.
Tenemos que observarnos sin juzgar, sin criticar, lo más
objetivamente posible, como si se observara a un extraño, como si
fuéramos un detective al que se le encarga que vigile a un sospechoso y
que emita un informe diario de todo lo que haga el sujeto observado. Es
obvio que no le corresponde al detective calificar la conducta del
sujeto, sólo informar.
Al principio todo está en la oscuridad, no se puede discernir nada
sobre uno mismo. La observación de sí, consciente y objetiva, deja
entrar un rayo de luz y así empezamos a ver confusamente. Es como entrar
a una bodega a oscuras, llena de trastos, con una linterna. El haz de
luz nos va mostrando de a poco: esta es una mesa, esa es una silla…
Esa luz creada por la observación, con la práctica se volverá
gradualmente más intensa hasta que nos permita ver con claridad y fuera
de toda duda aquellos rasgos negativos que están dentro de nosotros.
No debemos olvidar nunca que esa negatividad la tenemos, no somos
nosotros, y es por eso que, con esfuerzo, podemos librarnos de ella.
Podemos tenerle antipatía a todo el mundo, si lo deseamos así, odiar a
la gente y difamarla y gozar de nuestras emociones negativas. Pero en
este trabajo de crecimiento aprendemos que con ello nos autodestruimos.
Sencillamente, nos estamos envenenando.
Al comienzo de la práctica de observación, cuesta sorprendernos en el
momento mismo en que sentimos una emoción negativa; porque ellas son
más rápidas que el pensamiento. Pero, es posible recordarlo después, y
esto nos sirve para estar sobre aviso la próxima vez. Si llegamos a la
conclusión que una determinada circunstancia, o persona, nos gatilla una
emoción negativa, estaremos en guardia para cuando vuelva a
presentarse.
Cuando la autoobservación comienza a instalarse a nuestro lado,
advertimos que no es un crítico, una consciencia que juzga, sino sólo
percepción. A través de esa percepción vemos simplemente más. Ella no
acusa, no hace comentarios valorativos, sino que se contenta meramente
con mostrarnos lo que está sucediendo dentro de nosotros.
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