"Quizas las generaciones venideras duden
alguna vez de que un hombre semejante
fuese una realidad de carne y hueso en este mundo" Albert Einstein
Una de las personalidades más importantes y trascendentes del
siglo XX, Gandhi permanece en la memoria colectiva de la Humanidad como símbolo
de la acción política y reivindicativa fundamentada en el espiritualismo y en la
resistencia pacífica. Mohandas Karamchad era el hijo pequeño de la familia
Gandhi. Su padre era un abogado de cierto prestigio casado en cuatro ocasiones.
De la última de sus uniones, con Pulitnai, fue fruto el que
posteriormente sería
denominado "el Mahatma", alma grande. De su infancia y primera juventud sabemos
que no fue aplicado en los estudios y que sentía verdadera devoción y respeto
hacia sus padres.
Se
trataba de un muchacho tímido, retraído, característica que
no abandonará a lo largo de su vida. A los siete años, conforme a la
tradición
hindú, sus padres concertaron su matrimonio con una niña de su misma
edad, Kasturbai Makanji, con quien se casará al cumplir trece años.
Ambos permanecerán
unidos durante toda su vida, siendo su reservada esposa el apoyo
silencioso de
las actividades de Gandhi. A los dieciocho años Gandhi aprobó el examen
que le
capacitaba para cursar estudios superiores.
Personalmente se inclinaba por la
Medicina, pero la opinión de sus familiares era que debía estudiar abogacía,
como su padre. Había en su opinión razones para ello: su padre hacía poco que
había fallecido, y seguir su carrera era la mejor manera de honrar su memoria;
además, un resultaría imposible para un seguidor de Visnu compaginar sus
creencias con prácticas médicas como la disección o la cirugía, por más que los
fines fueran la curación del paciente.
Así, encaminado al estudio del Derecho,
se decidió que el mejor lugar para hacerlo sería Inglaterra. En Londres, Gandhi
se esforzó por integrarse en una cultura radicalmente diferente. Se compró
varios trajes, tomó clases de baile e incluso aprendió a anudarse la corbata.
Sin embargo, lo más importante y decisivo fue la lectura de dos libros que
marcarán profundamente su existencia: la Biblia y el Bhagavadgita. Del primero
le cautivaron ciertos pasajes en los que se postula el pacifismo a ultranza y la
ausencia de respuesta a las agresiones: "a quien te hiere en un mejilla,
preséntale también la otra" (Sermón de la Montaña).
Del segundo, libró sagrado
del hinduismo, Gandhi extrajo avergonzado -no en vano había tardado veinte años
en leerlo- enseñanzas acerca de la moral, la capacidad de esfuerzo y la
resistencia tenaz ante la adversidad. Tras graduarse como abogado en 1891,
Gandhi regresó a la India para ejercer su profesión, intentándolo en Bombay y
Rajkot. Sin embargo, dos problemas de complicada solución se cruzaron en su
camino y le hicieron fracasar en su empeño: su profundo retraimiento, que le
dificultaba hablar en público, y su ignorancia de las particularidades del
derecho hindú.
De
todas maneras, extrajo una enseñanza positiva de su
experiencia, pues halló que tenía habilidad para redactar escritos
jurídicos y
reclamaciones. Gracias a esto consiguió empleo como consultor en la
empresa Daba Abdulla & Co, que le destinó a su delegación en África
del Sur. En este país, la
existencia de una gran comunidad hindú era fruto de la emigración en
busca de
mejores condiciones económicas. Sudáfrica era, como la India, colonia
inglesa,
aunque en su suelo se observaban fuertes enfrentamientos entre ingleses y
boers
holandeses.
La situación de la minoría hindú era de marginación y carencia de
medios básicos de subsistencia, lo que pronto pudo observar Gandhi. Así, además
de al ejercicio de la abogacía, Gandhi se dedicó a la creación de un partido
político que aglutinara los intereses de los hindúes y luchara por defenderlos:
en 1894 nació el Natal Indian Congress, órgano reivindicativo principal de la
minoría hindú en Sudáfrica. Al estallar la guerra entre boers e ingleses, Gandhi
tomó partido por los británicos y reclutó voluntarios entre la comunidad hindú
para conducir ambulancias que atendieran a los heridos. Sin duda en su decisión
pesaron sus creencias y su educación en valores como la caridad y la ayuda al
prójimo, así como el hecho de considerarse miembro del Imperio Británico.
No en
vano, Gandhi vestía a la inglesa, gozaba de altos ingresos y residía en una de
las zonas más cotizadas de Durban. También en Sudáfrica ocurrieron otros
acontecimientos fundamentales para la vida de Gandhi, como lo fue la lectura de
textos cuyas enseñanzas calarían hondo en su manera de pensar y actuar. Gracias
a la influencia de los textos de John Ruskin, Gandhi pasó a valorar en primer
término el trabajo manual, es decir, lo conseguido por uno mismo mediante su
propio esfuerzo; de Henry David Thoreau extrajo el concepto de desobediencia
civil como modo de lucha y resistencia del individuo frente a la injusticia de
las instituciones; por último, recibió la influencia del pensamiento de Tolstoi,
valorando el anarquismo pacifico como una opción transformadora de la realidad
social. La síntesis resultante fue una doctrina original en su conjunto, que no
en todos sus componentes, elaborada por Gandhi utilizando todas las influencias
recibidas.
Dos principios propios de la mística hindú fueron la base de su
sistema de pensamiento: la "satyagraha", "fuerza de la verdad", del que deriva
el concepto de resistencia pasiva, y la "ahimsa", "no violencia". El primero
supone la búsqueda de la verdad como camino de rectitud y virtud; es, por tanto,
una acción, por más que su componente sea físicamente pasivo: resistencia, vigor
y fe son creencias que tienen su reflejo en los actos individuales. El segundo,
la "no violencia", deriva de la "satyagraha", y es su consecuencia directa: la
fuerza de la verdad hará que se imponga por sí misma, no mediante la violencia;
por ello, el daño que nos es infligido no ha de obtener una respuesta violenta
por nuestra parte, sino la confirmación de nuestra posición a modo de
resistencia. En 1906, los principios teóricos comenzaron a tener visos de
practicidad.
Una orden del gobierno británico obligaba a censar a todos los
asiáticos en un registro aparte, debiéndoles ser tomadas las huellas dactilares
de los diez dedos de las manos. Inmediatamente, Gandhi respondió con la
resistencia pasiva, lo que produjo su entrada en prisión junto con ciento
cincuenta de sus seguidores. Se producía así el acto inicial de un camino de
lucha contra la opresión que se desarrollará a lo largo de toda su vida. Cuatro
años más tarde decide poner en práctica sus principios de austeridad y
espiritualidad. Así, renuncia a su profesión de abogado y a todos sus bienes y
crea una comunidad autosuficiente que denominó Granja Tolstoi.
En
ella se
postulaba el trabajo individual en beneficio de la comunidad y la
reducción de
lo considerado superfluo y accesorio, como la ostentación en la
vestimenta o en
la alimentación. El principio fundamental era que cada individuo pudiera
crear
con sus propias manos todo aquello cuanto le fuera necesario, siendo lo
demás
considerado banal. Además, se hacía obligatorio el trabajo a diario en
los
cultivos y la asistencia a las ceremonias religiosas correspondientes a
las
creencias de cada integrante del grupo. Con motivo de la I Guerra
Mundial, Gandhi se propuso extender sus creencias a su propio país. Fue
recibido con
todos los honores, pues su fama de hombre sabio y espiritual le precedía
allá
por donde fuera. Tagore le impuso el sobrenombre de el "Mahatma", alma
grande",
y para los hindúes se había convertido en un guía espiritual, un
"karmayogui",
es decir, una persona rodeada de santidad y despendedora de bondades.
En 1915
fundó una comunidad parecida a la de Durban, la Ahmadabad el Sabarmati-Ashram,
desde donde irradió toda su doctrina por la India. Pronto, su pensamiento y modo
de vida fueron tomados como ejemplo de lucha contra el Imperialismo británico.
Dolido por las condiciones de miseria en que debían vivir sus compatriotas,
Gandhi llevó sus actos aun hasta mayores extremos: eliminó cualquier atisbo de
ostentación de sus ropas y se alimentó con lo estrictamente necesario.
Igualmente, rechazó sus antiguas convicciones occidentales y asumió su
propia
cultura hindú, en la creencia de que la opresión británica no sólo
empobrecía la
economía del pueblo hindú sino también sus almas. Acabada la I Guerra
Mundial, Gandhi se aproximó en sus objetivos al nacionalista Partido del
Congreso,
organizando una campaña de desobediencia civil en 1919, protestando por
el
mantenimiento del estado de excepción una vez finalizado el conflicto
bélico.
Así, los hindúes fueron llamados a no pagar impuestos, no participar en actos
públicos y no consumir productos ingleses. Su prestigio como hombre sabio y
desinteresado se acrecentaba día a día, contándose ya por millones sus
seguidores. En consecuencia, sus consignas tenían un peso fundamental y en nada
desdeñable. La respuesta británica se produjo en forma de juicio en 1922, tras
el que fue condenado a seis años de prisión. No los cumplió, pues fue
excarcelado por motivos de salud, pasando desde ese momento a dirigir al Partido
del Congreso. La fuerza política de Ghandi se acrecentó aun más con motivo de la
"marcha de la sal", organizada para romper simbólicamente el monopolio británico
sobre este producto.
En ella, Gandhi y miles de seguidores caminaron hasta el
mar para recoger un puñado de sal. Nuevamente pasó por la cárcel, lo que
demostraba su peso en la sociedad hindú y el temor que procuraba a los
británicos. Pero también se hacía patente que se trataba de una figura de
referencia, con quien los administradores coloniales deberían dialogar para
lograr la normalización de la India. Así, fue liberado en 1931 para poder
participar en la Round Table Conference de Londres, reunión en la que se trató
la independencia de la India.
El fracaso de la negociación propició que Gandhi
fuera nuevamente encarcelado a su vuelta. Desde la cárcel comenzó una serie de
huelgas de hambre, en protesta por los malos tratos infligidos a los parias o
intocables, tenidos por impuros, por parte del resto de la comunidad hindú. Con
su esfuerzo logró en 1932 que se firmara el pacto de Yeravda, mediante el cual
los parias fueron admitidos a participar en los comicios electorales, si bien su
situación de marginación, fruto de la sociedad de castas, aun permanece en buena
medida. Otro punto de inflexión en el proceso de independencia de la India se
produjo con motivo de la II Guerra Mundial. Los británicos ignoraron a la
comunidad hindú, embarcándola en una guerra extraña y lejana. En consecuencia,
Gandhi y el Partido del Congreso extremaron sus posturas y su campaña de
desobediencia, negándose a participar en cualquier actividad relacionada con la
guerra y exigiendo la independencia del país.
Preocupado por un conflicto que
resultaría desastroso para la Humanidad, Gandhi solicitó por carta a Hitler que
parara las acciones bélicas, lo que evidentemente fue desoído por el dictador
alemán. Sus protestas le llevaron a la cárcel en 1942, junto con su esposa y
dirigentes del Partido. En prisión, no comió durante 21 días. Su esposa murió,
encarcelada, un año más tarde, mientras que Gandhi fue liberado en 1944.
Finalizada la guerra, Gran Bretaña planeaba dividir a su colonia en dos partes,
la India y Pakistán, a lo que Gandhi se opuso. El proyecto británico planeaba la
creación de dos países en virtud de las religiones predominante en cada uno de
ellos, la hindú en la India y la musulmana en Pakistán. Con motivo de la
decisión, se produjeron fuertes enfrentamientos entre ambas comunidades. Sin
embargo, Gandhi no pudo evitar la decisión del Primer Ministro Atlee, lo que le
supuso una fuerte decepción, pues siempre había soñado con una India unida en la
que tuviesen cabida todas las religiones conviviendo pacíficamente.
(Ver
Lucha Por Cachemira)
El
15 de
agosto de 1947 la India y Pakistán son declarados independientes del
Imperio
Británico. Un año más tarde, tras cenar con el primer jefe de gobierno
hindú, Nehru, se retiró a orar junto con dos de sus seguidores. Una
multitud le
esperaba congregada en el jardín de la Birla House, deseosa de ver y
tocar al
Mahatma. Entre ella estaba Hathuram Godse, un fanático religioso que
acusaba a
Gandhi de traidor por propugnar la convivencia con los musulmanes. Era
el 30 de
enero de 1948, y Godse le disparó tres tiros a quemarropa. Gandhi se
sintió
morir, pero aun tuvo tiempo de perdonar a su asesino.
Algunos amigos me han instado a escribirle en nombre de la humanidad. Pero me he
resistido a su petición, porque me parecía que una carta mía sería una
impertinencia. Con todo, algo me dice que no tengo que calcular, y tengo que
hacer mi llamamiento por todo lo que merezca la pena.
Está
muy claro que es usted hoy la única persona en el mundo que puede impedir una
guerra que podría reducir a la humanidad al estado salvaje. ¿Tiene usted que
pagar ese precio por un objetivo, por muy digno que pueda parecerle? ¿Querrá
escuchar el llamamiento de una persona que ha evitado deliberadamente el método
de la guerra, no sin considerable éxito? De todos modos, cuento de antemano con
su perdón si he cometido un error al escribirle.
Vol.
70, 23 de julio de 1939
Yo no
tengo enemigos. Mi ocupación en la vida durante los últimos treinta y tres años
ha sido ganarme la amistad de toda la humanidad fraternizando con los seres
humanos, sin tener en cuenta la raza, el color o la religión.
Espero que tenga usted el tiempo y el deseo de saber cómo considera sus actos
una buena parte de la humanidad que vive bajo la influencia de esa doctrina de
la amistad universal. Sus escritos y pronunciamientos y los de sus amigos y
admiradores no dejan lugar a dudas de que muchos de sus actos son monstruosos e
impropios de la dignidad humana, especialmente en la estimación de personas que,
como yo, creen en la amistad universal. Me refiero a actos como la humillación
de Checoslovaquia, la violación de Polonia y el hundimiento de Dinamarca. Soy
consciente de que su visión de la vida considera virtuosos tales actos de
expoliación. Pero desde la infancia se nos ha enseñado a verlos como actos
degradantes para la humanidad. Por eso no podemos desear el éxito de sus armas.
Pero
la nuestra es una posición única. Resistimos al imperialismo británico no menos
que al nazismo. Si hay alguna diferencia, será muy pequeña. Una quinta parte de
la raza humana ha sido aplastada bajo la bota británica empleando medios que no
superan el menor examen. Ahora bien, nuestra resistencia no significa daño para
el pueblo británico. Tratamos de convertirlos, no de derrotarlos en el campo de
batalla. La nuestra es una rebelión no armada contra el gobierno británico. Pero
los convirtamos o no, estamos totalmente decididos a conseguir que su gobierno
sea imposible mediante la no colaboración no violenta. Es un método invencible
por naturaleza. Se basa en el cono-cimiento de que ningún expoliador puede
lograr sus fines sin un cierto grado de colaboración, voluntaria u obligatoria,
por parte de la víctima. Nuestros gobernantes pueden poseer nuestra tie-rra y
nuestros cuerpos, pero no nuestras almas. Pueden tener lo primero sólo si
destruyen por completo a todos los indios: hombres, mujeres y niños. Es cierto
que no todos podrán llegar a tal grado de heroísmo, y que una buena dosis de
temor puede doblegar la revolución; pero eso es irrelevante. Pues si en la India
hay un número suficiente de hombres y mujeres que están dispuestos, sin ninguna
mala voluntad contra los expoliadores, a entregar sus vidas antes que doblar la
rodilla ante ellos, habrán mostrado el camino hacia la libertad de la tiranía de
la violencia. Le pido que me crea cuando digo que encontrará usted un inesperado
número de tales hombres y mujeres en la India. Durante los últimos veinte años
han estado formándose para ello.
Durante el último medio siglo hemos estado intentando liberarnos del gobierno
británico. El movimiento por la independencia no ha sido nunca tan fuerte como
ahora. El Congreso Nacional Indio, que es la organización política más poderosa,
está tratando de conseguir este fin. Hemos logrado un éxito muy apreciable por
medio del esfuerzo no violento. Estamos bus-cando los medios correctos para
combatir la violencia más organizada en el mundo, representada por el poder
británico. Usted le ha desafiado. Ahora queda por ver cuál es el mejor
organiza do: el alemán o el británico. Sabemos lo que la bota británica
significa para nosotros y las razas no europeas del mundo. Pero nunca
desearíamos poner fin al gobierno británico con la ayuda de Alemania. En la no
violencia hemos encontrado una fuerza que, si está organizada, sin duda alguna
puede enfrentarse a una combinación de todas las fuerzas más violentas del
mundo. En la técnica no violenta, como he dicho, no existe la derrota. Todo es
«Vencer o morir» sin matar ni hacer daño. Se puede usar prácticamente sin dinero
y, claro está, sin la ayuda de la ciencia de la destrucción que tanto han
perfeccionado ustedes.
Me
asombra que no perciba usted que esa ciencia no es monopolio de nadie. Si no son
los ingleses, será otra potencia la que ciertamente mejorará el método y le
vencerá con sus propias armas. Además, no está dejando a su pueblo un legado del
que pueda sentirse orgulloso, pues no podrá sentirse orgulloso de recitar una
larga lista de crueldades, por muy hábilmente que hayan sido planeadas.
Por
consiguiente, apelo a usted, en nombre de la humanidad, para que detenga la
guerra. No perderá nada si pone todos los asuntos en litigio entre usted y Gran
Bretaña en manos de un tribunal internacional elegido de común acuerdo. Si tiene
éxito en la guerra, ello no probará que usted tenía razón. Sólo probará que su
poder de destrucción era mayor. Por el contrario, una sentencia de un tribunal
imparcial mostrará, en la medida en que es humanamente posible, cuál de las
partes tenía razón.
Sabe
que, no hace mucho tiempo, hice un llamamiento a todos los ingleses para que
aceptaran mi método de resistencia no violenta. Lo hice porque los ingleses
saben que soy un amigo, pese a ser un rebelde. Soy un desconocido para usted y
para su pueblo. No tengo coraje suficiente para hacerle el llamamiento que hice
a todos los ingleses, aunque se aplica con la misma fuerza a usted que a los
británicos.
Durante esta estación, cuando los corazones de los pueblos de Europa ansían la
paz, hemos suspendido incluso nuestra pacífica lucha. ¿Es demasiado pedir que
haga un esfuerzo por la paz en un tiempo que tal vez no signifique nada para
usted personalmente, pero que tiene que significar mucho para los millones de
europeos cuyo mudo grito de paz oigo, pues mis oídos pueden escuchar la voz de
millones de personas mudas?
- Vol. 73, 24 de diciembre de 1940. (El gobierno británico no permitió que esta carta fuera enviada ni se hiciera pública). Del Libro "Mi vida es mi mensaje" Gandhi. Edición de John Dear |
miércoles, 11 de enero de 2012
Mahatma Gandhi
http://www.portalplanetasedna.com.ar/gandhi.htm
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