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Es curiosa la incapacidad que tenemos en muchas ocasiones para
ponderar lo que es importante con independencia de su tamaño y
trascendencia real. Nos pasa en nuestra vida familiar, o incluso con
nuestra propia salud. Actuando con la mejor de las intenciones, de
repente, nos damos cuenta desgraciadamente cuando ya suele ser tarde, de
que hemos desatendido lo que más queríamos y lo que más necesitábamos.
En esta confusión, propiciada por la preeminencia de lo cotidiano y
lo impuesto como urgente, hace que en muchas ocasiones cuando hablamos
de economía de mercado se nos olvide que lo primero que se nos tendría
que venir a cabeza es la idea de empresa. Igual nos
pasa si mirásemos la composición del tejido productivo de España; en
este caso, lo que nos suele pasar desapercibido es que el paisaje que tenemos delante es el que configuran esencialmente las pequeñas y medianas empresas.
Si reflexionamos un instante sobre el principal problema de la
sociedad española en este momento, el paro, de nuevo la realidad con la
que nos vamos a encontrar es que la pequeña y mediana empresa es,
además, el único instrumento, la única organización, de que dispone
nuestra sociedad para crear empleo de manera
significativa y estable. ¿Por qué no vemos lo evidente?. Decía Goethe
que, sólo vemos lo que conocemos, luego hagamos un esfuerzo entre todos
por hacer evidente la realidad empresarial de nuestro país.
En un mundo globalizado en donde las grandes empresas aceptan como modelo de transformación la innovación en abierto, y tienden a configurarse como organizaciones en red,
la apuesta para fijar riqueza al territorio y para crear empleo, sólo
puede ser por la pequeña y mediana empresa. La afirmación, por lo tanto,
es un obviedad, pero que resulta ineludible hacerla compartida; sí,
¡idiota es la economía!, pero sobre todo ¡idiota es la pequeña y mediana
empresa!
Ahí nos la jugamos. La prosperidad económica y social de España pasa
por encima de cualquier otra variable por el éxito futuro de los cientos
de miles de emprendedores que tiene que ser capaz de
generar nuestra sociedad, y por el crecimiento y consolidación de las
pequeñas y medianas empresas que soportan el estado de bienestar de que
disfrutamos. Emprendedor y pequeña y mediana empresa son el mantra de competitividad de España.
Decimos cientos de miles y posiblemente todavía nos quedemos cortos
en la magnitud de las necesidades que como sociedad tenemos. Es una
auténtica explosión de creatividad, de talento emprendedor el que debe enriquecer el ecosistema
para que puedan sobrevivir otras instituciones también absolutamente
esenciales que nos permiten disfrutar de un Estado de bienestar. Sin
estas plantas de la riqueza que son las pequeñas y medianas empresas
pronto el CO2 que emiten otras instituciones acabará destruyendo las
confortables condiciones de vida de las que hemos disfrutado en las
últimas décadas.
La principal característica de las empresas españolas tomadas en su
conjunto es su tamaño. En un número aplastantemente de lo que estamos
hablando cuando lo hacemos de empresas es realmente de micro empresas.
Organismos que por su propia simplicidad tienen fuera de su alcance el
desarrollo de las habilidades básicas para su supervivencia en unas
condiciones complejas y hostiles. Cualquier gripe económica se comporta
con las micro-empresas como una peste, sembrando su paso de sueños rotos
y desempleados. Qué decir sí, lo que tenemos delante es un atentico
cambio de paradigma económico, como el que sin duda estamos viviendo,
entonces el resultado es una auténtica debacle.
Es importante destacar que la pérdida de tejido productivo, ni es imputable al valor de sus gestores, ni a la bondad de sus proyectos,
sino a las características del sistema. Desde el sensor que es una
escuela de negocios puedo afirmar que nunca como ahora ha prendido el
espíritu emprendedor y ha habido un número tan importante de buenas
ideas, pero no es suficiente con talento, el entorno debe mejorar y el
capital debe fluir.
Es cierto que el cambio en los hábitos y referencias tradicionales que ha traído la globalización, la liberalización y desregulación de los mercados
abre muchas ventanas de oportunidad para nuevos negocios, pero también
lo es, que es para negocios que cuando menos tengan en común su carácter
global y su gestión desde la innovación. Global e innovador
son las premisas de cualquier proyecto empresarial sostenible a día de
hoy, realidades a las que las micro empresas y las pequeñas empresas
tienen serias dificultades para adaptarse, por falta de capacidad
organizativa, por falta de cultura, por falta de recursos. Podemos pedir
empresarios audaces, rigurosos, creativos, que construyan su destino,
pero no superhéroes que venzan a los elementos.
Sí el primer foco de nuestra atención debe ser la pequeña y mediana
empresa, su concreción operativa debe ser el emprendedor y el
crecimiento. Necesitamos más empresarios y empresas más grandes, el
emprendimiento y el tamaño empresarial son totalmente determinantes en
la búsqueda de una sostenibilidad económica para España.
En una realidad emergente como la que vivimos, las previsiones
planificadoras, que con tanto primor desarrollan las administraciones
para poner en marcha sus micro acciones dirigidas a la mejora de
competitividad, se ven constantemente desbordadas, mostrándose
ineficientes, cuando no directamente perturbadoras, para el común de las
empresas. Las administraciones seguirían teniendo un papel decisivo en
la sociedad, pero su éxito y reconocimiento social dependerá de que
cambien el marco de relación con el que tradicionalmente han venido
relacionándose con las empresas y la sociedad. Si hemos aceptado que los
mercados son un dialogo volquémonos en facilitar la intensidad de
comunicaciones y su calidad. Aprendamos escuchar e integrar antes que
planificar y dirigir.
La mejor política de apoyo a las pequeñas y medianas empresas es una
buena política económica. Más que ir reaccionando a un marco legal y
fiscal globalizado en el que cada día la competencia por atraer el
talento emprendedor es más despiadada, el reto es crear un marco
competitivo diferencial acorde con nuestras fortalezas y peculiaridades.
Es impresionante ver la lucha de los territorios por atraer a
emprendedores y darles las mejores condiciones para sus empresas, en una
disputa que nos recuerda la de las mejores universidades del mundo por
atraer a los investigadores más prestigiosos en un mercado que no
entiende de fronteras.
Competimos en un mundo el que nuestra oportunidad puede estar en
constituir una empresa por Internet en ocho horas sin desembolso de
capital en el Reino Unido, pero en el que también por ahí puede venir
nuestra competencia más feroz. Pocas y robustas regulaciones,
acompañadas de la exigencia rigurosa de su cumplimiento, que debe
compensarse con la moderación en su proliferación. Un marco de igualdad
que limite las incertidumbres a las propias del mercado. Financiación
más y mejor, pero posibilitando que sean los agentes financieros que
operan en lugares como la “Bahía de San Francisco” los que modulen los
riesgos y sigan las decisiones empresariales. No parece que la
experiencia nos indique que el Estado pueda ser, no ya eficiente, sino
mínimamente eficiente, como financiador- subvencionador de proyectos
empresariales con capacidad de transformación real de la economía de
España.
Apenas podemos intuir que nada volverá a ser igual. Somos sujetos de
un cambio cuya dimensión no deja de sorprendernos. Todos los días nos
enfrentamos a nuevas preguntas sobre los mercados, las condiciones
laborales, las relaciones sociales y el entorno en que vivimos cuyas
respuestas desbordan por su complejidad nuestra capacidad de reacción.
Preguntas que, sin embargo, nos conducen de manera inexorable a
realidades de las que depende el empleo, la intimidad o salud de la que
disfrutamos. Palabras como incertidumbre o precariedad, vienen a
sustituir en la descripción de la cotidianeidad a otras como seguridad y
estabilidad. Refugiarse en la repetición de comportamientos otrora
exitosos se nos evidencia como una resignación suicida. Adaptarse al
cambio, ser parte del cambio. Aprender emprendiendo es la ruta a seguir.
Aprender es descubrir, integrar. Emprender es comprometerse. Sin compromiso no hay aprendizaje. Sin conocimiento, el éxito es imposible. Es el momento de aprender, de aprender haciendo. Es el momento de emprender.
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