http://www.antoniflores.com/modelos-de-negocio/el-misticismo-empresarial-del-silicon-valley/
A
finales de los 60’s, se inició un movimiento que miraba hacia la India
como el referente espiritual de la humanidad; personas motivadas por
dar un sentido a su existencia, en búsqueda
de trascendencia o
simplemente movidas por la moda y “desencantadas de las soluciones
locales”, viajaban hasta la India para imbuirse en un ambiente de
búsqueda. Desde los inicios de estos movimientos migratorios, la India
empezó a “exportar” productos en forma de gurús, santones, filosofías,
terapias, estética, publicaciones, música, etc. un sinfín de productos y
servicios orientados a hacer de nuestra vida, algo pleno y con
sentido. El paso del tiempo discrimina aquello que es auténtico y con
sentido, de lo que no lo es. En la India se puede seguir viviendo en un
ambiente de misticismo de un modo natural y contextualizado, fuera de
ella, algunos de los “productos” exportados, aquellos que realmente
aportaban valor han sobrevivido y se han instalado en nuestros hábitos y
vida cotidiana. Otros hoy los vemos con cierta ironía, frutos de modas
pasajeras. No puedo dejar de hacer un paralelismo de este fenómeno con
lo que está ocurriendo en el mundo de la innovación empresarial;
del
mismo modo que el misticismo Indio lo hizo en los 60’s, la innovación
ha irrumpido con fuerza y potencia en el mundo de los negocios; su India es
Silicon Valley, que de igual forma exporta al resto del mundo productos en forma de
gurús de la innovación,
filosofías, estilos de vida, métodos, publicaciones, etc. todo ello
fuertemente impulsado por grandes herramientas de propaganda y difusión.
No se es nadie en el mundo de la innovación, si no se ha estado en el
valle del silicio, si no se ha bebido de sus fuentes de sabiduría,
imitado sus códigos y su lenguaje, si no se han importado profesores,
leído sus libros y ha visionado sus videos. Cuan fieles seguidores de un
santón, seguimos sus directrices y tratados, las aplicamos a nuestras
empresas y otorgamos crédito a todo aquel recién llegado del valle.
No nos cuestionamos su calidad ni idoneidad hacia los problemas que nos acucian, simplemente lo adoptamos y utilizamos.
Buscamos con ello la solución que no tenemos y que nuestro entorno no
nos puede dar; dejamos de ver aquello que realmente tenemos para
explotar y exportar, aquello que nos es propio y nos hace únicos,
nuestro valor real y diferencial, imposible de ver y desarrollar con
herramientas poco adaptadas a nuestro entorno. ¿Pero que es entonces
aquello que nos atrapa y encandila del Silicon Valley?, ¿Qué tiene en
común con la India de los 60’s?: Da respuesta a algo que necesitamos y
que no encontramos. Conocemos el problema, su necesidad pero no tenemos
respuestas; nos dejamos arrastrar por las modas en búsqueda de
soluciones a nuestra inoperancia productiva y emprendedora. Abrazamos
“el dorado” del silicio cual religión lejana que nos promete felicidad y
vida eterna empresarial. Poco importa que sus directrices no estén
adaptadas a los problemas y circunstancias de nuestro entorno, que
“bajarlas al terreno” resulte en muchos casos inoperante, fuera de
escala y caro.
Urge un ejercicio de rigor y análisis de lo que
importamos para aplicar a los problemas de nuestras empresas; debemos
discriminar del exotismo aquello que nos aporta valor y es adecuado a
nuestro entorno; si no lo hacemos, corremos el riesgo de trabajar en una
dirección distinta a la que deberíamos y perder parte de nuestras
ventajas competitivas. Quizás dentro de unos meses, algunos se
encuentren saltando al son de un tambor, con la cabeza rapada y vestidos
de color naranja.
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