O ¿por qué las personas que hablan ruso ven
más azules que los que hablan inglés? Comprueban científicamente la
frase: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”
“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”,
escribía en 1921 Ludwig Wittgenstein,en un tratado en el que intentó
definir la lógica fundamental del pensamiento humano. Y al parecer el
soberbio filósofo austriaco tenía razón. Una serie de estudios
encabezados por la guapa investigadora de ciencias neurocognitivas de
Stanford y MIT, Lera Boroditsky,
parecen confirmar científicamente esta intuición profunda de la
historia del pensamiento humano. Nombrar, como su etimología lo sugiere,
es necesario para conocer, el nomos de nuestro ADN adánida. Las palabras son ojos.
De rígida formación científica aunque
abocada a campos humanitarios, Lera se llevó una estremecedora sorpresa
después de asimilar sus resultados investigando la percepción del
tiempo, las formas y los colores en sujetos que habitan diferentes
lenguajes.
“Mi intención era mostrar que el
lenguaje no afecta la percepción, pero encontré exactamente lo opuesto.
Resulta que el lenguaje interviene en níveles básico de percepción, y,
sin tener conocimiento o consentimiento, transforma la sustancia misma
de cómo vemos el mundo”.
Un ejemplo significativo y hasta poético, en la dimensión del color regente de la imaginación, son los experimentos en la percepción de distintos tonos de azul en personas que hablan diferentes idiomas.
“En ruso no existe una sola palabra que
cubra todos los colores que las personas que hablan inglés llaman
“azul”. El ruso hace una distinción obligada entre el azul claro (goluboy) y el azul oscuro (siniy). Ahora bien ¿significa esto que las personas que hablan ruso notan una mayor diferencia entre azules goluboy y azules siniy?
Al parecer sí, esto es lo que nos dice nuestra data. Las personas que
hablan ruso son más rápidas en distinguir dos tonos de azules diferentes
que las personas que hablan inglés”. (Ver estudio: Effects of language on color discriminability).
Un estudio similar fue realizado entre personas que hablan griego y personas que hablan inglés, en griego existen las palabras ghalazio y never ble (para
el azul cielo y para el azul oscuro). Los resultados que obtuvieron
muestran que los helénicos procesan el azul claro y el azul oscuro 100
millisegundos antes que los angloparlantes. (Ver estudio).
La búsqueda de la joven de asendencia
bielorrusa por corroborar los efectos del lenguaje en la percepción la
llevó a Pormpuraaw, un pequeño poblado aborigen en el norte de
Australia. Los locales Kuuk Thaayorre no utilizan palabras como
“izquierda” o “derecha” o “atrás” y “adelante”, como se usan en inglés.
Para todas su referencias espaciales usan términos de direcciones
cardinales, hasta el punto de decir: “tienes una hormiga en el noreste de tu pierna” (algo peligroso) o “mueve la tasa al suroeste un poco” (habría que estudiar también los efectos de los diminutivos latinoamericanos en la percepción del mundo).
Una consecuencia de hablar una lengua
así es que uno se tiene que mantener orientado en todos momentos para
poder tener relaciones sociales primarias. De otra forma la pregunta “¿A
dónde vas?” puede ser fatal, como parte de una confusión
existencialista absurda.(La respuesta para los Kuuk Thaayorre sería algo
como “Al sursureste en la distancia media”). “Si no sabes hacia que
dirección estás viendo, no puedes superar el ‘Hola’”, escribe Lera.
“Visto de una forma sencilla, las
personas que hablan lenguas como la de los Kuuk Thaayorre son mucho
mejores que las personas que hablan inglés en mantenerse orientados y en
mantener noción de dónde están, incluso en paisajes desconocidos o
dentro de edificios desconocidos. Lo que les permite -en realidad
obliga- a hacer esto, es su lengua. Tener su atención entrenada de esta
forma los equipa para realizar hazañas de navegación que alguna vez
parecían imposibles para un ser humano”.
Y aunque esto pueda ser considerado un
aspecto primitivo en nuestra relación con la realidad o el mundo, si
esto ocurre con las representaciones espaciales, esto significa que
probablemente otro tipo de percepciones se ven afectadas por el
lenguaje, como el tiempo, los números, la música, la moral, la
socialización y muchas más.
“Hasta los aspectos
más básicos de la percepción del tiempo pueden ser afectados por el
lenguaje. Por ejemplo: las personas que hablan inglés prefieren
referirse a la duración en términos de longitud “esa fue una larga
plática” “esa reunión fue muy corta”( e.g., “That was a short talk,” “The meeting didn’t take long”)
mientras en español y en griego se suele preferir referirse a la
duración en términos de cantidad o tamaño, usando términos como “mucho”
o “poco” o “grande”. Nuestra investigación muestra que habilidades
cognitivas, como estimar la duración de algo, difieren, y pueden
predecirse, en formas consistentes con los patrones de metáforas de cada
lenguaje. Cuándo se les pide estimar la duración, las personas que
hablan inglés tienden a confundirse por la información referente a la
distancia, estimando que una línea de mayor longitud permanece más
tiempo en la pantalla donde se realiza una prueba. Mientras las personas
que hablan griego tienen mayor tendencia a confundirles por información
referente a la cantidad, estimando que un contenedor que está “más
lleno” permanece más tiempo en una pantalla
“Una pregunta importante es: ¿Son estas diferencias causadas por el lenguaje per se o por algún otro aspecto de la cultura?
“Una forma de
responder esta pregunta es enseñando nuevas formas de hablar a las
personas y observar si esto influye en la forma en la que piensan. Se le
enseñó a personas que hablan inglés diferentes formas de hablar sobre
el tiempo: se les enseñó metáforas de tamaño (como en griego) para
describir la duración (por ejemplo: una película es más grande que un
estornudo) o metáforas verticales (como en mandarín) para describir el
orden de las cosas. Una vez que los angloparlantes aprendieron a
hablar del tiempo de estas formas, sus resultados en pruebas cognitivas
se empezaron a asemejar a los de las personas que hablan griego o
mandarín. Esto sugiere que los patrones de un idioma o una lengua tienen un papel causal en la construcción de nuestra forma de pensar. Aprender a hablar un nuevo idioma, es también aprender una nueva forma de pensar”.
Otro ejemplo notable tiene que ver con el género gramatical de diferentes idiomas:
“En un estudio le
pedimos a personas que hablan alemán y a personas que hablan español que
describieran objetosque tienen géneros opuestos en los dos idiomas. Las
descripciones que dieron difirieron en una forma predecible por su
género gramatical. Por ejemplo, cuando se les pidio describir la palabra
“llave”, una palabra que en alemán es masculina y en español femenina,
las personas que hablaban alemán usaron en mayor medida palabras como
“dura” “pesada” “metálica”, “férrea” y “útil”, mientras los que hablaban
español dijeron en muchos casos palabras como “dorada” “pequeña”
“preciosa” “intrincada” “brillante” y “pequeña”".
Algo similar pero en
el sentido opuesto ocurrió con la palabra “puente”, que es masculina en
español y femenina en alemán. El género gramatical transforma la forma
en la que vemos los objetos, los femeniza o masculiniza y hace que les
asociemos cualidades, casi de una forma mágica.
Un ejemplo, un poco
obvio, tiene que ver con cómo los artistas representan al tiempo o a la
muerte. Según Lera Boroditsky en un 85% de las veces un artista
representa a la muerte según su género gramatical: los rusos pintan a la
muerte como una mujer; los alemanes, como un hombre. ¿Podría haber
surgido en México un culto, casi un cariño, a la “Santa” muerte, si esta
no fuera una palabra de género femenino? Y por otra parte ¿qué relación
tiene la transformación a través la historia de ciertas deidades
cambiando de sexo femenino a masculino, o viceversa, con estas
cualidades adquiridas a partir del género gramatical? Algo de lo cual Robert Graves en “La Diosa Blanca”
nos ha dejado pistas. Posiblemente las castas sacerdotales tuvieron
algún tipo de conciencia de que un dios era más útil para transmitir
ciertos conceptos, ciertos castigos, ciertas leyes, que una diosa, por
ejemplo, y así también en relación con la idiosincracia particular de un
pueblo que se quisiera convertir o conquistar.
“Otros estudios han
hallado efectos del lenguaje en cómo las personas se construyen
mentalmente eventos, razonan sobre la causalidad, llevan cuentas
numéricas, entienden la sustancia material, perciben y experimentan
emociones, razonan sobre la mente de las demás personas, deciden tomar
riesgos e incluso como escogen sus parejas o sus profesiones”.
El autor
de este artículo ha sufrido una prueba de los efectos del lenguaje en la
percepción de la realidad: al encontrar una intuición personal
claramente verbalizada y explicada por la neuroantropóloga de origen
bielorruso Lera Borodistky (o Boro di cielo), la ha beatificado,
reproduciéndola en su pantalla mental con una mayor beldad de la que su
pequeño thumbnail en blanco y negro podría, objetivamente, provocar. Su
inteligencia transmitida a partir de su lenguaje científico ha
transformado su rostro como una aura metafísica. Pero doble dirección
transformativa: a partir de su belleza aumentada por el cristal
magnificante de mi percepción influida, su lenguaje ha sido aprehendido
con mayor claridad, anidando en zonas arborescentes de diamantes
sinápticos, disparando interconexiones de fuego neuroazul y derramando
lagos de serotonina sinergética: sílex de letras que se autoliban
lisérgicas.
“if the world is code, then it can be hacked..
or
That the
real secret of magic is that the world is made of words, and that if you
know the words that the world is made of you can make of it whatever
you wish. (Terence Mckenna)
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