Por Gustavo Toledo
Antes
que un gran físico, Albert Einstein fue un gran observador (quizás por
eso mismo llegó a serlo), a quien nada de lo humano le era ajeno. Lejos
de encerrarse en su laboratorio o de privilegiar la compañía de sus
pares, recorría las calles, dialogaba con la gente, buscaba pistas que
le permitieran desentrañar la realidad que tenía a su alrededor.
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Así,
durante los años que siguieron al crac del 29 advirtió que aquellos que
lograban levantar cabeza antes que otros e incluso le indicaban el
camino de salida al resto eran justamente quienes habían aplicado una
mayor dosis de ingenio a su búsqueda. “La creatividad nace de la
angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace
la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien
supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado. Quien
atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento
y respeta más a los problemas que a las soluciones”, concluyó.
Hace
pocos días, el diario ABC de España publicó una interesantísima nota
que le da la razón al hombre del bigote y cabellos revueltos. Bajo el
título “Nuevas profesiones: aquí sí hay empleo”, el periodista T.S.
Vicente señala que en medio de la desoladora coyuntura económica que
atraviesa su país -con más de cinco millones de desempleados y una
incesante caída de los salarios-, existe una serie de oportunidades de
trabajo que la mayoría de los españoles ignora, en las que la demanda
supera ampliamente a la oferta y el nivel de retribución es superior a
la media.
¿Cuáles son esas oportunidades? A saber: Expertos en
analítica Web (ingenieros o estadistas encargados de medir los datos de
audiencia y publicidad de una web con el fin de mejorar su
posicionamiento); Arquitectos de información (responsables de la
estructura y organización de un portal web para mejorar su
navegabilidad); Expertos en usabilidad (responsables de investigar qué
es lo que buscan y quieren los usuarios de la Red); Responsables de
e-Commerce (encargados de las ventas “online” de una empresa”); Product
manager (responsables de identificar nuevas oportunidades, tendencias y
problemas para desarrollar productos de éxito); Especialistas SEO
(encargados de posicionar los contenidos de una web en los buscadores de
manera que destaquen entre las páginas web de la competencia);
Community manager (responsables de la comunicación de la empresa con el
exterior a través de las redes sociales como Facebook, Twitter o
Linkedin); entre otros.
Un dato nada menor: ninguno de esos
trabajos existía hace diez años. Otro: ninguno necesita de una oficina,
fábrica o local para llevarse a cabo, ni de que los profesionales que
los desempeñan marquen tarjeta.
Como se verá, no es casual que
todos ellos estén relacionados con Internet y las redes sociales. La
revolución tecnológica es una fuente inagotable de oportunidades para
quienes reúnen al menos cuatro características: 1) un dominio básico del
lenguaje informático; 2) disposición a reciclar sus conocimientos y
habilidades de manera constante; 3) poseer una mirada a largo plazo; y
4) aportar valor agregado a lo que produce (es decir, agregar “pienso”).
Nada demasiado complicado, ¿verdad?
En
ese orden, la realidad uruguaya no es muy diferente a la de la Madre
Patria. En nuestro país, el desempleo en el área de las TICs es cero o
cercano a cero. Somos una pequeña potencia en esa materia –12.000
empleos directos y exportaciones por más de doscientos millones de
dólares al año-, cuyo principal cuello de botella está precisamente en
la falta de recursos humanos calificados.
¿Por qué sucede esto?
Básicamente por cuatro razones: 1) el desconocimiento de los jóvenes –y
también de sus padres- de la oferta de carreras relacionadas con las
tecnologías de la información y sus oportunidades de desarrollo
profesional y laboral; 2) la forma a menudo anacrónica, aburrida y poco
efectiva para el alumno de la enseñanza de la informática dentro el
sistema educativo (¡en algunos sitios se enseña a través de pizarrones
de tiza!); 3) el peso social y el prestigio que aun conservan las
carreras tradicionales frente a las tecnológicas; y 4) la escasa o nula
preocupación del sistema educativo en cultivar la creatividad y el
ingenio de los estudiantes desde que ingresan hasta que egresan de él.
Ken
Robinson, un pedagogo británico cuyos libros son furor en Europa y
Estados Unidos, señala algo que deberíamos repetirnos cada mañana: “los
niños de ahora harán trabajos que aun no están inventados”, y si
queremos que las economías prosperen y ellos sean dueños de su futuro
“necesitamos niños que piensen de forma creativa y entiendan los valores
culturales de su tiempo. La creatividad son ideas originales que tienen
un valor”.
Así de simple.
Por eso, no hay tiempo que
perder. La siembre de hoy, será la cosecha de mañana. Tanto el sistema
educativo como la sociedad debemos cambiar nuestros objetivos y dar
respuesta a las necesidades de los más jóvenes. No debemos ser un lastre
para ellos, ni empujarlos al pasado como venimos haciendo, sino
proporcionarles las herramientas que necesitan para sobrevivir en este
mundo en el que lo único constante es el cambio, y estimularlos a que
conquisten su destino en base a sus talentos y virtudes.
Las
crisis más graves no son las de los mercados sino las existenciales.
Cuando una sociedad no sabe hacia dónde ir, tiende a copiarse a sí
misma.
Ya lo dijo el viejo Albert: “si siempre hacemos lo mismo no esperemos resultados distintos”.
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