Se conoce como ceguera al cambio
a la incapacidad que tenemos para detectar ciertos cambios en un objeto
o en una escena que se tiene justo en frente. Se trata de un fenómeno
de percepción que ha sido estudiado dentro de campos como la
Neurociencia y la Psiocología cognitivas, y desde los cuales se afirma
que está relacionado con el proceso de selección de información propio
del cerebro. Una de las preguntas específicas que los
científicos se han planteado en torno a este fenómeno es ¿en qué momento
preciso falla algo en el proceso mental que inhabilita la detección de
los cambios? Investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y
la Universidad de Santiago de Compostela (USC) ofrecieron una respuesta
a esta pregunta tras analizar la actividad cerebral que tiene lugar
durante el proceso de detección de cambios. El estudio,
publicado en Journal of Cognitive Neuroscience, demuestra que la
ceguera al cambio comienza incluso antes de que se produzca el propio
cambio. Como parte del trabajo, los investigadores además lograron
identificar patrones de actividad cerebral que permiten anticipar si una
persona será capaz de detectar un cambio en su entorno. ACTIVIDAD CEREBRAL DE LA CEGUERA AL CAMBIO
Imagínese
que la persona que tiene a su lado, con la que está manteniendo una
conversación, es substituida de repente y sin previo aviso por otra
diferente. ¿Sería capaz de darse cuenta? Seguramente no dude en decir
que sí, que semejante circunstancia no podría pasarle desapercibida. Sin
embargo, puede comenzar a dudarlo después de ver este vídeo
Para estudiar la actividad cerebral durante el
proceso de detección de cambios, los investigadores registraron la
actividad cerebral electroencefalográfica (EEG) de un grupo de
voluntarios. Estos, tras disponerse a encontrar cambios en una secuencia
de dos imágenes consecutivas presentadas en la pantalla de un
ordenador, fueron incapaces de detectar aproximadamente un 30% de los
cambios que presenciaron.
Para los investigadores este
porcentaje es sorprendentemente alto, ya que los participantes no sólo
sabían que era muy probable que surgiese un cambio, sino que además las
imágenes en las que debían buscarlos eran relativamente simples -a
diferencia de lo que ocurre en la vida cotidiana, donde los cambios son
por lo general inesperados y las escenas de una gran complejidad-.
Pero
los resultados más llamativos del estudio surgieron a la hora de
analizar la actividad cerebral. Los investigadores observaron que el
proceso que conducía a la imposibilidad de detectar los cambios
comenzaba antes de que estos tuviesen lugar.
De este modo, la
actividad del EEG permitía anticipar si serían detectados o no. Igual de
sorprendente fue para los investigadores identificar que el fallo en la
detección de cambios se producía en aquellas imágenes que, a juzgar por
la actividad cerebral, parecían recibir mayores recursos de
procesamiento. Por último, los investigadores hallaron que,
independientemente de que el cambio hubiese sido detectado o no, la
actividad del EEG indicaba que éste había sido registrado en cierta
medida por el cerebro.
UN MUNDO CAMBIANTE Y DÉBILMENTE REPRESENTADO Vivimos
en un entorno complejo que contiene una enorme cantidad de estímulos
diferentes y que, además, cambia constantemente. Aunque nuestra
intuición nos pueda hacer pensar que la representación mental que
construimos del mundo que nos rodea es rica en detalles, en realidad son
muchos los experimentos que han demostrado que retenemos sólo una
pequeña parte de la información disponible a nuestro alrededor.
La
capacidad de nuestro cerebro es limitada y, por ello, ha de decidir qué
información resulta más relevante en cada instante para destinarle los
recursos limitados de los que dispone. Entre esta información, tiene
especial importancia la que concierne a los cambios que ocurren en
nuestro entorno, pues se trata de la información que nos permite adaptar
nuestro comportamiento a las circunstancias. Comprender cómo detectamos
dichos cambios —o los motivos por los que pasan desapercibidos— puede,
por tanto, ayudarnos a comprender el modo como representamos mentalmente
el mundo que nos rodea. Los resultados obtenidos por los investigadores
de la UAM y la USC son un paso en esta dirección.
En cuanto a
posibles aplicaciones prácticas, el estudio abre la posibilidad de
disponer de marcadores cerebrales que nos permitan predecir la detección
de un cambio. Esto podría ser útil para comprender qué prioridades
establece nuestro cerebro a la hora de procesar la información del
entorno y, por tanto, qué tipo de cambios en la escena visual son más
fácilmente detectables. Alternativamente, podría permitirnos conocer qué
clase de estrategias son más adecuadas para percibir dichos cambios en
diferentes contextos. Esto último a su vez podría servir, por ejemplo,
para optimizar el modo en el que determinados dispositivos suministran
información a sus usuarios, así como para optimizar el entrenamiento de
éstos en el manejo de los mismos. Pero el estudio, además, abre nuevos
interrogantes a los científicos. Por ejemplo: si el cerebro siempre
registra en alguna medida los cambios, ¿a qué se debe que algunos sean
identificados conscientemente por los observadores y que otros pasen
inadvertidos?
Referencia bibliográfica: Darriba A, Pazo-Álvarez P, Capilla A, Amenedo E. Oscillatory brain activity in the time frequency domain associated to change blindness and change detection awareness. J Cogn Neurosci. 2012 Feb;24(2):337-50. |
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