COMPETIR CON LA MENTE
La mente es la casa de las creencias que promueven los pensamientos que conducen a las acciones que emprendemos.
La mente es lo que desarrolla y dirige la estrategia.
La mente provee una imagen e instruye al cuerpo en los movimientos necesarios para actuar.
La mente es el observador que hace las decisiones acerca de la clase de autodiálogo que utilizamos cuando actuamos.
La mente controla nuestra fisiología.
La mente se hace cargo del control emocional.
La mente es la locomotora que conduce al tren!
junio 21, 2012
Del latín principium, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define “principio” como “el primer instante del ser de algo” y, en su sexta acepción, como “norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta” (“el pensamiento y la conducta”, me atrevería a decir).
Por tanto, tres claves: los principios son normas o ideas fundamentales; marcan las reglas.
Además, rigen: dominan, apuntan, lideran. Y lo que rigen son tanto los pensamientos como las conductas (“siembra un pensamiento y cosecharás una acción”, Thackeray).
Los principios son esenciales, porque llevan nuestra misión (a lo que nos dedicamos individual y colectivamente, a lo que queremos seguirnos dedicando) a pensamientos y comportamientos cotidianos.
Ser una persona de principios es una de las claves de la autoconfianza (saber qué es negociable y qué no lo es) y de la confianza que merecemos a los demás. La repetida frase de Groucho, “Estos son mis principios… pero si no le gustan, tengo otros”, lejos de ser una boutade divertida, desgraciadamente se ha convertido en algo frecuente.
Las personas sumisas, miedosas, o demasiado interesadas (traicioneras, en definitiva) venden sus principios por un plato de lentejas. Es clave rodearse y elegir personas y organizaciones de principios, coherentes, íntegras.
Stephen Covey nos enseña, en su segundo hábito, que se trata de supeditar conscientemente los impulsos a nuestros valores. Es esencial en la proactividad, en la iniciativa, en que nuestra vida vaya de dentro hacia fuera (por nuestra influencia) o de fuera a dentro (la mayoritaria actitud reactiva, que reprime nuestro talento). Un fin, una brújula, una guía de nuestros pensamientos y acciones. En la vida la cosa no es tan fácil.
Primero, porque incluso las “personas-veleta” (las que cambian con el viento) se justifican en función de las circunstancias. Y especialmente porque en ocasiones los principios (cuando no son estrictamente criterios éticos, sino morales, de costumbres, culturales) derivan hacia la rigidez de las conductas.
Juan Carlos Cubeiro, junio 21.2012
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