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Muchas veces me imagino que hay un montón de niños pequeños jugando en un gran campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un profundo precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adonde van, yo salgo de donde esté y los agarro. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura. El guardián entre el centeno, J.D. Salinger A nadie se le escapa que, hoy más que nunca, las empresas están obsesionadas con la eficiencia. Buscan, a como dé lugar, sacar el máximo partido de los recursos de que disponen. De forma prácticamente unánime, el conocimiento de sus integrantes es reconocido como el principal activo de cualquier organización (y el único en el caso de las empresas de servicios, que son la inmensa mayoría en el panorama económico actual). ¿Por qué, entonces, el conocimiento no es administrado con la misma exhaustividad que el resto de activos? ¿Por qué es tan insólito encontrar empresas que cuenten con una estrategia para gestionar su conocimiento? La respuesta es muy sencilla: El conocimiento al interior de las empresas no tiene dueño. Aunque cada vez más empresas quieren gestionar el conocimiento, muy pocas hacen el esfuerzo adecuado. La realidad indica que el recurso más importante de toda organización no tiene a nadie a su cargo. Increíble pero cierto. Holden Caulfield es el adolescente protagonista del universal libro de Salinger que todos los jóvenes debiesen leer porque una cosa es segura: cuando lo hacen, quedan inmediatamente identificados con su rebeldía y prendados con su historia. Holden, tan provocador y malhablado como se presenta a lo largo de la obra, sorprende, sin embargo, a la mayoría de lectores al momento de confesar a su hermana pequeña Phoebe su verdadero propósito en la vida: cuidar y preservar lo más valioso para la humanidad que son los niños. Nosotros los mortales, vivimos en un mundo que se rige, entre otras cosas, por un principio que ha adquirido carácter de sagrado e inviolable: el de la propiedad privada. Nos hemos acostumbrado a que las cosas tienen dueño o de otro modo no existen y al mismo tiempo, las personas poseen cosas (cuantas más mejor) o de lo contrario no son nadie. Nos guste o no, el principio de propiedad privada gobierna todas nuestras relaciones. Si trasladamos el concepto de propiedad al contexto de las organizaciones, es fácil comprobar que todo lo que existe al interior de una empresa tiene un dueño que se responsabiliza de su administración y rinde cuentas por ello:
¿Por qué ocurre esto? Existen 3 razones muy evidentes:
Si el conocimiento es importante, si administrarlo adecuadamente tiene impacto decisivo en los resultados, entonces necesita tener un dueño reconocible, alguien que se acueste cada noche y se despierte cada mañana pensando en él. ¿Y quien podría ser un candidato idóneo para adueñarse del conocimiento? Por regla general, las áreas de innovación o directamente la gerencia general han venido siendo los pioneros a la hora de hacerse cargo. Pero en mi opinión, no es fácil encontrar a alguien mejor posicionado que el área de RRHH, siempre y cuando se atreva a dar el paso adelante que se le viene reclamando desde hace mucho tiempo. Es un lugar común decir que en muchas empresas, el área de RRHH no tiene el nivel de influencia ni de participación en las decisiones estratégicas que si tienen las áreas de Finanzas, Marketing, Comercial o Producción. Hace poco más de 1 mes, este artículo llegaba incluso a preguntarse si los directores de RRHH son necesarios. Sin embargo, las áreas de RRHH tienen ante sí la inmejorable oportunidad de dar un puñetazo en la mesa, alejarse de su rol meramente transaccional y ofrecerse para gestionar el activo primordial de toda organización que es su conocimiento y convertirse en el Google interno de la empresa al que todos recurren cuando necesitan ayuda para resolver un problema. Son 2 las grandes tareas que tendría que llevar a cabo RRHH: 1. Cosechar, recolectar y sistematizar el nuevo conocimiento que se genera diariamente en la organización. 2. Hacer circular el conocimiento existente y preservarlo para evitar perderlo Si hacemos el ejercicio simple de ir a cualquier institución a hacer estas 2 preguntas ¿Qué es lo más importante que sabe esta empresa? y ¿Qué se ha aprendido hoy aquí que podría ser útil a otros miembros de la organización? el primer problema que enfrentaremos es dilucidar a quien formular dichas cuestiones. No hay nadie que pueda responderlas por que no hay nadie en las organizaciones a cargo de cosechar el abundante caudal de conocimiento que se genera cada día y no tendríamos más alternativa que proceder a consultar a cada integrante de la organización, uno por uno. Si adoptamos la metáfora agrícola, todos los días en tu empresa “germinan” multitud de frutos, es decir, ocurren situaciones que resultan ser experiencias nuevas, diferentes, algunas exitosas y otras fracasadas y que suponen un nuevo conocimiento sobre cómo hacer (o no hacer) las cosas que es muy valioso y altamente aprovechable para otros integrantes de la organización. Ante esta realidad, podemos tomar 2 decisiones: No hacer nada y dejar que esa fruta se pudra o cosecharla para sacarle el máximo partido. Lo verdaderamente interesante es que este conocimiento nuevo “brota” cada día sin que las organizaciones tengan que hacer ningún esfuerzo ni inversión especial ya que surge como resultado de la manera en que los empleados hacen su trabajo. Las lecciones aprendidas son como aquellas frutas que florecen solas por generación espontánea, no hace falta preparar especialmente el terreno, abonarlo y echar las semillas ni regar porque son consustanciales al trabajo que se hace. Y lo más curioso es que esas frutas, se quedan esperando a que las organizaciones hagan algo: las recojan y las aprovechen para evitar repetir errores o asegurar éxitos, o las dejen pudrirse. Las empresas son menos eficientes y por tanto menos rentables de lo que podrían serlo porque desaprovechan una parte sustancial de su inteligencia. ¿Como van a ser eficientes si nadie está a cargo de gestionar el activo más importante que es el conocimiento? RRHH tiene la posibilidad de ofrecerse para liderar ese desafío. Si a una persona le extraes su conocimiento, aunque le dejes el cerebro y el resto de sus órganos intactos, no puede hacer nada, queda inhabilitada. De la misma forma, si a una organización le sacas el conocimiento, queda vacía y no tiene destino alguno por mucho que mantenga la infraestructura, los procesos, los sistemas, el dinero o los clientes. Así como Holden Caulfield sueña con evitar que los niños se caigan por el precipicio, el rol de RRHH pasa por evitar que se pierda el conocimiento y se desaprovechen oportunidades. Hace algunos años, los aspectos relacionados con el medio ambiente o con la seguridad apenas tenían espacio en las discusiones estratégicas de cualquier organización. Sin embargo, y felizmente, han sido capaces de ganarse un espacio indiscutible y hoy tienen una influencia decisiva en todos los planes y proyectos. Llegó la hora de suceda lo mismo con la gestión del conocimiento. ¿A que espera RRHH?: |
miércoles, 4 de julio de 2012
El conocimiento no tiene dueño
http://www.catenaria.cl/km/newsletter/newsletter_75.htm
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