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No obstante, recientemente lo que se ha dado en llamar la Economía del Comportamiento (BehavioralEconomics) señala que la toma de decisiones no sigue al pie de la letra el paradigma neoclásico y que es necesario considerar aspectos de psicología para poder comprender de mejor forma la toma de decisiones. Tres condiciones de las personas se tienen que incorporar a los modelos neoclásicos: i) su limitada capacidad para analizar, procesar y memorizar información; ii) su fuerza de voluntad, o la falta de la misma, para realizar realmente las acciones que son consistentes con su mejor interés; y iii) su preocupación o interés por el bienestar de otras personas además del suyo propio.
Durante los años recientes se han escrito una diversidad de artículos empíricos que documentan experimentos sobre cómo el tipo de información disponible, la personalidad de las personas –perseverancia, resiliencia, entre otras– y el interés por otros miembros de la familia o comunidad afectan la toma de decisiones.
Por ejemplo, en un artículo ampliamente citado se demostró que cuando a personas similares se les ofrecían las mismas opciones de planes de ahorro para el retiro voluntario, pero se les conminaba a escoger uno en particular, las personas se afiliaban a distintos planes, lo cual no es lógico bajo el paradigma neoclásico. Igualmente, en otro artículo reciente se documenta que recordarle a los deudores de un crédito que se acerca su fecha de pago con mensajes de texto en el teléfono celular tiene el mismo impacto en las tasas de buen comportamiento (pagar siempre a tiempo durante la vigencia del crédito), que ofrecerles a los deudores descuentos sobre su crédito futuro.
Esta nueva forma de entender la toma de decisiones, especialmente en las personas de abajo de la pirámide, algo que los psicólogos y mercadólogos ya hacen desde hace tiempo, es muy importante para entender las relaciones intrafamiliares, el comportamiento en una comunidad, la relación entre personas y entre personas y organizaciones, por lo que es necesario que se tomen en cuenta en el diseño e implementación de políticas públicas.
Algunas preguntas sobre temas prioritarios para el país indican la relevancia de lo anterior: ¿Por qué en México las personas no ahorran voluntariamente para su retiro? ¿Por qué hay personas que deciden por un proveedor caro –banco, Afore, etc– habiendo otras opciones en el mercado? ¿Por qué la mayoría de las personas no cuida su salud? ¿Por qué hay personas que no invierten en su capital humano teniendo posibilidades?
De acuerdo a esta nueva línea de investigación la respuesta dependerá de las restricciones que enfrenten los tomadores de decisiones –costos de transacción, información limitada, bajo acceso a los mercados de capitales, por ejemplo–, pero los factores psicológicos pueden tener un rol relevante.
Las autoridades deben considerar esta condición humana para que las políticas públicas sean más efectivas. Por ejemplo, a las personas con enfermedades crónicas, como los diabéticos o los obesos, se les puede tratar de forma personalizada enviándoles mensajes a su celular recordándoles la necesidad de cuidar su alimentación y su actividad física. Este tipo de programas, llamados "administración de enfermedades", ya se usan en países desarrollados y han sido efectivos para reducir las complicaciones de las enfermedades y reducir el gasto futuro. La tecnología lo permite a un costo muy barato.
Si bien éste es sólo un ejemplo, es fundamental que este enfoque se aplique en todas aquellas políticas públicas en las cuales las decisiones humanas afectan los resultados. Acompañar este tipo de programas con estudios de evaluación de impacto sólidos, además, permitirá discriminar entre los programas más y los menos efectivos.
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