En varios textos de desarrollo de la consciencia y el espíritu se afirma que son tres las capacidades humanas que es necesario gestionar y poner bajo el propio dominio para avanzar en el camino de la automaestría: la atención, la visualización y la calificación. Comentándolo con amigos, genéricamente entendemos a qué aluden la atención y la visualización, aunque no queda claro a qué se refiere la calificación.
Por control de la atención comprendemos la necesidad de focalizar y anclar nuestra atención en aquello que nos dará lo que queremos, ya sea paz, armonía, abundancia, logro o lo que sea.
En “El cielo está abierto” Fresia Castro dice que donde está tu atención es lo que dejas entrar a tu vida o que donde está tu atención en eso te conviertes. Si ponemos nuestra atención en problemas, negatividad, pelambres, victimización, discordia, noticias de farándula, violencia o muerte, libremente, y muchas veces de forma inconsciente, le estamos abriendo la puerta de nuestro interior a esa energía de baja vibración. El fenómeno contrario funciona igual. Si concentramos y sostenemos la atención en la energía positiva, alejándonos de las fuentes de negatividad (por queridas y cercanas que éstas sean), ese flujo ascendente nos llenará del combustible interior luminoso, facilitándonos la armonía de nuestro ser.
Dada la centralidad y el poder de nuestra atención la clave está en decidir cuál es la fuente donde anclarla, para recibir la energía de más alta vibración. Esa Fuente primigenia es lo que cada uno entiende por Lo Superior o por lo más amoroso y creador de la vida. Lo interesante es constatar la batalla interior que se produce con los focos de la atención, pues hay una pugna entre el yo exterior que invita a que la atención salte de un tema a otro sin control, como un mono juguetón, y el yo interior que brega por sostener la atención en nuestra Presencia divina.
La visualización es comprendida por casi todos nosotros. Visualizar es crear una imagen en la mente, lo más detallada y nítida posible de aquello que es mi deseo constructivo. Recordemos que Francisco Varela, científico chileno padre de las ciencias cognitivas, descubrió que para la mente humana lo real es la imagen que se genera, ya sea visualizada e imaginada o ya sea que provenga de la percepción de los sentidos. Para la mente, independientemente de donde provenga la representación mental, dicha imagen es real, la identificada por el cerebro y no por los sentidos. La visualización es el molde que construimos, recordamos, pintamos, recortamos o diseñamos en nuestro cerebro, para que la energía del universo se vierta sobre éste y pueda transformarlo en manifestación real y acción concreta.
Lo que se entiende menos es la calificación. Calificar es cargar algo o alguien con nuestro sentimiento interior. Puede ser una imagen, una persona, una situación, una oración, un objeto, un deseo interior, una comunidad. Todo es susceptible de ser calificado. Es lo que entendemos cuando decimos que vamos a bendecir o maldecir a alguien. Eso es calificar con sentimiento positivo o negativo a alguna persona. Sinónimos de calificar son darle la fuerza del sentimiento, cargar emocionalmente, hacer un juicio de valor o dotar de afecto a algo o alguien. El uso de la palabra calificar se ha destinado a la calificación de sentimientos positivos. Cuando se califica con sentimientos negativos se habla de descalificar la energía.
La pregunta es por qué es relevante la calificación de sentimiento como un mecanismo básico de la creación humana. La calificación es esencial pues así como el cerebro diseña (atención y visualización) es el corazón el que realiza mediante el poder del sentimiento. La calificación es la que da paso a la acción, a la concreción en la realidad.
George Gurdjieff, uno de los más influyentes profesores de espiritualidad en la primera mitad del siglo XX, planteó que el centro emocional es tres veces mas veloz que el centro intelectual. En la misma línea, el Institute of HeartMath comprobó que la fuerza eléctrica de las señales del corazón (ECG) es 60 veces más fuerte que la señal eléctrica del cerebro (EEG) y que el campo magnético del corazón es 5.000 veces mayor que el del cerebro.
El poder realizador es el poder del sentimiento, derivado de la calificación consciente que hacemos de nuestros deseos, motivos, juicios, decretos u oraciones. De aquí deriva la enorme centralidad de la gestión de las emociones para el avance sostenido en el camino de la automaestría y la evolución personal. Podré pensar, leer y conversar mucho desde el intelecto. Si esa reflexión no se traduce en la gestión armónica de los sentimientos, ese pensar no generará acción ni cambio sustentable ni perdurable.
La calificación es la que otorga dirección a nuestras visualizaciones, deseos, metas y propósitos. El sentimiento de alta o baja vibración nos direccionará a la zona de florecimiento o de languidecimiento humano, a lo vibrante o a lo extinto, al amor o al temor, a la luz o a la oscuridad.
Lo que nos llevará a estados altos de desarrollo humano es la conquista de la maestría sobre nuestros sentimientos: cómo controlar y canalizar las emociones negativas hacia emociones positivas, y cómo generar y sostener emociones de alto nivel amoroso en la vida exterior y cotidiana que todos vivimos. La tarea de hoy es perseverar en esa armonía de sentimientos en el mundo exterior, con determinación, convicción, valor y firmeza.
Todos quienes meditamos sabemos que es relativamente sencillo llegar a estados sublimes y armónicos de conexión con Lo Superior. La gracia y la dificultad están en traducir, mantener e irradiar esa armonía interior en las vicisitudes del mundo exterior, afrontando situaciones difíciles, personas criticonas y envidiosas, medios de comunicación que se obstinan en generar miedo o copucha, desconsideración de jefes y organizaciones autoritarias, o personas oscuras que siembran miedo para tener a las demás personas psicológicamente controladas, irreflexivas y dependientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario