Imagen: Jason Collin
La mente humana tiene, sin duda, un diseño tan apasionante como complejo. Y debido a lo anterior aún mantiene, quizá para nuestra fortuna, múltiples misterios frente a cualquier análisis racional que podamos aplicarle. Así, sobre esta enigmática pasarela, desfilan los deja vus, los sueños lúcidos, los presentimientos, etc. Y a este delicioso bestiario de intrigantes fenómenos podríamos agregarle un par: el surgimiento espontáneo, y en flagrante descontextualización, de pensamientos y memorias que, o bien son prácticamente irrastreables dentro de nuestro acervo consciente, o simplemente se presentan como pinceladas inexplicables –pulsos intra-comunicativos que parecieran no tener justificación de ser–.
Por este par de fenómenos me refiero a recuerdos paradójicamente olvidados que de pronto se manifiestan sin un detonador que desate su re-existencia, a pensamientos ‘ridículos’, como por ejemplo de pronto pensar en el vuelo de un ave, cuando ninguna de las circunstancias del momento parecen ameritarlo, o apuntar la mente hacia un elemento fuera de lugar, como por ejemplo un espárrago durante una junta de negocios, sin tener hambre de por medio, o sin haberle dedicado un lugar en tu mente desde hace largo tiempo –lo cual aumenta la extravagancia de su presencia pues no existe antecedente autobiográfico que arroje luz sobre su rastro–.  
A pesar de que no todas las personas experimentan este tipo de mensajes ‘aleatorios’, conocidos comomind pops en inglés, psicólogos han detectado que la mayoría recibe este tipo de memorias involuntarias aproximadamente una vez cada día. Y de acuerdo a un estudio realizado por (Kvavilashvili y Mandler) en 2004, estas suelen manifestarse durante actividades rutinarias, por ejemplo caminando en la calle o haciendo labores de limpieza doméstica. Según este par de investigadores, en muchos casos este tipo de memorias puede rastrearse, inclusive a estímulos recientes, pero que sencillamente no son registrados en el plano de la conciencia.
“… mientras arrojaba una bolsa de basura en un contenedor la palabra ‘Acapulco’ súbitamente emergió en su mente, y como LK no tenía idea de que significaba o cual podría ser su procedencia, recurrió a un familiar para intentar resolver el misterio. Para su sorpresa resultó que la palabra Acapulco había sido mencionada en la televisión, durante un noticiario que ella había visto 45 minutos antes” 
Si bien el caso  aquí citado resulta un tanto burdo por la simpleza, de acuerdo con Kvavilashvili y Mandler este mismo patrón ocurre con asociación de ideas, es decir, si en algún momento recibes, inconscientemente un estímulo relacionado, por ejemplo, con las fiestas navideñas, tal vez una hora después podrías alojar de forma espontánea la improbable melodía de un distante villancico, a pesar de que en ese momento nada justifique, aparentemente, su aparición.
Lo anterior, en caso de que realmente explique el fenómeno de los mind pops, nos remite a la hipertsofisticación de nuestra mente: planos paralelos de pensamientos que varían de acuerdo a contextos puntuales, pero también a las casi infinitas asociaciones que los elementos de un cierto escenario pueden detonar a través de los campos de la memoria –como una especie de multiengranaje holográfico funcionando a tiempo real pero, simultáneamente, hackeando la noción lineal del tiempo espacio–.
Por otro lado, y sin intentar derrocar la hipótesis de Kvavilashvili y Mandler, en lo personal este tipo de fenómenos me remite, inevitablemente, a la existencia de ‘mantos’ de información compartida –delineados elegantemente en modelos como la Nóosfera, propuesta por Teilhard de Chardain, o los campos morfogenéticos, de Rupert Sheldrake. Más allá de la verdadera explicación de estas memorias aleatorias, creo que es un fenómeno que encarna un útil recordatorio: nuestras conciencias están inmersas en un permanente e intenso intercambio de información, ya sea sensorial, histórica, racional, deductiva, estética, etc. Estamos esencialmente diseñados para recibir, procesar, y transmitir data, en un delicioso ejercicio que no es coartado por las leyes tradicionales de la física –me refiero a que está transmisión de información puede concretarse más allá del tiempo, el espacio, o la voluntad–. Y avanzando un paso más allá en esta especie de romántica, pero no por eso descartable, hipótesis, parece que estamos, una vez mas, ante un pretexto para postular, la unidad como máximo modelo de este universo: el reconfortante mantra ‘todos somos uno’–y nuestra conexión con lo ‘demás’ es tan sólida que sus efectos toman por asalto hasta lo más íntimo e individual de nuestra vida: las memorias y los pensamientos.
Twitter del autor: @paradoxeparadis