Como muchos pequeños empresarios de este país, el mundo en el que Antonio Serrano había construido su realidad se derrumbó con la entrada de la recesión económica. Su empresa estaba especializada en montar muebles y estructuras para museos y exposiciones. Los pedidos se redujeron drásticamente, los concursos también y los pocos que quedaban estaban cada vez más amañados.
Arruinado y desposeído de lo que había supuesto su vida durante todos estos años, el futuro no prometía mucho para un diseñador que se acercaba a los sesenta. La jubilación empezó a rondar por su cabeza. El mercado laboral actual no tiene mucha costumbre de valorar la experiencia de personas de esa edad. Pero Serrano contaba con una ventaja que otros no poseen. Estaba acostumbrado a labrarse su propio destino y pensaba que aún tenía mucho que ofrecer. De esta experiencia nació Mad Lab, una marca de muebles de calidad realizados a caballo entre Madrid, donde diseña y realiza los prototipos en su taller, y Toledo, donde se fabrican.
Llegar hasta este punto no ha sido fácil. “Tuvimos un periodo de tiempo en el que no teníamos muy claro qué íbamos a hacer. Alquilamos nuestra nave en Madrid para campañas de publicidad y nos planteamos abrir un espacio de coworking. Pero eso no salío. Estuvimos incluso a punto de venderla”, explica Mar López, socia de Mad Lab y compañera de viaje de Serrano en esta nueva etapa profesional.
Pero en cierto modo parece que los astros estaban alineados para que su camino fuera otro. “Después de un año de reflexión, mi cerebro hizo clic y me di cuenta de que lo que quería hacer era diseñar muebles”, añade Serrano.
Como todo negocio dedicado a la fabricación, sacar la producción a países más baratos es siempre algo que se pone sobre la mesa, pero que rápidamente desecharon. “Uno de los momentos que más me marcaron fue comprar tierra para mi casa en Extremadura y enterarme de que venía de Alemania. Allí me di cuenta de lo absurdo de esta situación. Luego, además, te das cuenta de que España está llena de fabricantes con muchísimo talento”.
Los creadores de Mad Lab tuvieron claro que tenían que intentar ser lo más respetuosos posible con el medioambiente. “La madera que utilizamos para la serie Living Block proviene de los desechos de serrerías. Hay toda una industria que se dedica a recoger esa madera excedente, ensamblarla y crear un tablero enlazado a modo de finger joint”, explica el diseñador.
Lanzado oficialmente en enero de 2012, la marca de muebles comercializa tres líneas principales de productos.
Living Block (una serie de mesas y estanterías que se pueden encargar y configurar de múltiples formas):
ButaKita, una silla disponible en distintos colores y construida con madera de fresno:
Y Treetable, una mesa circular de cristal con una base de madera en haya:
Digital vs. Manual
En la parte trasera de las oficinas de Mad Lab en Madrid hay un taller en el cual Serrano se encierra para probar nuevas cosas. En una época en la que el diseño delega cada vez más en el ordenador, el diseñador es un fiel creyente de que hay que seguir apostando por hacer cosas con las manos. “Donde más lo he visto es en los países nórdicos. Allí se han dado cuenta de que una parte muy importante de la formación tiene que ser en el taller. Hay que combinarlo con lo digital. Sus escuelas de diseño tienen enormes espacios para que sus alumnos hagan pruebas”, dice Serrano rodeado de pequeños prototipos.
Los muebles que producen se mueven entre 400 euros y 1.800 euros. Unos precios que pueden parecer muy caros para quien está acostumbrado a comprar en Ikea pero que responden a una forma distinta de fabricar. “Hay que pensar en toda la cadena de valor. Trabajamos con personas en España con sueldos dignos, y hay todo un proceso de diseño e ideación complejo. Todo esto genera trabajo de calidad aquí y no en un país lejano. Además, son productos que tienen muchísima durabilidad”, señala el diseñador.
Eso no quita que no se hayan ajustado los precios en la industria del mueble. “Donde más ha bajado el margen es en la cantidad que se llevan las tiendas. Antes, muchas simplemente duplicaban el precio y lo ponían a la venta. Es la parte más cuestionada de la cadena y el margen se ha reducido en más del 40%”.
Ante una economía estancada, los creadores de Mad Lab tienen claro que el extranjero será clave para la viabilidad de la compañía. “Ahora mismo hay muy poco poder adquisitivo aquí, y en España el que sigue teniendo dinero no siempre está interesado en el diseño. Prefieren cosas más rococó”, dice López.
Hace tiempo que Serrano tocó fondo y hoy dice sentirse mucho más tranquilo. “Se me ha desinflado la rabia. He recuperado la tranquilidad y he vuelto a sentirme útil. Me di cuenta de que nadie iba a venir a rescatarme. Todos tenemos que intentar que esta rabia que sentimos se empiece a desinflar por mucha razón que tengamos. Mirar hacia delante”.
Mad Lab ha puesto en manos de los muebles de calidad la construcción de un futuro mejor para ellos y su entorno. De paso han roto con los tópicos alimentados por los medios que retratan a los emprendedores como un grupo de jóvenes veinteañeros trasteando con gadgets en el garaje de sus padres. Hay vida más allá de eso y a sus 57 años, Serrano es una muestra viva de ello.
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