Has tenido un día pésimo, no has dado lo
mejor de ti y te has llevado una reprimenda de tu jefe porque no has cumplido con tus obligaciones.
¿Qué te dices a ti mismo cuando acaba el día? De seguro te auto diriges apelativos denigrantes,
te culpas y te sientes mal por ello. Cuando pones la cabeza en la almohada, te sientes como un guiñapo que no sirve para nada y, al día siguiente, difícilmente podrás borrar esta sensación. Obviamente, ser eficaz y positivo con este estado de ánimo es una misión que está destinada al fracaso aún antes de comenzar.
Sin embargo, si le contases el problema a un amigo, ¿qué te diría? De seguro no te llenaría
de reproches ni te diría palabras tan hirientes como las que tú te has dicho. Probablemente te
daría ánimo y te ayudaría a levantar la moral.
Entonces… ¿por qué no te conviertes en tu mejor amigo? ¿Por qué no eres amable contigo mismo?
Normalmente solemos ser demasiado duros con nosotros mismos, somos hiper críticos y
no nos perdonamos los errores que cometemos. No me malentiendan, es importante
reconocer nuestros errores porque así podemos crecer como personas, pero todo tiene un límite.
Hay momentos en que debemos ser amables con nosotros mismos, darnos cuenta de que
hemos hecho lo mejor que hemos podido y seguir adelante.
Como es más fácil decirlo que hacerlo, sobre todo porque probablemente te habrás pasado toda
una vida reprochándote comportamientos y decisiones, he aquí algunas estrategias que te ayudarán
a desarrollar esta nueva forma de relacionarte contigo mismo:
1. Préstale atención a tu diálogo interno. A menudo nos decimos cosas de forma automática, es
como cuando nos damos un golpe y soltamos una maldición. Estas frases simplemente las
hemos aprendido a lo largo del tiempo y se han convertido en respuestas instintivas ante un
error. Por eso, el primer paso para comenzar a ser amables consigo mismo, es darse cuenta
de las cosas que nos decimos.
2. Reprograma tu diálogo. Una vez que seas consciente de todas las cosas que te dices todos
los días, simplemente, cambia el tono que utilizas contigo mismo y apuesta por frases
positivas. Encarna el papel de un amigo.
3. Siente tus emociones. Puede parecer una tontería pero nuestra sociedad nos ha entrenado
para que obviemos la mayor parte de lo que sentimos. Algunas personas no se permiten llorar
porque es de cobardes o de débiles y otras se avergüenzan de sentir rabia o ira. En
realidad, experimentar las emociones con total libertad es importante porque tiene un enorme
poder catártico. De hecho, por eso después de llorar, nos sentimos relajados, como si nos
hubiésemos liberado de un peso.
4. Disminuye tus expectativas. Tener sueños, ideales, objetivos y metas es positivo porque nos
hace mejorar como personas, nos permite marcarnos un camino a seguir y aumenta nuestra fuerza
de voluntad. Sin embargo, en ocasiones es conveniente disminuir nuestras expectativas, de esta
forma seremos más tolerantes con los errores y más benevolentes con nosotros mismos.
5. Busca soluciones. Todo ese diálogo interno cargado de reproches en realidad no sirve para
nada porque, además de denigrarte como persona, crea un estado mental negativo. Por eso, en
vez de criticarte a mansalva, busca soluciones. Concéntrate en el error, busca su causa e
intenta repararlo o, por lo menos, tomar las precauciones necesarias para no volver a cometerlo.
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