Leo en Fast Company que la empresa finlandesa Rovio , creadora del famoso juego Angry Birds, uno de
los más vendidos de la historia, estuvo años para desarrollarlo y que antes de alcanzar el éxito tuvieron
que probar 52 versiones y estuvo a punto de quebrar. Rovio fue impulsada por tres estudiantes de la
Universidad Aalto que en 2003 participaron en un concurso de juegos impulsado por Nokia y HP. Nestlé
fundó Nespresso en 1986. La visión que tuvo de café de calidad en cápsulas no varió pero el camino hasta
el éxito fue sinuoso y no llegó hasta principios de los 2000. El lubricante WD-40 quiere decir
literalmente "Water Displacement - 40th Attempt", puesto que el químico que lo desarrolló necesitó 39
prototipos hasta conseguir el producto que quería ofrecer, un aceite que lubricara y repeliera la humedad.
Hay muchos ejemplos de innovación lenta. Nada nuevo después de que Edison ya pontificara que
para conseguir su bombilla en el intento número mil había aprendido 999 formas de cómo no hacer una
bombilla. También es cierto que el mismo Edison insiste en que “las personas no son recordadas por el
número de veces que fracasan, si no por el número de veces que tienen éxito”.
Escribo estas líneas después de hablar con un director de innovación de una empresa con la que
colaboramos. Estaba eufórico. Acababa de presentar una nueva categoría de producto al resto del
equipo directo. Todos habían alucinado con la propuesta. Atrás quedaban 2 años de trabajo iterativo.
Adelante y atrás y bastantes ejercicios de lateralidad, alternando días de dudas con jornadas de
certidumbres. Todavía queda un año para que llegue al mercado.
Innovar a veces es insistir. No desfallecer. Algunos directivos que ven la innovación como un proceso
lineal y muy rápido deberían leer más historias de innovación. El libro de Steven Johnson Where Good
Ideas Come from: The Natural History of Innovation, relatando las historias de “corazonadas lentas”
es especialmente inspirador en este sentido. Cuando una empresa pide resultados de innovación en
pocos meses hay dos posibilidades. O que se refiera simplemente a innovación incremental o que no
haya hecho nunca innovación.
Soy un ferviente partidario de la innovación ágil. Justo ahora acabamos de desarrollar una metodología
para pasar de una idea a un negocio en un mes, en el sentido de poder tomar decisiones de calidad
sobre propuestas que ya estén maduras conceptual o tecnológicamente. Se trata de saber combinar
agilidad con maduración. Incluso en aquellas cosas que deben tener un madurar lento las decisiones pueden
ser ágiles. Confundimos agilidad con velocidad. La innovación necesita decisiones ágiles y procesos
de maduración que a veces requieren mucha insistencia e iteración y otras veces son más rápidos.
(La imagen pertenece a una obra de Andrea Mantegna)
Leo en Fast Company que la empresa finlandesa Rovio , creadora del famoso juego Angry Birds, uno de
los más vendidos de la historia, estuvo años para desarrollarlo y que antes de alcanzar el éxito tuvieron
que probar 52 versiones y estuvo a punto de quebrar. Rovio fue impulsada por tres estudiantes de la
Universidad Aalto que en 2003 participaron en un concurso de juegos impulsado por Nokia y HP. Nestlé
fundó Nespresso en 1986. La visión que tuvo de café de calidad en cápsulas no varió pero el camino hasta
el éxito fue sinuoso y no llegó hasta principios de los 2000. El lubricante WD-40 quiere decir
literalmente "Water Displacement - 40th Attempt", puesto que el químico que lo desarrolló necesitó 39
prototipos hasta conseguir el producto que quería ofrecer, un aceite que lubricara y repeliera la humedad.
Hay muchos ejemplos de innovación lenta. Nada nuevo después de que Edison ya pontificara que
para conseguir su bombilla en el intento número mil había aprendido 999 formas de cómo no hacer una
bombilla. También es cierto que el mismo Edison insiste en que “las personas no son recordadas por el
número de veces que fracasan, si no por el número de veces que tienen éxito”.
Escribo estas líneas después de hablar con un director de innovación de una empresa con la que
colaboramos. Estaba eufórico. Acababa de presentar una nueva categoría de producto al resto del
equipo directo. Todos habían alucinado con la propuesta. Atrás quedaban 2 años de trabajo iterativo.
Adelante y atrás y bastantes ejercicios de lateralidad, alternando días de dudas con jornadas de
certidumbres. Todavía queda un año para que llegue al mercado.
Innovar a veces es insistir. No desfallecer. Algunos directivos que ven la innovación como un proceso
lineal y muy rápido deberían leer más historias de innovación. El libro de Steven Johnson Where Good
Ideas Come from: The Natural History of Innovation, relatando las historias de “corazonadas lentas”
es especialmente inspirador en este sentido. Cuando una empresa pide resultados de innovación en
pocos meses hay dos posibilidades. O que se refiera simplemente a innovación incremental o que no
haya hecho nunca innovación.
Soy un ferviente partidario de la innovación ágil. Justo ahora acabamos de desarrollar una metodología
para pasar de una idea a un negocio en un mes, en el sentido de poder tomar decisiones de calidad
sobre propuestas que ya estén maduras conceptual o tecnológicamente. Se trata de saber combinar
agilidad con maduración. Incluso en aquellas cosas que deben tener un madurar lento las decisiones pueden
ser ágiles. Confundimos agilidad con velocidad. La innovación necesita decisiones ágiles y procesos
de maduración que a veces requieren mucha insistencia e iteración y otras veces son más rápidos.
(La imagen pertenece a una obra de Andrea Mantegna)
No hay comentarios:
Publicar un comentario