Publicado por: Guillem Recolons
Sé tú mismo. Los demás puestos están ocupados.
Hemos hablado ya de narrabilidad y de bondad dentro de las cualidades esenciales de la marca personal. Hoy hablamos de la autenticidad, para mi un valor irrenunciable.
Decía Oscar Wilde “be yourself, everyone else is taken“. Tal vez sea ésta la mejor definición de autenticidad que he leído nunca. Nos habla de algo que va más allá de la integridad: ser fiel al origen.
Todos evolucionamos, cambiamos, nuestros entornos se modifican, y nosotros nos movemos en consecuencia. Pero existen una serie de principios, de pautas, de reacciones, o de conductas que forman parte de nuestro ADN inmutable, es lo que configura nuestra personalidad. Y eso no se mueve, es lo que nos distingue de otras personas, lo que nos hace únicos, nuestro capital emocional diferencial.
Sin el paraguas de la autenticidad el resto de valores que podamos abanderar carecen de sentido. Y eso vale para una persona y para una marca comercial. No puedo creerme que seas una persona honesta si antes no tengo claro que eres auténtica, fiel a tus principios. Las marcas comerciales están obligadas a ser fieles a sus valores, y cuando no lo son solemos distanciarnos de ellas.
Alguna vez he comentado que el capital emocional es el gran responsable de nuestro posicionamiento diferencial. Hemos de aceptarlo y potenciarlo, evitando como sea imitaciones sin sentido de personas a las que admiramos.
Podemos admirar modelos, pero nunca hasta el punto de emularlos y así destruir los cimientos de nuestra marca, la autenticidad.
¿Qué pasa con algunos líderes políticos? ¿Por qué causan tanto rechazo en la población? ¿De dónde viene esa distancia?
En el fondo la respuesta es que han incumplido alguno (o varios) de los valores pilares de cualquier político: coherencia, liderazgo y honestidad.
La coherencia tiene mucho que ver con la autenticidad. El mantener una línea de discurso afín a unos principios es algo que debería configurar la condición central de un profesional de la política. El político “veleta” es rechazado porque hoy defiende una cosa y mañana la contraria. En mi opinión, el principio del fin de Felipe González como presidente de España fue cambiar el cartel de “No a la OTAN” por uno de “Sí a la OTAN” en pocos meses. Algunos dirán que supo adaptarse al cambio. Pero nuestros valores no cambian de la noche a la mañana. González se traicionó a sí mismo, rompió su áurea de autenticidad. Error letal.
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