Esta semana ABC Empresa estaba dedicado a la formación para emprendedores. Por ese motivo mi columna ‘up in the cloud’ trató el tema pero desde la perspectiva de aquello que considero formación y no tanto modelo académico. Tengo la sensación que tratamos demasiado “business plan” y escasamente se tratan elementos esenciales en lo que no se aplica a un balance. Podemos tener una formación extrema y un grado de experiencia pésimo. Podemos haber sido protagonistas de un gran éxito y no haber aprendido nada. Sin hacer apología del fracaso considero que a los más jóvenes no les enseñan el compromiso vital que supone afrontar una derrota y, si en lugar de castigar los errores en las aulas, se les “enseñara” a entender y a valorarlos mucho de lo que ha pasado y pasa no estaría pasando. Os dejo con el artículo.
“Delayed”. Temida palabra. Suele comportar cancelar compromisos o esperas sofisticadas. Pero en ocasiones es un vocablo bendito. Hace un cuatro años, tras una conferencia en Orense, al llegar al aeropuerto de Santiago de Compostela un “delayed” protagonizaba repetitivamente el listado de vuelos pendientes. Entre ellos el mío. Fue una suerte. Conmigo estaban Felipe y Genís. ¡Que noche! Durante las casi tres horas de retraso estuvimos examinando como se hacen y deshacen las ideas. Llegamos a la conclusión que la formación era esencial, pero sin creatividad y estimulación emprendedora poco había que esperar. Y listamos como surgen las ideas. Sabemos que a la escuela fuimos con un interrogante y salimos con un punto y aparte. La formación para una cultura emprendedora debería surgir de la propia educación para tener ideas. Es fundamental que se prepare a los jóvenes, aunque parezca una obviedad, para tener creatividad. Y las ideas surgen con humor. A veces no me queda claro si lo paso bien porque tengo buenas ideas o tengo buenas ideas porque me lo paso bien. También es clave estimularse para pensar. El hombre puede vivir minutos sin respirar, días sin beber, meses sin comer, pero puede vivir años sin pensar. Por ello hay que darle cuerda. Debemos pensar como un niño pero antes de ir a la escuela, justo cuando todavía preguntan cosas como “la edad de la luna”. Debemos animarnos a vivir viajando. Es una experiencia vital extraordinaria y ayuda a pensar sustituyendo el mirar por el observar, el respirar por el vivir y el pensar por el cambiar.Para ser creativo y emprendedor hay que valorar el fracaso. Ser un poco loco y saltar por un acantilado una y otra vez. No como un suicida, pues como decía Woody Allen “yo no tengo miedo a morir, simplemente no quiero estar allí cuando eso ocurra”. Ahora bien, la formación que otorga el fracaso es parte sustancial de la creatividad emprendedora y deben enseñar a los jóvenes a entender su valor. La formación emprendedora debe ser capaz de redefinir problemas. No generar nuevos problemas al problema principal suele rebajar al capacidad creativa. Como decía Picasso, “las computadoras son inútiles, pues sólo dan respuestas”. No nos comportemos como computadoras y generemos problemas y no tantas soluciones. Derribar barreras. En eso debe consistir la enseñanza para montar empresas. No hagamos todos lo “que hace la mayoría”. Hay que olvidar para inventar. Recomiendo hacer un fuerte ejercicio de pérdida de memoria para regenerar las ideas y combinar viejos elementos con nuevos totalmente limpios de toxinas mentales. Anestesia temporal, amnesia genérica para aprender, para innovar. La escuela de emprendedores, si la hubiera de verdad, debería ser capaz de explicar el “hazlo tú mismo, equivócate y persevera. Sino tienes dinero, pídelo, sino tienes tiempo, levántate antes y sino sabes del tema, aprende”. No hay excusa.Finalmente, lo que deberían aplicar las escuelas, cursos, masters y derivados a sus alumnos, fans o interesados, es la capacidad de pensar con retraso. Con esa calma que otorga un “delayed” en la pantalla de todos nosotros. Vivimos tiempos en los que los jóvenes esperan demasiado pronto un fruto a su esfuerzo, a veces sin entender que no se lo merecen aun. Toca espíritu de sacrificio. A las puertas de perderse dos generaciones enteras, una diluyéndose en los embargos e hipotecas eternas, otra en la mala formación y la cultura del éxito sin esfuerzo. Hagamos caso de que un retraso, a veces, es el mayor valor de aprendizaje, creatividad y conocimiento posible.
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