martes, 30 de abril de 2013

LA INTERACCIÓN HUMANA, LA DECISIÓN Y EL AMOR

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POR ALBERTO LEVY | | GENERAL
Supongamos que la nación A se arma para protegerse de un posible ataque de la nación B.
La nación B considera este hecho como una amenaza de A y, por lo tanto, decide incrementar su potencial bélico como medida defensiva.
Ahora A tiene la prueba de los planes agresivos de B.

Es fácil darse cuenta de que la discrepancia en la puntuación está sentando las bases para un problema grave —en este caso— de la interacción entre países.
Cuando quienes participan en la comunicación parten de un supuesto no constructivista, la consecuencia es la ceguera respecto de la puntuación que hace el otro. Las partes actúan desde la creencia ingenua —acrítica— de que su representación refleja fielmente la situación. Por lo tanto, al no considerarla como una interpretación guiada por la puntuación particular realizada por cada individuo, se pierde la posibilidad de “ver”, es decir, de reconstruir —aunque sólo sea de modo aproximado— las puntuaciones que están haciendo los demás.
En consecuencia, la toma de decisiones se basa en una construcción cognitiva que, debido a su menor encaje, resulta en acciones probablemente menos viables.
El ejemplo de las naciones, como muchos otros, señala un círculo vicioso que observamos cotidianamente en innumerables circunstancias como cuando estamos trabajando en las empresas de carne y hueso (o en cualquier organización de humanos).
Si adoptamos una visión cognitiva sistémica —según la cual todo comportamiento es simultáneamente estimulo, respuesta y refuerzo—, debemos pensar que ningún comportamiento es sólo la causa de otro comportamiento sino también su efecto.
La puntuación opera como la función organizadora de la interpretación y, por esta razón, debe tenerse en cuenta a la hora de analizar la interacción.
La participación en una cultura, en grupo social o en un SSTC (Sistema Sociotécnico Complejo) provee a sus actores muchas convenciones sobre puntuación que sirven para organizar las secuencias de interacción, por ejemplo, entre líderes y seguidores (pudiendo ser estos padres e hijos).
La dispersión cognitiva suele enraizarse en puntuaciones diferentes.
De acuerdo con algunas corrientes, el estudio del comportamiento debe orientarse hacia la detección de las causas subjetivas que lo explican, ya que la conducta de un individuo debe interpretarse como el resultado emergente de un conflicto entre resortes subjetivos como, por ejemplo, los instintos, los impulsos o las emociones.
El abordaje cognitivo sistémico, en cambio, amplía el foco de atención respecto del estudio del comportamiento e incorpora la necesidad de considerar el contexto interaccional en que las personas participan.
Desde esta perspectiva, las conductas no se originan sólo en factores internos ni sólo en factores externos, sino que deben ser interpretadas en la interacción con otros agentes intencionales sometidos también a la misma dinámica.
Esto se traduce en que, a la hora de explicar un comportamiento o de intervenir, el eje debe fijarse en la situación en que esa conducta se desarrolla hoy.
¿Y esto para qué sirve?
Sirve para entender el conflicto bélico, sirve para entender el conflicto competitivo, sirve para entender el trabajo en equipo, sirve para entender el liderazgo y la conducción, sirve para entender la interacción entre compartimentos estancos, sirve para entender como construir una visión comprendida, compartida y comprometida, sirve para ser mejor profesor y mejor alumno, sirve para ser mejor padre y mejor hijo, sirve para mejorar la interacción de una familia, sirve para ser mejor gente.
Fácil de decir. Difícil de hacer. Pero debe ser hecho.
Lo antes posible.
Tu amigo Avi Levy

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