He partido de la idea (que seguro que conoces bien como lector/a de este blog) de que “Ya no estamos en Crisis”, puesto que este término creado por Hipócrates, el padre de la medicina, se refiere al momento en el que el enfermo puede sanar o puede fallecer. Nuestras empresas, nuestra sociedad, no está en crisis sino en un cambio de época, en el paso del capitalismo al talentismo, una nueva era que se caracteriza por ser conceptual, conductual y de generosidad. En términos de imagen, es el paso del “hombre de Vitrubio” de Leonardo (una hojita de papel en la Galería de la Academia de Venecia) al Cosmovitral de Leopoldo Flores (la vidriera más grande del mundo, en Toluca, México, que cambia según la luz). De lo pequeño a lo grandioso, de lo artificial a lo natural, del viejo mundo al nuevo mundo, del museo a la vida.
2º idea: la Innovación es Sostenibilidad, por la ley de Revans (la supervivencia de un organismo depende de que su tasa de cambio sea igual o mayor a la del entorno). El crecimiento proviene de una alta tasa de cambio por una alta innovación; el estancamiento (y por tanto, la muerte), de una baja innovación y baja tasa de cambio; la comodidad (que todo cambie para que no cambie nada, como diría Lampedusa en El Gatopardo) de que una alta innovación no suponga grandes cambios y la transición (de personas, de equipos) la existencia de cambios sin innovación. Nosotr@s y nuestra organizaciones eligen.
3ª Innovar no es Inventar, lograr algo que antes no existía (los españoles, puestos a inventar, le ponemos un palo a algo: a un muñeco para inventar el futbolín en 1937, a un caramelo para inventar el Chupa Chups en 1950, a una bayeta para inventar la fregona en 1956, a la carne en nuestras espectaculares chuletas…). Innovar es lo que es nuevo para ti, lo que requiere observar a nuestro alrededor. Y ¿qué mirar? Siguiendo el modelo de las cinco fuerzas de Michael Porter (que Eduardo Bueno transformó en nueve fuerzas), los clientes, los proveedores, los competidores, los nuevos entrantes, internamente, etc.
4ª La Innovación importante no es la transaccional (objetos, productos) sino la relacional (personas). Es un gran cambio del Talentismo. Para Jeff Dyer, Hal Gregersen y Clayton Christensen en El ADN del Innovador, la innovación disruptiva empieza en cada un@ de nosotr@s. Porque “la habilidad de las personas para generar ideas innovadoras no es una función exclusiva del cerebro, también se trata de una función del comportamiento” y por tanto “Si cambiamos nuestros comportamientos, podemos aumentar nuestro impacto creativo”. Desde el coaching (no se me ocurre un proceso mejor) debemos desarrollar cinco hábitos ligados a la Innovación: la Asociación, la Observación, el Cuestionamiento, la Creación de redes y el Cuestionamiento.
5ª Tenemos que empezar por “catar talento”. El paralelismo con el vino es evidente. El talento es inteligencia triunfante, es poner en valor lo que sabemos, podemos y queremos hacer, es capacidad por compromiso en el contexto adecuado, es 4 D (Disfrute, Diversidad, Dedicación y Dominio). A diferencia de la cata de un buen vino, que emplea adjetivos, en el talento empleamos verbos, conductas (las competencias como el lenguaje del talento) porque el talento no “es” sino “está siendo”.
6ª Aprendamos del “Circo del Sol” y de su estrategia de océano azul (según Chan Kim y Renée Mauborgne, del INSEAD). Practiquemos la Innovación de Valor a través de la parrilla ERAC (qué eliminar, qué reducir, qué aumentar y qué crear).
7ª Fideliza a los mejores, aplicando el “índice Gottman” de emociones positivas y generando contextos de Felicidad (de Jefes a Gefes, como diría María Graciani) a través de las doce actividades deliberadas para ser feliz, según nos ha enseñado Sonja Lyubomirsky.
La innovación no es la única respuesta (se ha convertido en un cliché más que en una realidad) pero nos sirve para salir adelante. Es una actitud personal y colectiva esencial en el enoturismo y en todos los sectores de la economía.
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