En los momentos complicados hay gente con talento que abdica. Están en su derecho. Gente muy preparada que podría liderar proyectos empresariales para hacerlos crecer, pero que no hay nada que les motive para volver a arriesgar y dejar todas las horas en el intento viajando por medio mundo. Se arreglan muy bien con proyectos personales a medida y no les seduce la idea de volver a crear empleos haciendo crecer negocios. Gente honesta que podría aportar talento y regeneración a la política pero que huye de la presión constante de medios y redes sociales, de la sensación de corrupto en potencia. Personas muy válidas que no encuentra motivos para exponerse, ellos y sus familias al escrutinio público y a horarios que no saben de fines de semana ni de noches. Gente con capacidad de liderazgo que podría tirar del carro de entidades sociales pero que les cuesta compaginarlo con una vida profesional intensa y lo poco que le queda a la vida personal. Lo más descorazonador es cuando abdican los mejores. Están en su derecho, por eso, debemos agradecer tanto a la gente que se compromete generosamente en la empresa, en la política, en las entidades. Su lógica de servicio es imprescindible. Sin duda, recibirán más criticas que si se mantuvieran en segundo plano porque estas son las reglas del juego, algunos seguramente fracasarán, a otros quizás se les subirán un poco los humos, pero sin gente con talento que se comprometa, nuestras sociedades no avanzan. La gente que intenta crear, construir proyectos colectivos significativos, merece reconocimiento por el esfuerzo. A veces lo olvidamos o lo enfatizamos poco, pero esta generosidad que proviene de servidores honestos merece un gran respeto.
(La imagen pertenece a una obra de Andrea Mantegna)
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