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Miles de años de observación de la mente coinciden en la metáfora de que la mente es
 como un mono que cambia de rama constantemente. Tanto el budismo zen, 
el daoísmo y el confucianismo hablan de la “mente mono” (o xinyuan), característica nodal 
para entender la naturaleza inestable y reactiva de la mente –que se traduce en los
 pensamientos-caballos, que arrastran al ser sin brida. Actualmente esta intrínseca condición 
de la mente parece estar potenciada por lo que se ha llamado la “era de la distracción”,
 en la que la atención está siendo bombardeada por innumerables fragmentos de
 información que capitalizan captarla (el mercado de views y likes) y para ello disponen 
todo tipo de artilugios. El vertiginoso espacio mediático se introyecta en el espacio mental
 y nuestros pensamientos corren un poco como el timeline de Facebook o Twitter –persiguiendo
 links y cambiando de página, como el mono hiperactivo que cambia de rama en la selva. Tal 
vez por por este ritmo acelerado de la evolución tecnoinformática, la meditación se ha vuelto 
cada vez más socorrida, hasta llegar a ser prácticamente imprescindible. Quien puede tomar
 una pausa para respirar y ver las cosas con calma en medio de la vorágine tiene la misma 
ventaja que la del atacante que no se pone nervioso en el área a la hora de definir.
La influencia de la sustancias psicodélicas y de la filosofía oriental en el surgimiento de 
la tecnología de la información y en la consolidación de los grandes gigantes de Internet 
es insoslayable –el ejemplo más notorio es el de Steve Jobs, quien antes de 
convertirse en asiduo practicante del budismo zen probó el LSD, en lo que, en
 sus propias palabras, cambió su vida. Las drogas psicodélicas como la meditación
 comparten un principio de auorreflexión y psiconáutica, de aprender a navegar las 
dimensiones de la mente y conocer su funcionamiento. De la misma forma que los
 grandes gurús de la tecnología aprendieron a programar computadoras y gadgets para 
proveer servicios que transformarían la forma en la que vivimos, un  proceso equivalente
 al interior se empieza desatar, descubriendo que es necesario también aprender a regular 
y a estabilizar el sistema operativo de las biocomputadoras humanas. Especialmente
 ante la gran competencia de jóvenes coders y entrepreneurs que buscan construir el
 nuevo Google o el nuevo Facebook –y las mismas empresas que buscan mantener su 
ventaja. Así, los programadores han descubierto que la meditación es un software 
milenario, por el momento insuperable, para poner la mente a punto.
En Google, el programa de meditación Search Inside Yourself, ya ha instruido a más de
 1000 empleados en la “ciencia” de la meditación -y otros 400 se encuentran en lista
 de espera.  Los trabajadores toman clases como Neural Hacking y Manejo de Energía y
 aprenden a calmar su mente. En Twitter y en Facebook se celebran sesiones de meditación 
en la oficina para maximizar la concentración en el trabajo. La conferencia Wisdom 2.o, que 
se centra en la intersección entre la conciencia y la tecnología (especialmente en el
 tétrmino de moda “mindfullness”) albergó a 1700 personas en San Francisco, muchos de
 ellos ingenieros, programadores y ejecutivos de algunas de las empresas más importantes
 de Silicon Valley, con ponentes como Evan Williams, cofunador de Twitter y entusiasta 
de la meditación.
Gran parte del interés que ha cosechado la meditación entre las empresas de tecnología
 y su fuerza de trabajo  –comúnmente personas altamente racionales– tiene que ver con 
que la meditación empieza a ser entendida desde una perspectiva científica –su origen 
místico ha sido reemplazado por un método comprobado que genera resultados puntuales
 en un marco de “iluminación” secular  ”Esto se trata de entrenar al cerebro y de  estimular 
la sopa química adentro”, dice Kenneth Folk, un influyente maestro de meditación en 
California. Estudios como el de la Universidad de Liebig y la Universidad de Harvard, el cual 
integro años de estudios previos, sugiere que la meditación opera a través de una
 combinación de mecanismos neurológicos y filosóficos (o de visión de vida). La regulación de 
la atención y la emoción, la conciencia del cuerpo, y la propia perspectiva del ser rinden
 una serie de beneficios integrales que logran persistir incluso después de que se suspende 
su práctica –sugiriendo efectos de neuroplasticidad. Sabemos ya que la meditación  ayuda 
a combatir el estrés –generando neurotransmisores inhibitorios (Gaba, serotonina, oxitocina
 y dopamina en su aspecto inhibitorio) y paliando la generación de neurotransmisores
 excitatorios (cortisol, noradrenalina o dopamina en sus aspecto excitatorio). 
Aunque para algunas personas la meditación sin una estructura filosófica o religiosa no 
tiene el mismo efecto de transformación, de beatitud y bondad que en ciertos contextos
podría promover. No hay duda que incrustada ya como una técnica, dentro de un método 
científico que incorpora experiencias subjetivas, la meditación se perfila como la gran
 disciplina mental de nuestros tiempos –empoderando al individuo sin la necesidad 
de otra cosa que detenerse un instante a respirar y observar lo que ocurre en su mente.
Con información de Wired
Twitter del autor: @alepholo