“El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad en disfrutar lo que se obtiene” Ralph Waldo Emerson
Hace unos días me encontré para tomar un café con un amigo empresario, un hombre exitoso, y le pregunté, refiriéndome a su actividad empresarial: “¿Por qué haces lo que haces? ¿Eres feliz, eres un hombre realizado?”. Ojo, que le estaba formulando la pregunta del millón a un hombre que lo ha ganado todo en la vida, un hombre exitoso, envidiado y admirado por muchos.
Su respuesta fue:
— ¿Feliz? Yo no hago lo que hago para ser feliz. Lo que me hace feliz son otras cosas, como la familia, mis hijos… esas cosas.
Y yo me quedé pensando: ¿cómo puede uno disociar la felicidad del trabajo? ¿Cómo puede un hombre que ha creado empresas, un emprendedor, separar su actividad laboral con lo que lo hace feliz en la vida? Porque, a fin de cuentas, ¿cuál es el fin último de toda empresa?
La respuesta no es tan simple como pareciera a simple vista. ¿Para qué se crean empresas en el mundo? La primera respuesta que se le viene a la menta a la mayoría de la gente es “para ganar dinero”. Sin embargo, para hacer dinero también puede uno acometer otras acciones, como asaltar un banco, traficar armas o especular en el mercado accionario.
¿Qué otros fines tiene en sí misma todo empresa? Vamos viendo respuestas posibles: crear algo tangible, dar trabajo, dejar huella, perdurar en el tiempo, responder a necesidades del mercado, etc. Aquí comenzamos a hilar más fino. Se crean empresas para satisfacer necesidades de las personas. Es decir, las empresas se crean a partir de las necesidades de sus clientes o usuarios.
Bien, esa respuesta es perfecta para explicar el tema hacia “afuera”. ¿Pero agota esa explicación todo el asunto? ¿Cuál es la motivación fundamental del empresario? ¿Ganar dinero, poder, posición, estatus?
Es aquí donde la respuesta de mi amigo careció de profundidad. Y es esta carencia de profundidad, muy común en el medio de los negocios, la que determina el paradigma de liderazgo que cada uno asume en función de su actividad particular en esta área clave de la economía de cualquier país.
No se crea que nos desviamos del tema de la dirección de proyectos. No es así. La forma en que se asuma el modo de ejercer el liderazgo a nivel organizacional tiene una implicación directa en cómo ha de ejercerse la dirección de proyectos al interior de las empresas.
Sostenemos que la razón de ser de una empresa no se agota en el cumplimiento de los objetivos básicos de todo negocio: satisfacer necesidades de los clientes o usuarios, ganar dinero, permanecer el tiempo, etc. Hay otra dimensión del asunto que debe considerarse con toda seriedad: el factor interno asociado a la calidad de vida. Pues tan importante como cumplir con estos objetivos esenciales de toda organización es cumplir con las expectativas de todos los actores sociales involucrados, es decir, de los empleados, de la comunidad donde opera la empresa, los proveedores, etc. La empresa es un continuum hacia afuera y hacia adentro.
Y aquí cobra sentido la pregunta a mi amigo, pues si bien las empresas han de satisfacer necesidades de las personas, ¿no es legítimo también que satisfagan las expectativas y necesidades de todos los stakeholders involucrados en su accionar?
¿No es la pregunta sobre la felicidad en el ámbito laboral una interrogante que apunta al núcleo mismo de la supervivencia de las empresas frente los desafíos del siglo XXI? ¿Podrán las empresas organizadas a la antigua, fundadas bajo la vieja receta de obtener el máximo usufructo a partir de un mínimo esfuerzo por implementar modelos a escala humana que consideren la felicidad y la realización personal de los individuos, sobrevivir en el mercado globalizado ante el avance de los nuevos modelos basados en los imperativos de la sociedad del conocimiento y la información? ¿No será la interrogante sobre la felicidad personal de los individuos algo así como un imperativo económico y moral imposible de soslayar a estas alturas?
Permítame el lector hacer un salto aquí para llevar el tema a nivel de los Estados. En 1972, el cuarto rey de Bután, de nombre Jigme Singye Wangchuck, introdujo el concepto deFelicidad Interna Bruta (FIB) como respuesta a la problemática de la constante pobreza económica de su país. El concepto calzaba a las maravillas con las peculiaridades de la economía de Bután, un país culturalmente marcado por la religión budista.
A diferencia de los modelos económicos convencionales, que ven el crecimiento económico como objetivo principal de sus esfuerzos, el concepto de FIB se basa en la premisa de que el verdadero desarrollo de una sociedad plenamente humana se encuentra en la complementación del desarrollo material y el espiritual. Ambos irían estrechamente tomados de la mano. De este modo, los cuatro pilares de la FIB son: la promoción del desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario, la preservación y promoción de los valores culturales, la conservación del medioambiente y el establecimiento de un buen gobierno. Genial.
No podemos dejar de asociar esta idea notable, surgida en un pequeño país situado en medio de los Himalayas, con el concepto de post-materialismo, postulado en los lejanos 70 por el politólogo Ronald Inglehart. El concepto ha derivado de un más que ambicioso estudio comparativo llamado Encuesta Mundial de Valores (World Values Survey), que los invitamos a conocer.
Según Inglehart, existen numerosas evidencias que apuntan a que las sociedades actuales tienden a organizarse en torno a ideas como la autorrealización y la participación, a diferencia de las sociedades materialistas propiamente tal, que se organizaron pensando fundamentalmente en la seguridad económica y material de los individuos.
Sin que esto último haya dejado ser importante, es un hecho más que relevante que estas nuevas tendencias hayan estado ocupando un lugar cada vez más relevante en los programas electorales desde finales de los años 70 y principios de los 80. De este modo, lassociedades post-materialistas surgirían después de las sociedades materialistas, orientándose hacia una revitalización de los valores individuales.
Y es en este contexto cultural y psicológico, cada vez más volcado hacia los valores, que han de desenvolverse las empresas de hoy y del futuro. Así, hablar de “felicidad en el trabajo”, “felicidad empresarial” o felicidad a secas no es un despropósito en modo alguno en este supuestamente árido mundo de los negocios y de los proyectos.
Decimos esto, fundamentalmente porque toda organización está formada por personas y ya está más que probado a estas alturas que personas felices y realizadas hacen mejor su trabajo. El concepto es simple, incluso de silabario. Lamentablemente, hay muchos que en términos de inteligencia emocional y espiritual, están recién aprendiendo a leer y escribir.
Pero para eso estamos en PMO2Win, para ayudar a nuestros lectores a ampliar sus horizontes conceptuales en beneficio de las empresas del siglo XXI.
Hasta la próxima publicación.
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