“La fuerza de un sueño te convierte en un guerrero capaz de luchar contra todo, incluso con la ausencia de medios. Yo era un deportista de skeleton intentando ser olímpico en un país sin circuitos de skeleton, una situación absurda que convertí en un reto personal”. Ander Mirambell Rompiendo el hielo (Plataforma Editorial).
En 2004, quien escribe estas líneas comentaba en el canal paneuropeo Eurosport las pruebas de bobsleigh y skeleton, dos deportes de velocidad sobre hielo muy populares en Europa, pero totalmente desconocidos en España. Un día llegó una llamada telefónica: “Hola, me llamo Ander, practico el atletismo, y me gustaría ser olímpico. He pensado que por mi experiencia podría hacerlo a través del bobsleigh o el skeleton. ¿Me podrías aconsejar qué puedo hacer o a quién puedo acudir?”. La primera sensación fue de admiración por la osadía y la ambición, pero también de incredulidad y escepticismo ante lo aparentemente absurdo del reto.
“Algunas personas quieren que ocurra algo; otras sueñan con que pasará por sí solo; otras hacen que suceda”. Hace pocas fechas Ander Mirambell volvía de Sochi tras participar en sus segundos Juegos Olímpicos, eso sí, con una mandíbula desencajada y varias contusiones. La suya es una aventura deportiva, personal pero igualmente psicológica y emocional porque, a su manera, Ander Mirambell es un pionero. La historia que el deportista catalán cuenta en su libro personifica a la perfección la frase de Michael Jordan.
Pregunta: Algunas historias tuyas (como ese rallador de queso agarrado a las zapatillas para poder correr sobre hielo) son ya clásicos de nuestro deporte olímpico, pero además de abrir un camino como deportista, también lo hacía a través de un deporte de riesgo. Según empezaba, se trituró un dedo, y llegaron luego más lesiones y varios pasos por el quirófano ¿Valía la pena la aventura sin medios y, además, jugándose el tipo?
Respuesta: Cuando empecé era o la vida, o el sueño. Me lo llegué a plantear así. Pensaba “me da igual lo que me pase, pago el precio que haga falta”. En aquellos momentos sufrí varios accidentes, el dedo, la clavícula, un accidente de coche…Un día llamé a mi madre, hundido y llorando, “¿Qué hago aquí…?”. Cuando llego a hipotecar todo lo que tengo, pero todo, por conseguir ese sueño, sin tener miedo a perder todo, es cuando llega un momento en que me pregunto: ¿Ander, vale la pena ser olímpico por todo lo que puedes pagar?
Y llegó un momento de reflexión, viajando solo, en que me doy cuenta de que tengo que ser un profesional mentalmente. Te haces muchas preguntas vitales que te ayudan a entender más cosas de la vida que te hacen madurar. Te permite entender todo de otra forma. Quizás antes era más ‘resultadista’, y sólo soñaba en medallas y hacer grandes cosas, pero cuando estoy solo llego a entender que el resultado es una consecuencia, que lo que me hace feliz no es ganar o perder, sino luchar por algo.
P:¿Y cómo ha pasado de ser un aficionado sin la menor experiencia ni medios, en un país que ni siquiera tenía federación de deportes de hielo, a ser un “profesional mentalmente” y acudir a dos Juegos Olímpicos?
R: Al principio era todo ir a saco. Llegué a recuperar una clavícula en quince días cuando los médicos me daban dos meses, y al poco estaba en el podio en Igls en la Christmas Race. Pero hay que saber gestionar la mente, en el libro hablo de la línea entre la cordura y la locura, si la pasas acabas en el hospital, pero si te quedas siempre en este lado, no consigues el resultado. Hay que estar haciendo equilibrios entre pasar o no esa línea, que es muy fina.
Pero hay que tener una estrategia, una estructura. Por ejemplo, antes de los Juegos preparamos en el CAR (Centro de Alto Rendimiento) de Barcelona una batería de preguntas para responder a los medios de comunicación, y gracias a ello fui capaz de abstraerme del impacto mediático para la competición. Pero llegó un momento en el trineo en el que me decía: “Ander, llegas a este nivel, si quieres ir más allá te irás al hospital ¿Vale la pena perder dos meses?” Acabas madurando y acabas separando las cosas.
P: Cuando con nuestro coche vamos a 140 km/h, la velocidad ya es considerable. Pero cuando esa velocidad se afronta tumbado con la barbilla, a escasos centímetros del suelo, sobre hielo, con fuerzas G similares a las de un avión de combate o un Fórmula 1, ¿qué se siente? Si es que se puede sentir o pensar algo…
Es complicado expresarlo. Lo que vivo en un momento así es una conexión absoluta con la libertad, me siento como un pájaro libre, me siento feliz…No hay nada más que la velocidad, el circuito y yo, una especie magia que es imposible explicar. Es algo que llevas dentro cuando conectas con el trineo… El día que ha ido bien, soy feliz, podría desaparecer el mundo y seguiría encima del trineo, pero también es cierto que no pasa en todos los circuitos. En St. Moritz iba a casi 140 Km/h y notaba que el trineo quería despegar, iba muy tenso para controlarlo…Pero cuando funciona te sientes el amo, es magia pura.
P: En el libro cuenta cómo hubo un momento en que estuvo a punto de dejarlo todo tras un accidente, y relata una conversación clave con Irina, una antigua atleta olímpica que le acompañaba. Seguiste adelante… ¿Qué le hizo superar ese punto ciego? Porque luego consiguió llegar a los Juegos Olímpicos, en Canadá…
R: Irina me dijo que decidiera lo que decidiera, estaría bien. Esto es lo más importante. Es fácil decirlo ahora, claro, pero no hubiese fracasado por no ir a los Juegos, porque hubiese decidido lo que creía mejor en ese momento según como estaba física y mentalmente. Hay que creer en lo que decidas, y a partir de aquí lo más importante es recibir un abrazo de quien que te quiere. No hay grandes fórmulas mágicas ni recetas para ser más o menos fuerte. Lo sencillo y lo simple es la clave para superar los momentos más duros.
P: Para alguien que ha viajado ya tanto por el mundo, conociendo tantas personas de culturas diferentes ¿qué sensación te produce recordar, como cuentas en el libro, que un empresario dispuesto ya a firmar un patrocinio contigo se echa atrás en el último momento porque descubre que eres un gran seguidor del Espanyol?
R: (Se ríe) Te deja la sensación de discriminación. Vivimos en un mundo global donde puedes ser de un partido u otro, hablar una lengua u otra… Creo que vivimos en un país donde deberíamos olvidar cómo es la persona, y centrarnos más como es el corazón de la persona y que nos puede ofrecer. Si no somos capaces de separar esto tenemos un problema.
He recibido insultos de Cataluña porque no soy como ellos, aunque me siento catalán… Es una situación muy complicada, pero uno es como es, y sabe mal porque tengas una forma de ser o de pensar, que tengas unos colores deportivos, te discriminen. Pero es la vida, hay que continuar adelante. Quizás antes sufría más en ese sentido, ahora me da igual realmente. Me sabe mal porque parece que estamos como hace cincuenta o sesenta años. Pero es su problema, ya he visto mucho mundo y creo que hay que pensar diferente.
P: Cuando alguien en la vida es proactivo, asume riesgos y abre un camino desconocido…Si mira alrededor, la gente que le rodea ¿qué siente? En estos tiempos de crisis ¿cómo ve su país?
R: Veo un país que está triste y no sonríe, pero que tiene mucho potencial. Hay que crear, y animar a luchar. Somos mucho mejores que otros países cercanos, pero estamos sumergidos en una situación de tristeza permanente, desilusión y negatividad. Hace falta que alguien empuje y enseñe a sonreír de nuevo a la gente para levantar cabeza. Pero si no somos capaces de motivar y enseñar a la gente para que el país tire adelante seguiremos cayendo en el foso.
Es cierto que la situación es complicada, pero es posible salir de este momento tan duro. Y saldremos, pero hay que luchar codo con codo para sacar el país adelante. Si no estamos unidos, si estamos llorando siempre y a quejándonos de todo difícilmente saldremos. Ves cómo es la gente de otros países…Nosotros somos capaces de hacer muchas cosas, pero no estamos unidos para luchar con una sonrisa. Es más importante dar noticias negativas que ayudar a que la gente sonría.
P: Siempre has dado mucho valor a la gente que te quiere en tu aventura personal y deportiva…
R: Cuando no estás con ellos te das cuenta lo duro que es estar lejos de la gente que te quiere. Y cuando viajo lo noto mucho. Por eso el día a día hay que cuidarlo con pequeños detalles. No hay que decir cincuenta mil veces un “te quiero”, a veces con un beso y un abrazo bien dado es suficiente. Todos tenemos momentos muy duros en nuestra vida, y en estos momentos hay que llamar a alguien, que no solo puede servir para ese momento, hay que utilizar a esa persona o personas durante nuestro día a día, no solo en los momentos malos. Y si no hemos acudido a ella hasta ese día, pero esa persona ha estado, no hay que olvidarlo ya.
A veces es bueno parar para estar solo, de tener esos momentos de memoria en blanco, como digo yo, y preguntarte qué es lo que te costaría no tener, y creo que todos pensaríamos en la gente que queremos, porque lo material desaparece, pero realmente no puedes vivir sin la gente que quieres.
P: En el libro hablas de la lucha particular con tu ego, el descubrir qué es, y cómo puede perjudicar tu vida, y cómo desprenderte de él…
R: Es mi mayor enemigo, porque vive dentro de mí y lo alimento sin querer con pequeños detalles, es un pequeño monstruo que todos llevamos dentro. Lo descubrí un par de años antes de ir a los Juegos, cuando hablaba con el psicólogo del CAR, Pere Font, que me enseñó una película que se llamaba El Guerrero Pacífico, la vi dos tres veces y no la entendía. Y luego me dijo que me leyera un libro, El Guerrero de la Roca, sobre un alpinista que tiene que decidir qué camino escoger cuando escala según su nivel, y aquí hay una lucha importante con el ego.
Ese monstruo lo alimentamos cada vez que nos dicen algo agradable, cuando te alaban en Twitter, o cuando ganas…Tienes que tener mucho cuidado. La gestión del ego es muy complicada porque hay que utilizarlo para estar animado, pero hay que controlarlo para tener los pies en el suelo. Creo que la mejor forma de conocernos es la sinceridad con uno mismo y saber cuáles son los puntos que alimentan tu ego y lo hacen crecer, y cuál es la fórmula que cada uno necesita para controlarlo para ser nosotros mismos. Porque el ego es una máscara, no eres tú, no eres real, con él quieres ser más grande de lo que eres en realidad.
P: Cuando uno viaja tanto, y muchas veces solo, cuando afronta retos desconocidos en los que se juego su futuro deportivo y se juega el tipo a alta velocidad…. En el libro comenta que en momentos críticos se siente acompañado por Jorge, su amigo de juventud que falleció prematuramente, por su abuelo… ¿Sientes física y emocionalmente que es así, son recursos personales para seguir adelante?
R: Igual la gente me toma por loco, pero me acompañan en muchos viajes, y en momentos determinantes que han estado o están ahí, aunque no sea físicamente. Hay cosas que me han pasado que no puedo explicar, y solo puedo decir que ahí hay algo diferente. Cuando vives la vida de forma tan intensa es casi imposible aguantar ciertas situaciones, y esa fuerza y esa ilusión estoy seguro que viene de la gente que no está. Hay cosas que son incomprensibles y que no las puedes explicar con palabras, nadie me creería, pero ocurren. ‘Aquí ha estado Jorge’, ‘aquí mi abuelo me ha guiado…’. Creo en ello, y sé que puede sonar como de locos, pero sé que ha habido situaciones en las que estaban ellos a mi lado, estoy seguro.
P: Y esos momentos ¿le rezas a alguien? ¿te encomiendas a algo superior antes de una bajada…?
R: Bueno, no lo sabe nadie, pero antes de cada carrera rezo un Ave María y un Padrenuestro a Dios para que me dé fuerzas para la carrera, no para ganar o a hacerlo bien, sino para que me de fuerzas para la situación que viene. Cuando estaba en el quirófano la primera vez, estaba solo llorando como un niño delante de un crucifijo…Tras hablar con mi madre me derrumbé llorando de una forma espectacular, y lo único que le pedía a Dios es que me diera fuerzas. La vida ya intentas arreglarlas tú, pero a veces necesitas que alguien te de fuerza en momento muy duros.
P: De tantos momentos intensos, divertidos o dramáticos que cuenta en el libro, elije uno a bocajarro, a la primera…
R: Cuando crucé la línea de meta en los Juegos y salí corriendo a abrazar a mi familia. Han vivido este sueño conmigo, me han apoyado, han venido a buscarme al hospital... Salté a la grada según pasé la meta sin pensar en el trineo, estaban allí gritando poseídos, y me abracé a ellos. Yo no he bajado solo en las pistas estos ocho años, han estado empujando conmigo, y pude compartirlo físicamente con ellos. Es una de las cosas más bonitas que viviré nunca.
P: De aquel Ander que llamó a Eurosport preguntando por cómo podía llegar a ser olímpico en un deporte como el skeleton, al Ander dos veces olímpico ¿Qué ha cambiado? ¿Qué se ha llevado en la mochila en este camino?
R: Creo que es el mismo niño que sigue haciendo sus diabluras, pero que las hace con un poco más de cabeza. La motivación es la misma, los retos son diferentes, pero intento aprovechar un poco mejor la energía y no disparar tantos tiros, sino disparar dos o tres veces y acertar. Ahora, hago una bajada y me centro en tres puntos, no en todo el circuito. Quizás soy más eficiente en mis acciones. No he cambiado mucho, sigo haciendo las mismas animaladas, las mismas bromas, perdiéndome con el coche por ahí, en los aeropuertos…(risas)
P: Hay filósofos, psicólogos, científicos e incluso místicos que aseguran que cualquier cosa que la mente recrea se puede plasmar en la realidad. ¿Sientes que tu aventura es un ejemplo de ello?
R: Yo creo que sí. El problema es la cantidad de cosas que imagines, y por las que de verdad luches. Hay que soñar despierto, y luego luchar por aquello que sueñas. He tenido suerte porque uno de los grandes sueños que tenía lo he conseguido, ser olímpico. Pero en el día a día imaginas muchas cosas menores que también consigues, como tener a tu lado ahora ese entrenador que tanto has admirado, como me ocurre ahora con Martin Rettl. Primero hay que soñar despierto, pero luego tienes que ir a por ese sueño de manera palpable.
P: Fruto de tu experiencia personal, y pensando en quien ahora puede estar atravesando momentos bajos, que no vea salida a su situación… O por el contrario, para quien tiene sueños o ambiciones y no se atreve a luchar por ellos...En el libro hablas de tu propio manual del camino. ¿Cómo podrías resumirlo para ellos?
R: Pues que cuando más jodida esté la cosa hay que sonreír más, y que la única herramienta que nunca falla es la ilusión. Estas son mis dos armas para abrirme camino en la vida. Cuanto más me he reído de todo es cuando peor lo pasaba, para desafiar a los problemas. En el libro hay situaciones muy duras, y acabo sonriendo para desafiarlas para que no puedan conmigo.
Y cuando todo está gris, hay que soñar y sacar la ilusión por un objetivo. Esto es tuyo, nadie te lo puede quitar, y esa es tu gasolina.
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