“Cuando llegue el momento de separarse, ¿prometen recordar el tiempo que compartieron con alegría, por haberse conocido y por lo que han vivido juntos y aceptar que no podemos agarrarnos a nada para siempre?” Lama Thubten Yeshe
Aún recuerdo que a pocos días de casarme y en un taller de inteligencia emocional, puse a los asistentes los primeros minutos de la película “Up: una aventura de altura”. Para quienes no han visto este filme, les puedo decir que esta primera parte es toda una montaña rusa emocional ya que en muy poco tiempo nos presentan la historia de dos personajes que se conocieron desde pequeños, que se hicieron los mejores amigos, que se casaron, que compartieron un sueño y que por diversas razones este nunca se logró materializar hasta que eventualmente la muerte se llevó a uno de ellos.
A pesar de haber visto aquel corto con el que inicia la película varias veces,recuerdo que en aquella ocasión me sacudió por completo. Y que desde que me comprometí, nunca había visualizado con tal claridad que algún día yo podría enfrentarme a una situación similar; perder a la persona que más amas en el mundo.
Sin lugar a dudas, el apego es una de las cosas que más sufrimiento genera en el ser humano. Y en especial, el apego a nuestros seres queridos. Y entonces, cuando un día leí la frase con la empiezo este texto, la pregunta era obligada: ¿cómo puedo llegar a aceptar que no podemos aferrarnos a nada para siempre?
Bueno, afortunadamente hace a próximamente tres años, Maggie (mi esposa) y yo llegamos a Casa Tíbet Querétaro. Al principio no sabíamos bien que esperar ni que íbamos a encontrar, pero en una meditación abierta al público nos explicaron (a grandes rasgos) los fundamentos de esta práctica introspectiva para después llevarla a acabo (de una forma guiada).
Fue así como poco a poco nos hemos ido introduciendo al budismo tibetano; pasamos los seminarios introductorios, nos volvimos alumnos y entonces, al asistir a clase me encontré con una frase que dice que “aprender a meditar es el mejor regalo que puedes hacerte en esta vida. Pues sólo a través de la meditación puedes emprender el viaje hacia el descubrimiento de tu verdadera naturaleza y encontrar así la estabilidad y la confianza que necesitarás para vivir, y morir, bien.” El Libro Tibetano de la Vida y la Muerte, Sogyal Rimpoché
“¿Será cierto?”, me pregunté en aquel entonces.
Hoy día, Maggie y yo estamos por cumplir un año de casados. Han sido once meses muy especiales y de muchísimas alegrías. Pero sobre todo, once meses de mucho crecimiento personal y creo que también espiritual; en donde meditar, si bien aún podemos hacerlo con más dedicación, constancia y disciplina, sí se ha vuelto una constante.
Entonces, en una ocasión en la que estábamos haciendo la práctica introspectiva juntos, tuve (quizá saliendo un poco de la intensión de atender única y conscientemente al flujo natural del respirar) una pensamiento que transformó en una hermosa metáfora en mi cabeza.
En términos generales, el objetivo del budismo tibetano es dotar a un individuo de las herramientas necesarias para entender la “realidad tal cual es”; en donde todo en el universo es impermanente y carece de una identidad intrínseca. Y sólo si verdaderamente comprendemos lo anterior, algún día podremos trascender el sufrimiento que genera el apego hacia todo aquello con lo que nos identificamos personalmente y el sufrimiento que genera la aversión hacia a todo aquello que “amenaza” con quitárnoslo.
Es así, que en otras y quizá más simples palabras, “el budismo es un camino de transformación de nuestro potencial interno”. Pero ojo, ese camino debemos recorrerlo solos.
Ahí estábamos Maggie y yo sentados; en nuestra casa; apenas a un metro de distancia; cada quien en su cojín de meditación, cuidando la postura y atendiendo la respiración; estábamos juntos, pero no lo estábamos.
Fue entonces que me percate que cada vez que meditamos recorremos un mismo camino, pero cada quien a su propio paso; que vamos en la misma dirección, pero cada quien por su ruta. ¿Eventualmente nos separaremos?, sí, pero a fin de cuentas creo que el amor es desear de corazón la felicidad del otro y como el apego solo puede derivar en sufrimiento, nuestro cariño debe ayudarnos a comprender que cuando llegue el momento, solo soltándonos podremos seguir avanzando.
Verdaderamente creo que meditar no sólo es el mejor regalo que puedes hacerte en esta vida, sino que (y si estás casado) es el mejor regalo que puedes hacerle a tu matrimonio.
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