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Mark Zuckerberg, el multimillonario CEO de Facebook de 29 años. (EFE)Mark Zuckerberg, el multimillonario CEO de Facebook de 29 años. (EFE)
Iván GilTwitter de Iván GilIván GilEnviar correo a Iván Gil 28/05/2014 (05:00) 26
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El emprendimiento tecnológico no es lugar para viejos. Silicon Valley, el centro neurálgico de las industrias de alta tecnología, ya está bajo el dominio de talentosos veinteañeros sin complejos que quieren comerse el mundo a bocados. Lo están logrando. Los inversores de capital riesgo están a sus pies, los responsables de recursos humanos discriminan la experiencia de las canas frente a la osadía del acné y el leitmotiv en la mente de todos ellos es que ‘la inteligencia es joven’. Se trata del 'efecto Zuckerberg'.
La revolución cultural en esta zona de la bahía sur de San Francisco asienta sus orígenes en el propio carácter fundacional de las empresas allí ubicadas, nutridas por hordas de ingenieros y programadores informáticos reclutados a base de becas durante sus años universitarios. Una gran masa de trabajadores jovenzuelos, los denominados geeks o nativos digitales, que han ido desplazando a los más mayores hasta el punto de que una persona de mediana edad ya es demasiado vieja como para trabajar en un sector tan innovador como este.
La edad de corte para que un inversor en capital riesgo decida apostar o no por un proyecto está en los 32 años
“Queremos a personas que tengan por delante su mejor trabajo, no por detrás”, reza el sitio web de la empresa de servicios informáticos ServiceNow. Los prejuicios hacia las personas que superan los cuarenta, e incluso menos, van desde su conservadurismo, en un mundo donde sólo se gana si se arriesga y se fracasa con no pocas startups antes de dar con la tecla del millón de dólares, hasta su visión obsoleta sobre los usos y consumos de las nuevas tecnologías. La juventud con la que los creadores de Netscape, Google o Facebook llevaron a sus compañías a bolsa parece que les han dado la razón.
Jóvenes talentos: de discriminados a discriminadores
La gran mayoría de los CEO de las empresas de innovación tecnológica no llega a los cuarenta, y el estilo de vida universitario es promovido desde las propias compañías. Las salas de juegos, donde nunca falta una mesa de ping-pong, los toboganes para bajar de una planta a otra y las fiestas de los viernes son tendencias que nacieron en el Valle del Silicio y que poco a poco se están exportando al resto de filiales. Eso sí, con variaciones locales, como en Madrid, donde los futbolines sustituyen a los billares. Y claro, un padre de familia no se integra bien en nuestro ambiente laboral, diría un responsable de recursos humanos.
Los veinteañeros sólo están detrás del 14% de las innovaciones tecnológicas
Las oportunidades laborales para los más mayores son escasas en el centro neurálgico de las industrias de alta tecnología. Los más jóvenes, que han demostrado su valía a inversores propios y ajenos, han fundado empresas en las que prefieren rodearse de los suyos, de jóvenes que hablen su mismo lenguaje. Le están dando la vuelta a la tortilla, aunque sea dejando de ser parte discriminada para convertirse en parte discriminadora.
Unos ecos de venganza, quizá inconsciente, pero que comienza a resonar en otras partes de EEUU, e incluso en España. Los jóvenes emprendedores patrios, que han puesto en marcha exitosas startups como TouristEye, adquirida por Lonely Planet, o Busuu, la red social para aprender idiomas que nació en Madrid y ahora crece en Londres, por poner un par de ejemplos, no suelen hacer fichajes de estrellas que luzcan canas. Además, tampoco son un buen escaparate para los inversores.
No hay duda de que el mercado laboral está marginando y precarizando a los jóvenes talentosos, cualificados y altamente formados, pero cuando encuentran su hueco responden con la misma moneda. En Silicon Valley, que marca el camino al resto del mundo empresarial en numerosos aspectos, ya está ocurriendo.
La batalla generacional en el mundo empresarial
“La edad de corte para que un inversor en capital riesgo decida apostar o no por un proyecto está en los 32 años. A partir de esa edad comienzan a desconfiar”, explicaba Paul Graham, fundador de la startup Y Combinator, en este artículo del diario New York Times. La batalla generacional se está decantando del lado de los más jóvenes en Silicon Valley, mientras que en España éstos también comienzan a enseñar los dientes.
El modelo de Silicon Valley se expande representando no sólo un riesgo para los trabajadores de mediana edad, sino incluso para las economías nacionales
El madrileño Pablo Soto, CEO de MP2P Technologies, fue demandado por las multinacionales discográficas (Warner Music Spain, S.A., Universal Music Spain, S.A., EMI Music Spain, S.A.,SONY BMG Music Entertainment, S.A. y Promusicae) cuando aún era veinteañero. El montante reclamado ascendía a un valor de 13 millones de euros.
En 2011 se pronunció la sentencia favorable a Soto, desestimando el juez íntegramente la demanda y condenando en costas a las discográficas demandantes. La media de edad de su equipo más cercano no supera la treintena, mientras que su filosofía laboral está a años luz de la fomentada por los actuales actores del mercado laboral. Los emprendedores comienzan a dirigir la orquesta y sus reglas del juego difieren de las establecidas.
El desarrollador de 'software' español Pablo Soto. (EFE)El desarrollador de 'software' español Pablo Soto. (EFE)
La principal contrapartida de este dominio juvenil del mercado laboral y empresarial es que, además de desperdiciar la dilatada experiencia que tienen a sus espaldas, se corren riesgos y se incurre en errores difícilmente achacables a los más veteranos, empezando por la regulación. Por otra parte, los analistas comienzan ya a hablar del concepto ‘burbuja teki’ en alusión a las multimillonarias inversiones en startups, cuya única garantía es el propio hecho de que sus impulsores sean talentosos estudiantes de la Ivy League que con 16 años desarrollaron algún clon de Angry Birds. Sin embargo, el lema de la People’s Computer Company (PCC) sigue siendo ‘Fracasa de joven’.
La revista Forbes ha sido uno de los actores que más han contribuido a institucionalizar la cultura de la adoración hacia los jóvenes emprendedores tecnológicos. La lista 30 under 30, en la que se nombran a los jóvenes menores de 30 años que se convertirán en los multimillonarios del mañana, da buena cuenta de ello (aunque desde Wall Street se mofan de ellos).
La burbuja (manipulada) de los emprendedores veinteañeros
Para el famoso inversor Vinod Khosla, “las personas mayores de cuarenta y cinco años están muertas en cuanto a nuevas ideas”, como ha repetido en numerosas conferencias. Una tesis que comparte la gran mayoría de actores del sector, como el inversor en capital riesgo afincado en Silicon Valley Michael Moritz (Sequoia Capital), quien se define como un fan de los emprendedores veinteañeros, que no tienen distracciones, familia o niños que se interpongan en su camino.
Forbes ha sido uno de los actores que más han contribuido a mitificar e institucionalizar la adoración hacia los jóvenes emprendedores
Los estudios realizados a este respecto incluso han llegado a la conclusión de que la premisa de que la innovación es cosa de jóvenes ni siquiera es cierta. La investigación Age and Great Invention, financiada por el National Bureau of Economic Research, sobre la contribución al desarrollo tecnológico en función de la edad, tuvo como resultado que los veinteañeros sólo están detrás del 14% de las innovaciones tecnológicas, el mismo porcentaje que los mayores de 50. Por su parte, los treintañeros contribuyeron al 40% de las innovaciones y las personas de entre 40 y 50 al 30%.
El mercado necesita refrescarse, insertar a los jóvenes y empaparse de su talento y energía. Otra cuestión es que se haga a costa de desechar a los mayores, ya no de 50 o 60, sino de 32, como advertía Paul Graham en el artículo anteriormente citado. El término medio parece que ha dejado de existir.
El modelo de Silicon Valley se expande representando no sólo un riesgo para esta generación de trabajadores, sino incluso para las economías, pues las inversiones altamente especulativas en esta industria van acompañas de la sombra de una burbuja, cuyo antecedente más cercano en el tiempo es el de las puntocom.
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