Una vez más, les invito a recorrer la selva de las palabras. Al leer el último estudio PISA sobre nuestros estudiantes, he tropezado con la palabra habilidades, y ese vocablo tan sencillo me ha intrigado. Igual que hábito, procede del latín habere (tener). ¿Y qué tiene la persona hábil? Muchos recursos para salir del paso. En castellano, el sufijo il indica “lo que es propio de algo, lo adecuado a su naturaleza”. Estudiantil, lo que corresponde a los estudiantes. Fabril, a las fábricas. Hábil es el que hace algo con facilidad, con lo que la palabra se relaciona con otras de igual terminación: ágil, la presteza en la acción, la movilidad; y fácil de facere (hacer), lo hacedero. Habilidad tiene dos sinónimos en castellano: destreza y maña, ambos con una clara referencia a lo manual. En un caso, a la mano derecha, la más hábil. En el caso de maña, directamente de mano, como el coloquial “es un manitas”. El diccionario la define como “agilidad para resolver prácticamente las situaciones”.
La lectura del último PISA no estudia esta vez la competencia de nuestros alumnos de 15 años en lectura, matemáticas o ciencias, sino sus habilidades para resolver problemas cotidianos. Es un tema importante para los que creemos que la escuela debe preparar para la vida. Al final del aprendizaje no se encuentra el saber, sino la acción. El estudio ha revelado que esas actividades no coinciden del todo con las académicas. Tener magníficos resultados en los estudios no asegura el éxito en la vida real. Hay un 32% de diferencia. Este resto misterioso es el que investigamos en la cátedra que dirijo en la Universidad Nebrija de Madrid, porque si no sabemos identificarlo, no sabremos enseñarlo.
Hace unos años, James Heckman, Nobel de Economía, quiso averiguar qué hacía que unos programas educativos produjeran una mejor adaptación a la vida real que otros. Aprovechó el seguimiento a estudiantes durante 30 años para ver su evolución, y llegó a la conclusión de que había unos factores no cognitivos, que relaciono con ese 32%. Teniendo en cuenta la importancia económica que Heckman da a la educación, el tema nos interesa a todos. ¿Qué pueden ser esos factores no cognitivos? En primer lugar se buscó en las emociones. Fue un acierto: los sentimientos influyen poderosamente en nuestra actividad intelectual. Pero ahora pensamos que hay otras funciones importantes en nuestro comportamiento. Las llamamos ejecutivas porque dirigen la acción. Ya les he hablado de ellas. Las principales son la capacidad de fijar metas y planificar, de inhibir la impulsividad, dirigir la atención, mantener el esfuerzo, gestionar la emociones, activar la propia motivación, organizar y utilizar la memoria. Es evidente la importancia que tienen estas funciones, cuyo déficit se corresponde con las quejas más frecuentes de los docentes. Nuestros alumnos se distraen con facilidad, no están motivados, son impulsivos, y les cuesta mantener el esfuerzo. Estas son las habilidades que debemos fomentar. Lo que comenzó siendo un divertimento sobre una palabra se ha convertido en un programa educativo.
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