lunes, 19 de mayo de 2014

¿Qué cerebro está mejor preparado para aprender? ¿El de un viejo o el de un joven?

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Hay preguntas tan complejas que precisan de respuestas ambivalentes. En ese sentido, cuando se apela a la sabiduría de la gente mayor se está cometiendo el mismo error que si se apela a la flexibilidad, apertura de miras y capacidad de aprendizaje de la gente joven. Ambos, viejos y jóvenes, tienen sus virtudes, y también tienen sus carencias.
Por ejemplo, ante la manida fórmula hazme caso o tú no lo entiendes, pero lo entenderás cuando tengas mi edad, se puede replicar fácilmente: ¿y si te presento a alguien igual o más mayor que yo que no opine como tú, sino como yo, me darás la razón? Generalmente, las cabezas viejas, llamémoslas eufemísticamente cabezas blancas, se han caído mayoritariamente de la historia, y no han sabido adaptarse a los vertiginosos cambios socioculturales. Quizás una gerontocracia sería sinónimo de inmovilidad, de promover las zancadillas a los puntos de vista revolucionarios.
Sin embargo, las cabezas jóvenes, o cabezas engominadas, para ponernos también eufemísticos, si bien tienen más facilidad para aprender cosas nuevas, y también para adaptarse a una nueva situación sociológica (por ejemplo, si alguien está de acuerdo con una nueva tecnología posiblemente tendrá menos de 30 años), también disponen de menos experiencia, se presentan menos motivados y no son bueno estrategas.
Con la edad se debilita la percepción (visual, auditiva, olfativa), así como la memoria (en concreto, la memoria a corto plazo). También se alarga el tiempo de respuesta a un estímulo: entre los 20 y los 60 años, se incrementa en un 20 %. En promedio, las capacidades intelectuales apenas sufren deterioro hasta los 70 años de edad. Tal y como señala Jean-François Bouvet en Hierro en las espinacas:
¿Les falla la memoria? Utilizan reglas mnemotécnicas. ¿Han perdido facultades perceptivas? Dedican más tiempo y se esfuerzan más. ¿Olvidan los nombres propios y los números de teléfono? Qué más da, puesto que los han apuntado y (contrariamente a lo que ocurre entre los jóvenes) no faltan a las citas, ni se desentienden de las facturas.
lUna mente joven, en principio, puede estar más abierta que otra que ha recibido ya demasiados condicionantes académicos y formativos. Actualmente hay programas de estímulo al talento matemático, como el Programa Estalmat en España. Las Medallas Fields se otorgan a contribuciones realizadas hasta los 40 años.

Entorno

No obstante, los viejos que presentan mejores rendimientos cognitivos, excluyendo las características propias del estilo de vida, son los viejos que viven en sociedades que cuentan con ellos, y disfrutan del respeto de las generaciones más jóvenes, tal y como ocurre en China o Japón.
Las universidades de la tercera edad evidencian que los ancianos son perfectamente capaces de aprender. Pero el regalo más hermoso, ¿no consistirá, acaso, en posibilitarles una vejez orientada a disfrutar del placer de pensar y transmitir su sapiencia en vez de medirse con generaciones más jóvenes?
En matemáticas, por ejemplo. Algunos jóvenes son Pascal, Descartes, Galois, Niels H. Abel, B. Riemann, S. Ramanujan, etc. Matemáticos que obtuvieron el éxito en edades avanzadas, sin embargo, también hay diversos: Gauss, Weierstrass, F. Klein, A. N. Whitehead, etc. Así pues, parece que, si bien la juventud ofrece algunas ventajas a los matemáticos, debemos deducir que la senectud también provee de otras ventajas.
Foto | Onanymous

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