El conflicto es la vida misma. Es más, si en tu vida no hay
conflictos es que no tienes vida y estás aislado de todo contacto
con la humanidad. La siguiente historia lo refleja bien:
«Un anciano fallece, llega al cielo y se encuentra con San Pedro
que le dice:
– Te has portado muy bien, como premio puedes pedir lo que quieras.
El anciano, tras una pausa, responde que le encantaría hacerle una pregunta a Dios. Se le concede el
deseo, se presenta ante él y le lanza la siguiente cuestión:
– ¿Algún día se acabarán los conflictos entre los hombres?
Y Dios responde:
– Tengo buenas y malas noticias para esa pregunta. ¿Por cuál quieres que empiece?
El anciano le invita a empezar por la buena. Y Dios concluye:
– La buena noticia es que algún día se acabarán los conflictos. La mala es que no será durante mi
existencia».
Pero un conflicto no tiene por qué ser algo negativo, sólo un punto en el que existe una diferencia,
y por tanto, también una oportunidad de crecer si se gestiona adecuadamente. El problema, casi siempre,
es que los conflictos se gestionan muy mal.
Ante un conflicto, la parte más débil suele huir o ceder, y eso siembra resquemores que acaban
manifestándose con el tiempo. En otras ocasiones, cuando las dos partes son ʻgallos de peleaʼ, se
intenta ver quién es más, y eso también suele acabar mal.
La experiencia demuestra que a menudo los conflictos no se gestionan buscando el win–win, sino
quedar por encima y llevar razón. Para algunos, lo mejor de ganar es que hay otro que pierde. Y eso es un
grave error. Ya Daniel Goleman advirtió que «el éxito de una pareja está en cómo llegar a un acuerdo
sobre cómo estar en desacuerdo». Y es que conflicto y negociación van de la mano, porque siempre
que existe un conflicto hay que intentar llegar a un acuerdo, y para ello hay que saber negociar.
Apuntamos algunas ideas:
1. Acepta el desacuerdo. Es lo normal. El conflicto no es una lucha. Cada persona ve las cosas según
su sistema de creencias, fruto de su pasado, vivencias y experiencias.
2. No te pongas de primeras a la defensiva. Nuestra primera evaluación suele ser siempre de juicio,
no de comprensión. Saberlo permite gestionarlo.
3. Controla tu carácter. Los ʻcalentonesʼ casi nunca conducen a nada. Además, para compensar la
salida de tono, suelen hacerse concesiones a posteriori que nos dejan en desventaja.
4. Ante todo, escucha. Dale a la otra parte la oportunidad de hablar sin interrupciones. No te resistas,
ni te defiendas, ni discutas. Eso sólo levanta barreras.
5. Busca puntos en común. Una vez escuchada la otra parte, antes que nada, expón las áreas en las
que se está de acuerdo.
6. No peques de orgullo. Si en algún punto te has equivocado, admítelo. Eso desarma las ganas de
pelear y muestra una actitud constructiva para avanzar.
7. Promete pensar y analizar las ideas de los otros. Y hazlo en serio, a lo mejor la otra parte puede
tener razón en sus argumentos. Escuchar es estar dispuesto a cambiar de opinión.
8. No tomes acción inmediata. Y así podrás pensar con calma y en frío el problema. La distancia permite
ver las cosas de otra manera. Es bueno tomarse tiempo para el análisis.
9. No se trata de ganar o perder. Eso forma parte de los juegos, no de los conflictos. Resolver un
conflicto rara vez tiene que ver con quién tiene razón, y mucho con reconocer y apreciar las diferencias.
10. La actitud es esencial. Los conflictos se solucionan cuando hay voluntad por solucionarlos. Por ello
es fundamental tener espíritu de colaboración.
Benjamin Franklin, que tuvo mucha mano izquierda en asuntos diplomáticos, decía: «Si discute usted, y
pelea y contradice, puede lograr a veces un triunfo; pero será un triunfo vacío, porque jamás obtendrá la
buena voluntad del contrincante». También Woodrow Wilson afirmaba: «Si vienes hacia mí con los
puños cerrados creo poder prometerte que los míos se cerrarán más rápidos que los tuyos; pero si vienes a
mí y me dices, sentémonos y conversemos, y si estamos en desacuerdo, comprendamos por qué estamos
en desacuerdo y en qué lo estamos, llegaremos a advertir que al fin y al cabo no nos hallamos tan lejos el
uno del otro, que los puntos en que diferimos son pocos y los puntos en que convenimos son muchos, y
que si tenemos la paciencia y la franqueza y el deseo necesario para ponernos de acuerdo, a ello llegaremos».
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