Silvia Chauvin|
Esta semana me pasó algo raro, me traje una ropa de mi madre que necesitaba algo de costura, ahora cabe aclarar que detesto la costura, no sé coser, no coso y no me interesa aprender. Esta aversión hacia la costura muy probablemente se deba a que cuando era adolescente mi mama me decía que en vez de ponerme a leer y estudiar, haría mejor en aprender a coser que en definitiva era lo que iba a necesitar en mi vida adulta.
Naturalmente eso no me hizo despertar ninguna simpatía por la tarea, por el contrario me hizo poner cada vez más empeño en escapar de cualquier aprendizaje que me encaminaran derechito hacia el destino de madre y esposa que mi madre maquinaba para mi. Nada como la imposición de las madres para despertar nuestra antipatía por una tarea…
No me malinterpretes, no hay nada malo en ser madre y en formar una pareja, de hecho soy madre de seis (sí, 6), pero no podía aguantar esa deseo de mi madre de moldear mis aspiraciones para que encajaran con Su modelo que, además, no coincidía en absoluto con el MIO.
Queda entonces claro que detesto coser, pero el problema del otro día era conseguir enhebrar la aguja. No se si es por mi antipatía por la costura o mi corta vista, pero nunca se me dio bien enhebrar, para hacerla fácil: no la emboco. Para colmo busqué una aguja y parecía un chiste, todas era tan finitas que no sólo no se divisaba el ojo, casi ni se veía la aguja.
O sea que iba de mal en peor. Calma Silvia, de alguna manera lo vas a conseguir, pensé. No soy una persona lo que se dice calma, pero fue como si la resignación o la calma descendieran sobre mi, tomé el hilo, agarré la esquiva aguja y apunté mentalmente, porque casi ni veía la aguja. Y ocurrió, ¡la enhebré al primer intento!. ¿Suerte de principiante?
En total tuve que cambiar tres veces el hilo, porque mi madre no contenta con pedirme que le cosiera el pullover me dio uno a rayas de diferentes colores, así que pasé tres veces por el trance de enhebrar.
De las tres veces, dos la emboqué al primer intento y la otra me demandó sólo 3 intentos, no lo podía creer. Y fue ahí que recordé que los atletas de alta competición, además de la preparación física, se entrenan intensamente en visualizar, en otras palabras entrenan su mente en imaginar el resultado deseado.
En los deportista de alto rendimiento “poner todo” implica un compromiso tanto físico como cognitivo y emocional que incluye a toda la personalidad.
Para entender un poco más eso de la visualización en el deporte, consulté las opiniones del Dr. Jorge G. Garzarelli, de la Universidad del Salvador (Argentina) que escribe sobre psicología del deporte. A continuación te explico lo que dice sobre deporte y visualización.
Muchas investigaciones (Corbin, l960; Oxendine, l969; Richardons, l967; Start, l960 y l962) han demostrado que el aprendizaje de las destrezas pueden ser realizadas también por medio del pensamiento y que las destrezas son más eficaces cuando están presentes tanto en la práctica física como mental.
O sea que la visualización es un método sumamente eficaz, sobre todo en los deportes de alto rendimiento en los que se plantean actividades más complejas acorde con las metas esperadas.
No solo ayuda el valor intelectual de la visualización, sino también el afecto que se incorpora a la misma. Por ejemplo, la palabra “éxito” es un gran reforzador de las visualizaciones ya que proporciona al deportista una fuerza extra derivada de la misma palabra y del producto que se desea conseguir.
Existen palabras “desencadenantes” que por su estructura gramatical, de sentido y de significado actúan garantizando que la técnica que se usa es la correcta. Estas palabras desencadenantes ayudan a los atletas a centrarse en los gestos correctos de su actividad.
Muchas palabras desencadenantes son utilizadas con los principiantes, “que utilizan la imaginación como técnica para resaltar los elementos básicos de la destreza” (Lane, 1980).
Muchas palabras desencadenantes son utilizadas con los principiantes, “que utilizan la imaginación como técnica para resaltar los elementos básicos de la destreza” (Lane, 1980).
Pero al igual que los deportistas necesitan un programa de entrenamiento físico, también necesitan uno de visualización.
Al respecto señala Vealy:
“Existen cuatro fases para el establecimiento de un programa de imaginación.Primero, los entrenadores deben vender a los atletas la idea del uso de la imaginación.En segundo lugar, los entrenadores deben evaluar la capacidad imaginativa de los atletas para desarrollar el tipo de programa más apropiado.En tercer lugar, los entrenadores deben entrenar a los atletas en las destrezas básicas de la imaginación.
Y en cuarto lugar, los entrenadores deben dirigir e instaurar un programa sistemático de práctica de la imaginación”.
Pero dejando de lado a los atletas y a la necesidad de enhebrar una aguja esquiva, creo que podemos comprender el poder de la visualización previa para conseguir nuestras metas. Y también la necesidad de implementar un programa de visualización acorde a nuestros objetivos, sean estos deportivos, de estudio, de negocios, de calidad de vida o simplemente la necesidad de enhebrar una aguja.
En los programas de control mental, cuando una persona quiere o necesita perder peso, además de las rutinas de ejercicio y dieta adecuadas, el entrenador la insta a visualizar su nuevo cuerpo, a “ver mentalmente” el peso que desea alcanzar.
Para terminar quiero destacar que todo coach sabe (o debería saber) que es necesario aclararles a los atletas que la imaginación no les permitirá ir más allá de sus propias limitaciones físicas. Utilizar técnicas de visualización o de imaginación que superen las mismas, producirá en los deportistas un grado de ansiedad o de angustia que impedirá de hecho la efectividad de sus actividades.
En definitiva el nivel de metas establecido deberá siempre estar de acuerdo con las posibilidades efectivas de la persona que las persiga.
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