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Nota: El 2 de julio estaremos en Barcelona con Aefol impartiendo esta sesión sobre Gestion del Error y el día 3 dictaremos este seminario sobre Retención de Conocimiento para el Centro de Estudios Jurídicos de la Generalitat de Cataluña. (Artículo publicado en el blog de ayuda al estudiante del diario El País) Poca gente sabe que la frase popularizada por los 3 mosqueteros en la inmortal obra de Alejandro Dumas es también el lema no oficial de un país como Suiza. Lo preocupante es que esa consigna, que representa el máximo paradigma del compromiso colectivo, se cumple muy esporádicamente en una civilización como la nuestra que goza de tantos recursos y conocimiento que compartir. Diariamente somos testigos pero también protagonistas de comportamientos que persiguen a toda costa el interés personal. Los abundantes episodios de corrupción que inundan los medios de comunicación no son más que la punta del iceberg de esa fiebre de egoísmo. No debiese sorprendernos, solamente estamos cosechando lo que sembramos. Hace tiempo que apostamos decididamente por un modelo de sociedad basado en la competencia despiadada y en derrotar al rival a toda costa, en lugar de buscar el interés común y la colaboración. Lo sorprendente es que existen multitud de evidencias que confirman la naturaleza colaborativa del ser humano. El hombre nace altruista y con inclinación a cooperar y ayudar al prójimo, lo que demuestra que, desprovistos del barniz cultural, estamos intuitivamente dispuestos a colaborar con nuestros semejantes sin necesidad de que existan gratificaciones o castigos. ¿Dónde comienza entonces esta epidemia individualista? Como padre, una de tus obsesiones es fomentar la colaboración entre tus hijos y desterrar el egocentrismo. Pero si analizamos el sistema educativo, comprobamos que los niños compiten encarnizadamente entre sí desde muy pequeños. La competencia no solo tiene lugar dentro del aula sino que se ha extendido incluso al proceso de incorporación en el que numerosos centros educativos exigen exámenes de admisión a criaturas de 5 años. El mensaje que les enviamos es inequívoco: tus compañeros son rivales que buscan alcanzar el mismo premio que tú, arréglatelas por ti mismo, nadie te va a ayudar, tu vida depende de tu esfuerzo personal. En este contexto, me llaman la atención las enormes dificultades que encuentra para trabajar de forma colaborativa un gremio especialmente estratégico como el de los profesores quienes “teóricamente” son expertos en aprendizaje y actores importantes en el proceso de formación de los ciudadanos del futuro. Los profesores no viven ni trabajan aislados de la sociedad a la que pertenecen, de la que son uno de los colectivos mejor valorados por los ciudadanos No cabe duda de que los profesores operan en el “negocio” del conocimiento. La principal misión que, equivocadamente, les hemos asignado, consiste en transferir su conocimiento técnico (asignaturas) a sus alumnos, lo que les obliga a cumplir algunos supuestos elementales:
¿Por qué tiene sentido gestionar el conocimiento y aprender de forma colaborativa? En un planeta cuya complejidad no cesa de crecer, nadie trabaja solo, nadie puede resolver problemas sofisticados por sí mismo y sobre todo, nadie lo sabe todo ni sabe más que todo el mundo. Cuando eres capaz de dominar la realidad gracias a que tu conocimiento te resulta suficiente, aprender no es una prioridad para ti. Pero en el momento que esa realidad cambia y tu conocimiento se demuestra insuficiente, entonces comienzas a lidiar con problemas (aquello que no sabes cómo se resuelve) y aprender se convierte en una urgencia, a veces cuestión de vida o muerte. En esos casos, existen muchas posibilidades de que lo que necesitas aprender ya lo sepa otra persona y por tanto, en lugar de recorrer todo el camino desde cero, te puedas beneficiar de ello, ahorrar tiempo e innumerables sinsabores y errores inútiles. El mantra de la colaboración se basa en ayudar (estoy disponible para entregar el conocimiento que tengo a quienes lo necesiten) y pedir ayuda (reconozco que no sé y espero recibir el conocimiento que no tengo cuando me haga falta). El conocimiento como intangible es un activo muy especial porque al contrario que los activos tangibles, no se pierde cuando se comparte. Si cada uno tenemos una manzana y tú me das la tuya, entonces yo tengo 2 manzanas y tú te quedas sin ninguna. Pero si cada uno tenemos un conocimiento y lo compartimos, entonces ambos nos quedamos con 2 conocimientos cada uno. Cuando comparto lo que sé, siempre gano ya que no pierdo lo que tengo y siempre tengo la oportunidad de incrementarlo. Conviene no olvidar que todos hemos llegado hasta donde estamos gracias a que otros nos ayudaron compartiendo su conocimiento, empezando por tus padres. ¿Qué conocimiento merece la pena compartir? Para responder esta pregunta, primero habría que decidir qué conocimiento es el más importante que tiene un profesor y que resulte de utilidad para sus pares y sus estudiantes. Contrariamente a lo que opina la mayoría, el conocimiento crítico no es el de sus asignaturas sino aquel conocimiento que permite a los profesores resolver los principales desafíos con los que tienen que lidiar para cumplir con sus objetivos, ya sean estos de manejo de sus alumnos, la relación con sus pares, alcanzar los resultados establecidos por el centro, el Ministerio de Educación, etc. El conocimiento técnico ni siquiera es muy relevante para los alumnos que, una vez adultos, sabemos que difícilmente harán la diferencia en tu vida como si la hacen una serie habilidades necesarias para aspirar a llevar una existencia madura, plena y que brillan por su ausencia en la sala de clases: aprender con facilidad, creatividad, análisis de situaciones complejas y razonamiento, comunicarte, trabajar con otros y resolver conflictos, tolerar el fracaso, escuchar, inteligencia emocional, etc. G.M: Treveylan lo expresa sabiamente “La educación ha producido muchos individuos capaces de leer pero muy pocos capaces de decidir qué merece la pena leer.” La paradoja es que la mayoría de lo que enseñamos no sirve y lo que de verdad sirve, no sabemos cómo enseñarlo. ¿Están preparados los profesores para enseñar a sus alumnos ese tipo de habilidades? ¿O acaso lo más importante que aprendiste de tus padres fue cómo resolver ecuaciones o la capital de algún país exótico? Son varios los conocimientos críticos susceptibles de ser compartidos entre los profesores
Conclusiones: Resulta curioso que a los expertos en aprendizaje les cueste tanto trabajo aprender unos de otros. No podemos hacer competir a los profesores igual que hacemos con sus alumnos y con tantos otros profesionales. El cáncer de la educación es obligar a los niños a competir para lograr su propio éxito personal, en lugar de buscar el bien común. La competencia interna corrompe el espíritu de la gestión del conocimiento ya que se trata de un acto colectivo más que individual que basa toda su potencia en un concepto simple: generosidad, es decir, estoy dispuesto a compartir lo más importante que tengo que es mi conocimiento. En realidad, consiste en sumar el conocimiento de otros a tu stock de conocimiento personal. Pasamos de “el conocimiento es poder” a “el conocimiento compartido es poder”. El conocimiento se malgasta y se termina marchitando cuando se guarda para uno mismo y por el contrario, se enriquece y cobra vida nueva cuando se comparte. Implementar la gestión del conocimiento entre profesores y lograr que compartir sea un acto reflejo y transparente es ante todo un cambio cultural, responsabilidad ineludible de los líderes educativos. Un profesor solo puede hacer bien su trabajo si está equipado con todo el conocimiento posible y para lograrlo, dedicar tiempo a aprender es sagrado. El taller anual de profesores o la participación en un curso puntual no es suficiente. El proceso tiene que ser continuo, las actividades de aprendizaje tienen que formar parte del día a día por diseño. Por pura coherencia, los profesores no solo deben exigir a sus alumnos aprender diariamente y formarlos en la actitud de aprender y educarse toda la vida, sino que ellos mismos tienen que aprender y compartir con sus colegas. A fin de cuentas, el arte de convertirse en un buen profesor se aprende todos los días y nunca se termina de dominar. |
viernes, 27 de junio de 2014
Uno para todos y todos para uno: Gestión del conocimiento entre profesores
http://www.catenaria.cl/km/newsletter/newsletter_99.htm
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