Sin duda, porque las organizaciones humanistas (las “Human Age”) destacan por la confianza que se genera entre sus integrantes. La Confianza es la “argamasa social” de las comunidades humanas más desarrolladas. El taylorismo preconizaba (y sigue defendiendo) precisamente lo contrario: la desconfianza, el control por el control, la separación (radical) entre seres pensantes (los que mandan) y obedecientes… La Confianza es, como nos enseñó Stephen Covey, una “cuenta corriente emocional”, con sus depósitos y sus reintegros. Cuando queda a 0, más vale hacer las maletas y cambiar de aires. La Confianza es condición necesaria, imprescindible, para un Equipo de verdad, para el Clima de alto rendimiento, para una organización que funciona. La Confianza necesita de Estima y de Dignidad (la Autoconfianza, por ejemplo, es la suma de Autoestima y Autodignidad). La alienación y el desinterés (no digamos el odio) impiden la Confianza entre las personas. Sin Confianza, olvídate del Compromiso.
Como dice nuestro buen amigo José María Gasalla, “¡Acuérdate de ir siendo feliz!”. Me gusta esta forma verbal, que revela la necesidad de centrarse en el presente, en el aquí y el ahora, para la Felicidad.
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