Ni el dinero ni las posesiones materiales abren la puerta al bienestar y a la satisfacción: la llave a estas emociones son las vivencias. Esa búsqueda del instante perfecto ha originado un «mercado de experiencias», el cual incluso influye en el diseño de productos de consumo.
Elija, ¿qué prefiere que le regalen por su cumpleaños: un par de entradas para el concierto de su grupo favorito, unos zapatos caros, un teléfono inteligente o un fin de semana en París? La escapada y el disfrute de la música tienen una característica en común: son bienes que perecen. Por el contrario, los zapatos y el móvil duran un tiempo.
Aunque para cualquier mortal la decisión puede resultar un tanto ardua, a ojos de la ciencia la elección es sencilla, puesto que las experiencias hacen más felices a las personas en comparación con las posesiones materiales. No por casualidad existe desde hace unos años un mercado de experiencias con propuestas cada vez más excitantes y originales. La búsqueda del momento perfecto influye, además, en los productos de consumo que crean diseñadores e ingenieros.
Leaf Van Boven, de la Universidad de Colorado en Boulder, y Thomas Gilovich, de la Cornell en Ithaca, fueron de los primeros investigadores que compararon el tener y el estar siguiendo métodos científicos. En 2003 preguntaron a unos 100 estudiantes la última vez que se gastaron más de 100 dólares para darse una alegría a sí mismos. A una mitad de los sujetos se les pidió que mentaran alguna experiencia; a la otra, que recordaran algún objeto.
Entre las vivencias «autorregaladas» surgieron una cena en un restaurante, un viaje corto o un concierto. Los probandos que respondieron acerca de un bien material mencionaron ropa, joyas u objetos de ocio electrónicos. Tanto los unos como los otros se gastaron, por término medio, la misma cantidad de dinero. No obstante, presentaban ciertas diferencias en sus respuestas. A la pregunta de si creían que habían invertido bien su dinero, los compradores de experiencias afirmaron de manera categórica que así era; tampoco se mostraron demasiado preocupados por la idea de si hubiese sido mejor permitirse otro capricho. Además, el recuerdo de lo vivido les producía mayor satisfacción que el objeto comprado por sus compañeros materialistas.
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