martes, 23 de septiembre de 2014

Un filósofo hace lo que piensa

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El cerebro es el órgano de la acción: “conoce, delibera, valora y decide”, escribe el filósofo Fernando Savater. Esta definición apoya el pensamiento de que la evolución y el desarrollo del cerebro es lo que nos separa de los demás seres vivos del planeta.
Henry Ford decía que siempre tenemos razón, cuando pensamos en que nos irá bien o en que nos irá mal.
Un grupo de hombres en saco y corbata analiza datos en una sala de reuniones y ven por la ventana, en el parque, a un hombre en mangas de camisa que camina lentamente, como paseando. ¿Quién es ese que no hace nada y nosotros trabajando?”, preguntó uno. ¿Ése? Es uno al que le pedí que pensara un problema, fue la respuesta de Henry Ford, quien dirigía el encuentro en su empresa. Eso es lo que hacen los filósofos.
Hoy los filósofos ya no trabajan sólo en docencia o investigación, se desempeñan como investigadores de mercado, consultores de empresas, jefes de recursos humanos o son coaches existenciales personalizadosy conferencistas especializados en problemas de la vida cotidiana.
Para filosofar no hace falta ser filósofo, sino pensar desde el sentimiento, actuar desde el pensamiento y  hacer lo que se dice que vamos a hacer. Es decir que hay que nutrir la acción desde adentro. El que no actúa como piensa, piensa como vive y vive justificándose.
En este mundo en lugar de hacer lo que nos gusta nos ajustamos a patrones. Al hacer lo que nos venden no somos ciudadanos sino consumidores. Si la sociedad genera individuos que no hacen lo que quieren,  rebaja tanto su productividad social como su rendimiento personal.
Es un error creer que el que piensa no vive y el que vive no piensa, como si filosofar fuera una abstracción que sólo imita la vida o se tratara de un conocimiento improductivo. El hombre por naturaleza desea conocer y  persigue el conocimiento porque es su capital para pensar.
Hay filósofos sin título como Discépolo: “Como olvidarte en esta queja, cafetín de Buenos Aires, si sos lo único en la vida que se pareció a mi vieja. En tu mezcla milagrosa de sabiondos y suicidas, yo aprendí filosofía, dados, timba y la poesía cruel, de no pensar más en mí”.
La filosofía brinda una mirada integral, enseña a pensar. Tener información o ser inteligente no implica dominar un método de pensamiento. Es muy difícil llevar adelante algo, ya sea un emprendimiento o una familia, porque requiere decisiones constantes. Para hacer es fundamental tener una teoría que discipline los actos y para adquirirla se aplica el concepto aristotélico de la «asociación de los actos buenos»”.
Gestiona tu bien. Tu bien principal no es material. Más valiosos son el capital intelectual,  social y la autoestima -la opinión que tienes de ti mismo-. Lo que eres es un intangible que nadie te podrá quitar. La economía del conocimiento te ayuda a gestionarte. El empowerment o poder interior tiene una fuente espiritual –que es la misión en la vida- y  una ética –la apropiación y  uso de los bienes-. El bien esencial es conocerte ya que para gestionar la felicidad debes saber qué es  lo que anhelas.  Poder inteligente es querer con eficacia.
Para convertir el espíritu en materia,  hay que sumar la inteligencia emocional en el disfrute de la acción, la imaginación que supera los obstáculos, el plan que organiza las ideas, la ejecución que las concreta y el control que corrige las diferencias entre objetivos y resultados. Para que el bien luzca  debes gestionarlo. Administrar es conseguir que se hagan las cosas y Relaciones Públicas es hacer las cosas bien y hacerlas conocer
Saber hacer las preguntas correctas. Hay que poder volver a los orígenes. Es decir, no preguntar sólo por  qué y el cómo hacer las cosas, sino por qué hacerlas. Buscamos filósofos porque todavía no aprendimos a filosofar
El verdadero filósofo actúa como piensa.  Sócrates era  hijo de una partera y partero de almas. Su técnica  era interrogar: ¿qué es la belleza? y  refutar con una pregunta¿Todas las cosas bellas son la belleza? ¿Qué hace que lo bello sea bello? Las contestaciones eran cada vez más breves hasta que el interrogado reconocía su ignorancia. Sócrates dijo “sólo sé que no sé nada”. Era partero de ideas pero no podía dar a luz, uno mismo debía hacerlo aplicando un principio: “conócete a ti mismo”. Así el no saber de Sócrates  hacía parir el saber y las ideas en el otro.
Capacidad filosófica. Es ser capaz de fijar criterios, tomar decisiones, delegar, armar equipos, negociar, identificar intereses y colaborar para que se logren. La gente no sabe filosofar ni para qué sirve y el riesgo es que los filósofos hablen sólo entre ellos. El silencio incómodo es un índice de que molestan los temas que no son muy concretos y de los cuales no existen respuestas precisas.
La necesidad de sobrevivir también atormenta a los filósofos y los lleva a multiplicarse dando clases. La frustración vocacional genera desinteligencia emocional, si no se hace lo que se quiere o lo que se piensa. La pérdida de terreno se ve en cómo se abandonaron áreas que fueron propias de la filosofía. La filosofía natural se regaló a la física; los estudios de la persona a la psicología, y la reflexión sobre el devenir político a la sociología. Atendiendo a la pregunta de los supuestos que operan en la vida cotidiana podemos volver a los orígenes, a la filosofía.
Hasta el siglo XVI la formación humana era confiada a la filosofía, que incorporaba objetivos terapéuticos. Gran parte de los problemas de la gente no son psicológicos, sino la falta de diálogo con quien pueda poner palabras a sus vivencias. Eso lo captaron los que hacen consultas filosóficas que ayudan a pensar. Los filósofos son aún una suerte de raza desconocida y misteriosa que no se busca en el mercado, pero que muy pronto la van a comenzar a buscar. Como dijo el filósofo Niestzche: Los métodos son la mayor riqueza del hombre.
Aporías. El hombre filosófico busca  la verdad, para vivir en la autenticidad y no en el autoengaño. Busca la teoría para llegar al mundo invisible escondido detrás de la apariencia. Para eso no hay nada más práctico que poseer una buena teoría y una metodología intelectual.
Los poros de la piel son vías de salida. En la aporía, el intelectual vive con los poros tapados, sin comunicación exterior. Heráclito dijo: Los que andan despiertos viven en el mismo mundo común, al dormir cada uno cae en su propio mundo. El origen de la  palabra idiota refiere al que se educa a sí mismo guiado por la experiencia. Elabora categorías, vive como piensa apartado del pensamiento común. Su mundo cerrado se alimenta meditando con el  lenguaje. El idioma presenta diferencias regionales, manifiesta la idiosincrasia, adquiere un poder que centraliza y a la vez aparta; separa lo propio de lo extraño en el muro que dividió a la humanidad: la torre de Babel.
Preinterpretar la realidad. Al percibir en piloto automático e intentar dominarla sin pasar por la derrota del error, se pierde el feedback con el fracaso y se convierte al error en un mal hábito. Aprender analizando causas y efectos, admitir errores, es comenzar a tutearse con el éxito. La verdad  es una construcción. Hay que llegar a la raíz para entender la cadena causal y para poder abordar el problema existencial.
¿Quién me trajo? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy? ¿Para qué? Lo queremos saber. Filosofía es interrogación, no respuesta, es darse cuenta que hay mucho por conocer. El árbol del saber no es el árbol de la vida. Los que conocen lamentan que cuanto más saben menos seguros están. Como dijo Sócrates: “Sólo sé que no sé nada”. El hombre desea conocer y  vivir simultáneamente. El mundo trágico de Nietzsche  es ser el objeto de un discurso que se impone desde afuera. Es verse de pronto peleando por cosas que nunca soñamos, por una fuerza impersonal que nos obliga.
La soledad nos acompaña, aun participando en multitudes uno está solo. Como dice Diego Torres: Vale más poder brillar que sólo  ver el sol: saber que se puede, querer que se pueda, quitarse los miedos, sacarlos afuera, pintarse la cara color esperanza, tentar al futuro con el corazón.
El verso revela la verdad del duro aprendizaje que es estar solo y enfrentar al mismo tiempo la vida. Es lo que llamamos educación.
La filosofía de la acción. Se precisa: Claridad en el querer. Compromiso con el trabajo y el saber. Adaptación  al talento y al objetivo. Operar con sistemas y recursos aptos. Sinergia: el coro armónico con los demás. Las etapas son: medir, analizar, implementar y controlar. La ciencia es sentido común aplicado. La clave está antes y después de la acción, al seleccionar lo que vamos a encarar y en su aplicación. Somos libres para elegir nuestras acciones, lo que no podemos es evitar sus consecuencias. Y no hay vientos favorables para el que no sabe a dónde va.
Dr. Horacio Krell CEO de Ilvem. Mail de contacto horaciokrell@ilvem.com

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