Neurobiólogos y politólogos, codo a codo. Se podrá predecir la conducta de líderes y ciudadanos.
El cerebro y la política están íntimamente ligados, porque con el cerebro procesamos la información para la vida en sociedad y generamos las respuestas plásticas para actuar en relación a los otros. ¿Y qué es la política sino el esfuerzo para vivir en sociedad, adaptarnos y generar respuestas creativas a problemas colectivos?
El campo de interacción entre los neurobiólogos y los cientistas políticos se encuentra todavía en un estado incipiente porque las disciplinas no han colaborado de manera consistente en el pasado. Esto ha comenzado a cambiar y un conocimiento relevante, útil y desafiante en términos intelectuales surgirá de este diálogo.
Un punto de encuentro parece ser el estudio de la toma de decisiones. En la ciencia política y en la política práctica, poder predecir los patrones de conducta de líderes y ciudadanos que conforman electorados es clave. Un error frecuente en el análisis político es suponer que los demás utilizan los mismos procesos de pensamiento que uno. La capacidad de darse cuenta de que otras personas piensan y desean diferentes a nosotros se llama cognición social y es una habilidad social presente en mayor o menor grado en todos nosotros.
El desafío conjunto de la neurobiología y la ciencia política es aportar información valiosa y preguntas que sirvan como insumo y combustible a nuestra capacidad de ponernos en el lugar del otro para entenderlo.
Con técnicas neurofisiológicas se estudió la actividad cerebral de conservadores y progresistas norteamericanos. Los conservadores fueron más estructurados y persistentes en sus juicios y toma de decisiones mientras que los liberales mostraban más tolerancia a la ambigüedad y más apertura a nuevas experiencias. Estos resultados son consistentes con la visión de que la orientación política, en parte, refleja diferencias individuales en el funcionamiento del control cognitivo, o dicho de otro modo, nuestra visión del mundo, incluidas nuestras ideas políticas, surge de una interacción compleja y rica entre la experiencia cultural y condiciones estructurales de nuestro cerebro.
Un obstáculo es la diferencia de herramientas entre los campos de conocimiento. Mientras la ciencia política utiliza en parte muestras de muchos individuos para realizar mediciones que prueben las teorías, en la neurobiología se usan muestras chicas y alta complejidad tecnológica, como las neuroimágenes. Un aporte posible es la utilización de esta tecnología para explorar lo no dicho, la información de votantes que en encuestas se declaran indecisos, pero que se reservan las respuestas emocionales hacia personas o ideas. Tal vez el rol de estos estudios y de estas tecnologías sea mostrar indicios a ser validados con investigaciones posteriores estadísticamente sólidas para la ciencia política.
Con toda seguridad, la neurobiología y la ciencia política colaborarán en el futuro en una interacción rica donde algunas veces los expertos en ciencias políticas planteen una incógnita y los neurobiólogos acerquemos una hipótesis plausible y viceversa.
El gran desafío, claro, es que quienes transitamos estos campos tengamos la cognición social suficiente para mirar de manera amplia experiencias, conocimientos y sistemas de ideas diferentes para generar interacciones ricas, innovadoras y creativas para contribuir a la creación de conocimiento ítil a la hora de hacer mejor la vida en sociedad.
El campo de interacción entre los neurobiólogos y los cientistas políticos se encuentra todavía en un estado incipiente porque las disciplinas no han colaborado de manera consistente en el pasado. Esto ha comenzado a cambiar y un conocimiento relevante, útil y desafiante en términos intelectuales surgirá de este diálogo.
Un punto de encuentro parece ser el estudio de la toma de decisiones. En la ciencia política y en la política práctica, poder predecir los patrones de conducta de líderes y ciudadanos que conforman electorados es clave. Un error frecuente en el análisis político es suponer que los demás utilizan los mismos procesos de pensamiento que uno. La capacidad de darse cuenta de que otras personas piensan y desean diferentes a nosotros se llama cognición social y es una habilidad social presente en mayor o menor grado en todos nosotros.
El desafío conjunto de la neurobiología y la ciencia política es aportar información valiosa y preguntas que sirvan como insumo y combustible a nuestra capacidad de ponernos en el lugar del otro para entenderlo.
Con técnicas neurofisiológicas se estudió la actividad cerebral de conservadores y progresistas norteamericanos. Los conservadores fueron más estructurados y persistentes en sus juicios y toma de decisiones mientras que los liberales mostraban más tolerancia a la ambigüedad y más apertura a nuevas experiencias. Estos resultados son consistentes con la visión de que la orientación política, en parte, refleja diferencias individuales en el funcionamiento del control cognitivo, o dicho de otro modo, nuestra visión del mundo, incluidas nuestras ideas políticas, surge de una interacción compleja y rica entre la experiencia cultural y condiciones estructurales de nuestro cerebro.
Un obstáculo es la diferencia de herramientas entre los campos de conocimiento. Mientras la ciencia política utiliza en parte muestras de muchos individuos para realizar mediciones que prueben las teorías, en la neurobiología se usan muestras chicas y alta complejidad tecnológica, como las neuroimágenes. Un aporte posible es la utilización de esta tecnología para explorar lo no dicho, la información de votantes que en encuestas se declaran indecisos, pero que se reservan las respuestas emocionales hacia personas o ideas. Tal vez el rol de estos estudios y de estas tecnologías sea mostrar indicios a ser validados con investigaciones posteriores estadísticamente sólidas para la ciencia política.
Con toda seguridad, la neurobiología y la ciencia política colaborarán en el futuro en una interacción rica donde algunas veces los expertos en ciencias políticas planteen una incógnita y los neurobiólogos acerquemos una hipótesis plausible y viceversa.
El gran desafío, claro, es que quienes transitamos estos campos tengamos la cognición social suficiente para mirar de manera amplia experiencias, conocimientos y sistemas de ideas diferentes para generar interacciones ricas, innovadoras y creativas para contribuir a la creación de conocimiento ítil a la hora de hacer mejor la vida en sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario