Noelia González / @NoeliaGMo -
El experto en neurociencia argentino Estanislao Bachrach aclara algunos mitos sobre este órgano “egoísta”, que no puede hacer más de dos cosas a la vez y que es el motor de los cambios más duraderos
Wobi
Estanislao Bachrach
Un doctor en biología molecular y experto en neurociencias se para frente a unas 60 personas. Prepara su presentación con diapositivas y agarra el micrófono. Pero no hablará en términos estrictamente científicos y tampoco se está dirigiendo a colegas del mundo de la ciencia, sino a un grupo de empresarios uruguayos (algunos de los cuales están al frente de sus respectivas compañías) que llegaron a escuchar los consejos del doctor Estanislao Bachrach sobre capital humano.
En el marco de la conferencia “Cambio: yo, mi equipo, mi organización”, organizada este viernes por el Departamento de Estrategia y Capital Humano de la consultora CPA Ferrere, Bachrach habla de neurociencias aplicada al ámbito laboral. En otras palabras, de cómo el conocimiento del cerebro puede ayudar a generar cambios profundos en las corporaciones que buscan salir de las crisis, mejorar o simplemente seguir el ritmo a un mundo dinámico.
Según cuenta el también experto en innovación aplicada a los negocios, autor del bestseller AgilMente y docente e investigador de universidades como Harvard, la neurociencias es “la” ciencia del siglo XXI y las empresas comienzan a entender que no pueden cambiar para bien si sus empleados no lo hacen. Pero antes, tienen que comprender cómo funcionan sus cabezas.
Durante la conferencia y en diálogo con Cromo, el experto explica por qué es tan difícil que las personas cambien y por qué no es imposible. Para explicarse mejor, el doctor por la Universidad de Buenos Aires derriba algunos mitos acerca del cerebro, ese órgano que cada vez más se revela ante la ciencia.
1. Usamos todo el cerebro
Se suele suponer que apenas usamos una ínfima parte del cerebro y que en parte es eso lo que lo convierte en uno de los órganos más enigmáticos. Pero “usamos todo el cerebro”, aclara Bachrach. Lo que sucede, explica, es que solo podemos usar un 2% al mismo tiempo. Por eso, cuantas más actividades queramos meter en la cabeza, “tenemos que apagar otras”.
Cuando las actividades son más de las que este órgano puede soportar, surge el estrés, explica el experto. A su vez, cuando el cerebro está estresado “pierde la noción de las urgencias”, algo que se relaciona con el córtex frontal del cerebro. “En general, está estudiado que cuando tenés más de cuatro cosas muy urgentes que hacer, empiezan a perder eficiencia todas”, dice. Por eso lo recomendable es “priorizar-priorizar”.
2. El multitasking no existe
La valorada capacidad de realizar múltiples tareas al mismo tiempo simplemente “no existe”, asegura Bachrach, quien explica que el cerebro humano no puede concentrarse en más de una cosa al mismo tiempo. “Lo que hacés cuando hacés dos cosas al mismo tiempo es hacer una, apagarla; hacer otra, apagarla; y así sucesivamente”, explica haciendo la mímica de estar accionando un interruptor. Intentar practicar el multitaskinges la primera causa del cansancio y las equivocaciones: “La sensación es la de ser más productivo, pero es una sensación”, aclara.
Usar múltiples pantallas o estar hiperconectado, por ejemplo, lo que en realidad hace es “desconectarte”, asegura el científico: “Es lo que se llama atención continua parcial, estar muy atento a algo, pero con la antena parada por si viene otra cosa”. Eso es lo que genera cortisol y adrenalina, responsables del estrés.
En la misma línea, Bachrach explica que el cerebro no presta atención todo el tiempo. Durante una conversación, una clase, una conferencia, por ejemplo, está atento al principio y al final. “En el medio, no se sabe”: tal vez lo haga, tal vez, no. Por eso recomienda que, al exponer, hay que empezar por lo más importante y reiterarlo al final.
3. Reaccionar no es responder
Por lo general, frente a los estímulos negativos las personas reaccionan, no responden. “Al cerebro le es más barato reaccionar”, dice el doctor en biología molecular, quien ilustra con un ejemplo típico en el ámbito empresarial: molestarse con un superior por un malentendido, reaccionar escribiéndole un mail y finalmente adentrarse en lo que se llama “espiral negativo”. “Es imposible no reaccionar si no ponés una pausa”, dice Bachrach.
Para poner un alto al cerebro, es necesario, en primer lugar, cambiar el estímulo visual. En este caso, cerrar la casilla de correos, apagar la computadora, irse a caminar. La neurociencias lo explica así: “Más del 90% de las personas son visuales. El 25% del cerebro está conectado con los ojos”. Por eso es mejor cortar con el estímulo visual negativo, explica el investigador.
4. Respirar profundo y enderezar la espalda hace bien
Suena a lugar común, pero cuando alguien está tenso, nervioso o ansioso y se le recomienda “respirar profundo”, el consejo podría ser muy útil. “Cuando respiramos profundo el oxígeno entra en el cerebro, creando más venas y arterias. Si no hay venas, las neuronas se mueren (por eso se dice que el ser humano no sobrevive más de dos minutos sin respirar)”, aclara Bachrach. Es que el cerebro es el órgano más tóxico del cuerpo y las venas y arterias son fundamentales para desintoxicarlo.
Una recomendación del mismo estilo es igual de útil: sentarse o caminar con la columna derecha. “Esto hace que los neurotransmisores circulen de forma más eficiente”, explica Bachrach.
5. Cambiar el comportamiento no es cambiar
“Maximizar el placer y minimizar el dolor” es el objetivo constante del cerebro, un órgano “muy egoísta”, dice el especialista. “Solo le importa pasar bien” y “no sabe que hay un mañana”, agrega. Por eso es importante lo que la persona pueda hacer con la mente, el “software, donde están los pensamientos”, dice Bachrach.
El cerebro es como el “hardware, donde está el cableado, las neuronas”, dice en una analogía con la informática. Por ejemplo, si una persona es pesimista y todos los días, todo el día, piensa de forma negativa, muy difícilmente se levantará una mañana sintiéndose optimista. Lo que va haciendo es “cablear” el cerebro para que piense en negativo.
Pero esto se puede cambiar, aunque sea difícil y requiera trabajo, aclara el experto. “El cerebro está como en piloto automático”, es decir que, si no se lo detiene, “sigue solo”, con su único objetivo de sobrevivir. Pero el cambio, para la neurociencia, no se resume en modificar la forma de actuar o de comportarse, sino de pensar. “El verdadero cambio está en la cabeza”, dice Bachrach. Como estas transformaciones implican un gasto de energía importante para el cerebro, recomienda “cambiar cuando nos está yendo bien, que es cuando hay más recursos”.
6. Es posible evitar las acciones involuntarias
“El libre albedrío casi que no existe”, afirma Bachrach, quien explica que la mayoría de nuestras acciones son involuntarias o, al menos, se generan sin que tomemos una decisión previa sobre ellas. Sin embargo, las personas tenemos lo que se llama “poder de veto”, la posibilidad de decir “no” a las órdenes que da el cerebro.
Estudios recientes en neurociencia demuestran que cuando vamos a realizar un acto involuntario (por ejemplo, mover la mano mientras hablamos), el cerebro envía la orden 0,5 segundos antes. En 0,3 segundos, la persona puede darse cuenta de que la orden llegó, por lo que “tiene 0,2 segundos para decidir no hacerla”, explica Bachrech.
Este nuevo conocimiento se aplica hoy a las personas con trastornos obsesivos-compulsivos, a quienes se les explica que su problema es que el cerebro envía esas señales con demasiada frecuencia. Así, se les enseña a reconocer esos 0,2 segundos y sustituir la acción que les manda el cerebro (por ejemplo, lavarse las manos cada poco tiempo) por otra (por ejemplo, tomarse un vaso de agua).
7. La mayoría de nuestras decisiones son emocionales
Contrario a lo que podría creerse, la razón no es la que manda al momento de decidir en la mayoría de los casos. De hecho, “más del 90% de nuestras decisiones son emocionales”, incluso aunque no nos percatemos de ello, afirma Bachrach.
En un mismo sentido, la interacción social es una cuestión “de vida o muerte” para el cerebro: ”Las necesidades sociales (para este órgano) son tan importantes como el agua o la comida”, asegura el experto. Tal es así que existe evidencia científica de que las personas solitarias tienen una expectativa de vida de entre 5 y 10 años menos que aquellas que interactúan con otras. “Y esa relación no la sustituye la televisión, el celular ni la tableta”, aclara Bachrach.
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